¿Qué es el ser humano? ¿Por qué anida la violencia en él? Estos interrogantes que afligían a la niña nunca se esfumaron del horizonte de sus preocupaciones existenciales y literarias. La escritora surcoreana Han Kang, que deambula por la vida llena de preguntas, ganó el Premio de Literatura “por su intensa prosa poética que confronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”, anunció la Academia Sueca. La obra de la autora de La vegetariana –excepcional novela publicada en 2012 en Argentina por la editorial Bajo la luna, traducida directamente del coreano por Sun-me Yoon, y presentada en la Feria del Libro de 2013 con la participación de la escritora-- se caracteriza por una doble exposición del tormento -como tormento mental y físico- y por sus conexiones con el pensamiento oriental.
Kang se convirtió en la primera escritora de Corea del Sur en ganar el Premio Nobel de Literatura, dotado de once millones de coronas suecas, el equivalente a unos 970.000 euros. Durante el anuncio, el secretario permanente de la Academia Sueca, Mats Malm, contó cómo fue el primer contacto con la autora surcoreana: “Pude hablar con Han Kang por teléfono. Parecía estar teniendo un día ordinario, justo acababa de terminar la cena con su hijo”. Malm agregó que “no estaba preparada” para escuchar la noticia, pero que ya había comenzado los preparativos para su presentación en la ceremonia de los premios, el próximo 10 de diciembre en Estocolmo.
La ganadora del Premio Nobel nació en 1970, en Gwangju, una ciudad marcada por la violencia, especialmente tras la Masacre de Gwangju en 1980, cuando el ejército reprimió una revuelta estudiantil, acompañada por los sindicatos y el grueso de la población, que exigía mayores libertades. Según estimaciones de la prensa internacional, esta masacre pudo haber causado la muerte de 2000 civiles. En Actos humanos (publicada por la editorial española Rata), la escritora revive esos sucesos a través de la experiencia de siete personajes diferentes. La novela arranca con Dong-ho, un joven de 15 años que busca el cadáver de su mejor amigo entre los cuerpos amontonados en las dependencias de un polideportivo municipal convertido en improvisada morgue.
Kang se mudaba constantemente porque no tenían casa propia. Su padre, el novelista Han Seung-won, era joven, pobre y escritor. Su familia se trasladó a Seúl cuando ella tenía 11 años y estudió en cinco escuelas diferentes; para ella no fue fácil acostumbrarse a algo nuevo cada poco tiempo. En su casa no había casi muebles ni objetos decorativos, pero estaba llena de libros. Ante tantas mudanzas y cambios, los libros fueron una especie de protección y refugio. “Gracias a los libros, a la lectura, no me sentí tan mal, no me sentí sola. Pasó el tiempo y esas lecturas continuaron a través de la escritura de una manera natural”, recuerda la ganadora del Premio Nobel de Literatura, que estudió literatura coreana en la Universidad de Yonsei y trabajó como periodista para las revistas Publishing Journal y Samtoh, entre otras. En su juventud disfrutó la lectura de Jorge Luis Borges, un autor crucial para la escritora surcoreana, del peruano César Vallejo, los mexicanos Octavio Paz y Carlos Fuentes, el colombiano Gabriel García Márquez, el chileno Ariel Dorfman y el argentino Manuel Puig. Entre sus últimas lecturas incorporó a dos argentinas: Samanta Schweblin y Mariana Enriquez.
En la magnífica prosa de La vegetariana hay una poeta agazapada. Kang comenzó escribiendo poesía; lo primero que publicó hace treinta años, en 1993, fue el poema “El invierno de Seúl”, en la revista Literatura y Sociedad. Los libros de cuentos que publicó en coreano (El amor en Yeosu, El fruto de mi mujer, Caja de lágrimas y El diseño amarillo de la eternidad) no están todavía traducidos al español. Antes de la novela que la hizo conocida a nivel mundial, cuyo título podría prestarse a confundirla con un alegato animalista, publicó las novelas El venado negro y Tus frías manos, todavía sin traducción en español. Después del libro consagratorio, llegaron Vete ahora, el viento está soplando (hasta ahora sin traducción al español), La clase de griego, publicada en 2023 por Random House; Viene el muchacho, que tampoco está traducida, y Actos humanos.
La historia de La vegetariana, novela publicada en 2007 que la puso en el radar del mundo y con la que ganó el Man Booker Internacional en 2016, surgió de un relato que Kang escribió en 1997, “El fruto de mi mujer”, donde una esposa se transforma en una planta y el marido la riega y la cuida. Pero cuando llega el otoño, la planta se seca y el marido se pregunta si el próximo año su mujer volverá a renacer. Un verso de Yi Sang, “creo que las personas han de ser plantas”, activó el interés por continuar tirando del hilo emotivo. Un día revisando sus papeles encontró una nota que ella misma había escrito en la que decía: “Qué triste que el hombre tenga que comer carne”. Yeong-hye, la protagonista de la novela, decide dejar de comer carne, después de una pesadilla reveladora, para iniciar una búsqueda radical de purificación individual. Pero su familia no la comprende y rechaza esta elección.
La escritora surcoreana muestra a Yeong-hye a través de las voces del marido, el cuñado y su hermana. Esas voces cuentan cómo la perciben, cómo la ven; las lectoras y lectores la van conociendo por las voces ajenas. A Yeong-hye sólo se la escucha a través de sus sueños y pesadillas. La vegetariana se compone de tres relatos escritos desde tres puntos de vista tan diferentes como contradictorios: el marido de Yeong-hye (“La vegetariana”), el de su cuñado artista (“La mancha mongólica”) y el de su hermana (“Los árboles en llamas”). “Siempre he querido aprender -reconoce la autora- sobre qué son los humanos. Los seres humanos son capaces de hacer cosas tan horribles como Auschwitz y también de sacrificarse a sí mismos para salvar a alguien, ir de la violencia a la santidad. Yeong-hye sufre porque pertenece al género humano, quiere huir del lado oscuro de la humanidad, que aparece en sus pesadillas”.
La última novela de Kang, publicada en español en 2023, es La clase de griego, en la que explora la relación entre un profesor de griego que está perdiendo la vista y una mujer que ha perdido su capacidad de hablar por segunda vez en su vida. “De sus respectivos defectos surge una frágil historia de amor. El libro es una hermosa meditación sobre la pérdida, la intimidad y las condiciones últimas del lenguaje”, lo definió la Academia Sueca. La feroz ironía del destino emerge en las primeras líneas de esta novela de la surcoreana en la que manifiesta su admiración por Jorge Luis Borges, un escritor que, como se sabe, nunca ganó el Nobel.
“Borges le pidió a María Kodama que grabara en su lápida la frase ‘Él tomó su espada, y colocó el metal desnudo entre los dos’. Kodama, la hermosa y joven mujer de ascendencia japonesa que fuera su secretaria, se casó con Borges cuando este tenía ochenta y siete años y compartió los últimos tres meses de la vida del escritor. Ella fue quien lo acompañó en su tránsito postrero, que acaeció en Ginebra, la ciudad donde el escritor pasó su infancia y donde deseaba ser enterrado”. Así empieza La clase de griego, que podría pensarse como un pequeño tributo al autor de El aleph, el único escritor que Kang pudo leer cuando tuvo un bloqueo y no tenía deseos de escribir ni de leer novelas.
El Premio Nobel de Literatura es una puerta abierta para que circulen más libros de la autora surcoreana, cuya obra está traducida a más de treinta idiomas. Su narrativa, trenzada en el abismo de la poesía, emerge de los interrogantes existenciales como flechas que nunca dan en el blanco, pero que revelan nuestras heridas y cicatrices. “Hacer preguntas, eso es para mí escribir -afirma Kang-. No escribo respuestas, simplemente me afano por responder preguntas, trato de permanecer mucho tiempo dentro de ellas. De rodillas, arrastrándome otras veces, espero llegar hasta el final, hasta el centro (aunque sea imposible)”.