La alarma del celular suena temprano, él se viste en la oscuridad porque en la casa el resto duerme. En el baño se lava la cara, los dientes, se refriega las manos con jabón dos o tres veces. ¿Para qué tanto? le dice su mujer, te vas a quedar sin piel.

Besa a sus hijas en la frente mientras ellas duermen. Sale en bicicleta al trabajo, ni un alma en la calle, a esta hora toda la gente duerme. Piensa en la palabra sacrificio y en ese beso. Siente que son esas cosas las que te hacen buen padre.

Marca la tarjeta, cumple con la puta rutina de un puto trabajo. Se alivia un poco cuando piensa otra vez en: sacrificio, eso te hace buen padre.

Y el jefe dice siempre lo que falta, y qué carajo sabe de poner el lomo, y la de la administración siempre redondea para abajo y esta conchuda no tiene ni idea, agarra el papel y lo dobla, una mueca ligera hacia el costado, y un día voy a ser yo el que haga la resta.

Hoy pidió permiso para ir a la escuela. La mayor va a hacer la jura a la bandera y la va a ir ver sin que importe la resta al final de la quincena. Piensa otra vez en la palabra: sacrificio. Sonríe a la maestra; no hay muchos padres por poco es el único y esa imagen es hermosa. Ojalá la maestra pueda verlo así, que se dé cuenta: él puede hacer lo que pocos pueden, eso es ser buen padre y un gran hombre.

La nena tiene el pelo atado, tirante y alto, y una cinta blanca que él puso armando un moño; cada vez que se acerca a ella, siente ese perfume de nena buena, nena limpia y educada. Ella es un espejo hermoso donde mirarse. Él empapelaría toda su cabeza de adentro y de afuera para verse solo a través de él.

Por la noche, dice palabras como “sueñen con los angelitos”, “sueñen un sueño lindo”, a veces habla de contar ovejitas. Y retrasa el momento de poner su cuerpo horizontal, de apoyar su cabeza en la almohada, no le gusta soñar, si pudiera no lo haría. Se lava los dientes, la cara y las manos, cuatro veces mejor. Cierra los ojos, piensa en su espejo hermoso con perfume a nena buena, linda, educada, esa nena que todos quieren.

Pero en el sueño, hermano de la muerte, él no puede controlarse. Y otra vez sus manos llenas de sangre, otra vez ese jadeo animal, otra vez esa escena en donde él siente el cuerpo de ella. El cuerpo de ella inmóvil.

Se despierta sobresaltado. Buscando el baño mira sus manos limpias. Repite: esas manos no son mías, esas manos no son mías, esas manos no son mías y vuelve a lavarlas. Mientras lo hace piensa nuevamente: sacrificio.

*Mañana se cumplen 4 años del femicidio de Florencia Gómez, víctima de femicidio en  San Jorge. Se desconoce el autor del crimen, y por ende su asesino está libre.