Entre el documental, la música y el movimiento, Tatiana Santana dirigió en 2014 La bestia rubia, obra de Andrés Gallina centrada en la figura del padre Mugica y los años ’70, un tiempo que la joven directora definía a partir de “la terquedad con que se defendían las ideas”, según decía a este diario cuando estrenó aquel trabajo. Las mismas razones son las que la llevaron este año, junto al actor, coreógrafo y cantante Pedro Frías Yuber, integrante de aquel elenco, a concebir la dramaturgia de Un grito en la voz, obra de teatro musical que se ofrece en el Teatro del Pueblo de Lavalle al 3600.
Si bien el espectáculo está dedicado a Mercedes Sosa, ellos aclaran en conversación con Página/12 que habla de los exilios y regresos de todos los artistas latinoamericanos que ”liberaron caudales de ríos y gritos estallados”, haciendo referencia a la letra de Canción con todos, también presente en el nombre del espectáculo. Los intérpretes son Sonia Alemán, Felipe Bou Abdo y el mismo Frías Yuber. Acompaña en vivo el guitarrista Dante Galeano.
“El estado expulsó en los ’70 a las figuras que se relacionaron con el pueblo”, coinciden Santana y Frías Yuber, “a todos los que por sus ideales y convicciones se conectaron desde un lugar sensible con las necesidades de la gente”. Así, la vida de Mercedes Sosa durante el exilio que se extendió entre 1979 y 1984, y también su esperado regreso al país encuentran un espacio simbólico en las diferentes escenas que se apoyan en una selección de temas del repertorio de la cantante que van de Violeta Parra a Charly García, de César Isella y Atahualpa Yupanqui a un tango de Juan Carlos Cobián. Subrayan los responsables del espectáculo que fue muy importante contar con los arreglos vocales de Marcelo Macri “que le dan personalidad al espectáculo, porque nos alejamos de las versiones que conocemos tanto para atender a la diversidad que proponen estas tres voces”.
Los autores de este espectáculo cuentan que el disparador de la propuesta fue la convocatoria que el Centro Cultural Haroldo Conti lanzó el año pasado para celebrar los 40 años de la vuelta de la democracia. Y aunque no llegaron a presentarse, fue importante para pensar en las maneras de vincular intereses y deseos. “Quisimos centrarnos en la figura de Mercedes, porque sus canciones fueron un arma de comunicación con su tierra durante su exilio, y su regreso se convirtió en un símbolo de la vuelta de la democracia”, explican.
“Para mí no hay límites entre las expresiones escénicas”, afirma la directora. “Todo es material sonoro, sea música o palabra”, resume Santana, vinculada a la música y al teatro a partir de sus estudios de danza. Detalla la directora que cuando ambos hacían la sinopsis de lo que se proponían contar en el espectáculo leían notas periodísticas que hablaban de las dificultades que había encontrado Mercedes Sosa en los últimos recitales que dio en el país poco antes de irse, como el de La Plata, que terminó con ella y sus músicos presos junto a buena parte de los asistentes. Y los obstáculos que debió sortear en 1982, todavía en dictadura, cuando realizó sus 13 presentaciones en el teatro Ópera.
“Todo está orientado a contar un viaje, por eso los baúles y valijas que van conformando la escenografía”, cuentan Santana y Frías Yuber, elementos estos que junto a pañuelos y flores expresan despedidas y traspasos de fronteras. En cuanto a los textos que se incluyen en el espectáculo, sorprende un fragmento de El principito, de Saint- Exupéry. “Un texto que habla de alguien que se va porque no es comprendido y que establece vínculos a la distancia: es un personaje que se despide pero que también afirma que nunca va a dejar de estar”, explican ambos en relación al estrecho vínculo que Mercedes Sosa estableció con su público tanto en el país como en el exilio, y también en relación a su compromiso con los artistas nuevos, a quienes ayudó para darles mayor visibilidad. En cuanto al fragmento de Antígona, de Sófocles, la conexión es evidente: “los griegos hablaron mucho del exilio”, dice Santana, “y Antígona es una mujer que, como Mercedes, carga con el dolor de luchar por sus convicciones y con el dolor de haber puesto el cuerpo cuando fue necesario”.
A lo largo de Un grito… llama la atención las veces que, cantada o dicha, se destaca la palabra libertad: “Nos pareció importante decirla todo el tiempo para volver a su significado esencial, porque es una palabra que nosotros no referimos al libre mercado sino a las posibilidades de compartir y de soñar”, sostienen y detallan: “Mercedes hablaba de la libertad de pensamiento, de la necesidad de volver a la democracia sin miedo. Y a la libertad de llevar a nuestros muertos con nosotros”.
* Un grito en la voz, en el Teatro del pueblo (Lavalle 3636), domingos a las 16.