En un contexto de suba del desempleo y de desplome del poder adquisitivo, de aumento de la pobreza y la indigencia, cada vez son más las personas que recurren al sistema de salud pública. Poder costear un tratamiento con unx psiquiatra y unx psicólogx en nuestro país es una cuestión de clase. Para quienes no poseen una obra social o prepaga, acceder a un tratamiento de forma particular ronda entre los 70 mil y 80 mil pesos mensuales y el valor aumenta cuando se suma la medicación indicada.

¿Por qué razón querrían cerrar un hospital de atención interdisciplinaria, especializado en salud mental y problemáticas de consumo con perspectiva en derechos humanos? Según un comunicado oficial del ministerio, el Bonaparte presenta “una subutilización en función de su capacidad (...) una reducida cantidad de pacientes que se atienden en la institución y una muy baja ocupación”. Para desmentir estas falacias, los servicios asistenciales y el área de estadística del Bonaparte hicieron públicos algunos datos que muestran la elevada actividad que mantiene el hospital.

 

De enero a septiembre en la institución se registraron: 77 mil consultas ambulatorias (que incluye atención a la Demanda Espontánea, Consultorios Externos, Hospital de Día, Servicio Salud Integral, Servicio Niñeces y Adolescencias); fueron asistidxs 17 mil usuarixs; se concretaron 31 mil consultas en dispositivos de Abordaje Territorial; se realizaron 11.700 intervenciones en Guardia y en promedio por día el hospital recibió 40 usuarixs en internación, lo que equivale al número de camas disponibles.

Desde que se anunció el cierre, los reflejos de los trabajadores encendieron todas las alarmas: fueron cuatro días de vigilia permanente. Foto: Virginia Chaile.
 

 

La organización venció a la crueldad 

Desde el viernes 4 de octubre, cuando el Ministerio de Salud anunció la clausura del servicio de guardia y de internación, lxs trabajadores tomaron el hospital para defenderlo y asegurarse que su funcionamiento no se interrumpa. Durante cuatro días hubo vigilia comunitaria, lxs usuarixs del hospital resistieron codo a codo con lxs profesionales de la salud que les brindan atención a diario y rápidamente comenzó a llegar la solidaridad de distintos sectores de la sociedad. El fin de semana hubo espectáculos musicales, asambleas y talleres con corte de calle incluído por la masividad de las convocatorias. Ganó la organización de lxs trabajadores y de los sindicatos con el apoyo de la calle.

La resistencia del Bonaparte logró vencer a un nuevo embate de crueldad del gobierno nacional, la desesperación se transformó en lucha y la convicción de la defensa del hospital fue tan fuerte que el gobierno tuvo que dar marcha atrás con su intención de cierre. Luego de cuatro días de protestas y vigilia permanente, la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) anunció que llegó había llegado a un acuerdo con funcionarixs del gobierno para que el hospital continúe funcionando con normalidad, brindando la totalidad de sus servicios y sin despedir a ningúnx trabajador, sin embargo, desde el Ministerio de Salud confirmaron que avanzarán con una reestructuración de la institución pero sin dar detalles sobre cómo ni cuándo la llevarían a cabo.

Durante la tarde del miércoles 9 mientras en el Congreso Nacional se concretaba el veto que desfinancia la educación pública universitaria, comenzaron a correrse algunos rumores que hablaban del traslado de algunxs usuarixs internadxs en el hospital, al momento de cierre de esta nota, esa información no pudo ser confirmada.

El Bonaparte viene recibiendo sucesivos recortes: el mes pasado despidieron a 29 trabajadorxs y sin previo aviso cerraron uno de los centros de asistencia que tiene en el barrio Isla Maciel, ubicado en la localidad bonaerense de Avellaneda. Ese espacio forma parte del servicio de Abordaje Territorial que brinda el hospital en Villa Zavaleta, en el barrio Fátima en Villa Soldati, en La Cárcova de José León Suárez y en Villa Fiorito, entre otras localidades de la Provincia de Buenos Aires. “La atención asistencial que recibía la gente de Isla Maciel quedó bastante recortada; algunas personas se acercaron al hospital y otras se están tratando de derivar a otro lugar. Fue algo intempestivo, lo cerraron de un día para el otro”, cuenta Ema Romero, farmacéutico del Bonaparte que se despeña allí desde el 2021.

Otras de las particularidades del hospital es que cuenta con una farmacia central y otra denominada satélite. La primera provee de medicamentos a las internaciones, al Hospital de Día, al Abordaje Territorial, al sector de niñeces y al sector de Salud Integral y la segunda atiende a usuarixs que reciben atención de manera ambulatoria, ahí es donde está el gran volumen de movimiento de medicación del hospital. “El 70 por ciento de la medicación se da de manera ambulatoria, los insumos y la medicación restante va para los internados o el hospital de día. En general, ningún hospital da más medicación por consultorio externo que para las personas internadas, pero este modelo de hospital es diferente en ese sentido”, explica Romero.

“De acuerdo con la Ley de Salud Mental, la idea es que el hospital deje de ser monovalente. Si bien el fuerte sigue siendo la atención en salud mental y consumos problemáticos, el hospital también atiende un montón de otras problemáticas de salud general, clínica, salud sexual, hormonización, sean o no pacientes de salud mental. Los pacientes que tienen una problemática de salud mental pueden tener otros problemas de salud como cualquier persona y se los acompaña en todo lo que es la salud integral”, agrega Romero.

El hospital recibe además medicamentos de programas nacionales como el Programa de Salud Sexual y el Programa Remediar, desde que comenzó el año ambos tuvieron recortes, especialmente en fármacos de hormonización que se le brinda a las personas que están realizando un proceso de transición de género. “Esa medicación hace meses tiene faltantes importantes”, asegura Romero. En esos retrocesos el gobierno no dio marcha atrás.

Durante las jornadas de protesta, los y las profesionales siguieron brindando atención. Foto: Virginia Chaile
 

 

Lo que estuvo en riesgo

El Hospital Nacional en Red “Lic. Laura Bonaparte” –que lleva el nombre de una fundadora de Madres de Plaza de Mayo, luchadora por los derechos humanos y psicoanalista– es mucho más que un hospital especializado en salud mental y problemáticas de consumo. Es un espacio de contención, acompañamiento y cuidado gratuito y de calidad, que recibe a un sector de la población que no puede pagar ni una obra social, ni una prepaga, a personas que se encuentran en situación de calle y también a aquellas que en medio de la crisis económica que atraviesa el país se quedaron sin trabajo o sin cobertura médica. Por dar un ejemplo, Sofía Castro Riglos, la única sobreviviente del triple lesbicidio de Barracas, recibe atención interdisciplinaria allí. Todo eso estuvo en riesgo, pero la resistencia del Bonaparte ganó y hoy se alza como un ejemplo de lucha que señala que la salida siempre debe ser colectiva y sin grietas.

El viernes 4 de octubre, el Ministerio de Salud anunció la clausura del servicio de guardia y de internación, eso era lo que el Gobierno pretendía, pero no pudo concretarlo porque lxs trabajadores del Bonaparte tenía una convicción clara: defender el hospital y asegurarse que su funcionamiento no se interrumpa. Durante las jornadas de protesta, lxs profesionales de la salud continuaron brindando asistencia por guardia y atendiendo a todxs lxs usuarixs con normarlidad.

Susana llegó al Bonaparte hace 10 años por una problemática de consumo: "Estaba en el infierno, me estaba muriendo y no podía dejar la droga. En el hospital todas las personas que me atendieron lo hicieron con mucha paciencia y amor, me hicieron entender que no eran malos y que me querían ayudar. En ese lugar me devolvieron la vida, estoy constantemente en tratamiento y sigo teniendo el apoyo psicológico de todos los médicos porque ahí somos todos familia", cuenta.

Durante la jornada de lucha del día domingo, Susana trabajó en la olla popular y juntó firmas en la explanada de las escaleras de entrada para impedir el cierre del hospital: "Ahí tengo dentista, médicos clínicos, me hacen estudios para el corazón y todo tipo de análisis. Siempre me trataron muy bien, jamás me negaron atención, ahí me contienen. Son la una de la mañana y tenés ganas de drogarte, vas al hospital, decís "necesito ayuda" y te abren la puerta. Al margen de todo eso que me brindan a mí, si hay una paciente que es mamá, el hospital tiene una guardería para que pueda dejar a su hijo mientras hace su tratamiento. Acá hay todo, es un lugar maravilloso."

Cuando Susana llegó al Bonaparte estaba en situación de calle, a través del Programa Volver a Casa, al que pudo acceder durante su tratamiento en el hospital, hoy vive en un hotel familiar que puede costear gracias a una salida laboral que concretó con lxs profesionales de la institución. "Se hacen varios trabajos como la confección de carteras y artesanías de barro que luego se venden", cuenta.

Cuando se anunció que no lo cerrarían, hubo alivio y mucha alegría, pero la alerta existe. Foto: Virginia Chaile.
 

Un pilar en salud mental

"Gracias al Bonaparte hoy hay un montón de chicos que dejaron de robar porque tuvieron una contención y ahora están estudiando o están aprendiendo un oficio en los talleres que ahí mismo se dan. Si llegan a cerrar el Bonaparte esos chicos pueden volver a caer en las drogas por no tener esa contención y yo no voy a tener otro lugar para atenderme porque es mi lugar y el de muchas personas más. Ahí está mi vida, conozco a mis doctores y tengo mucha confianza en ellos porque siempre me trataron con amor, cuando estoy depresiva, con miedo o triste voy ahí, me siento y estoy con gente que me hace sentir bien y que conozco hace años".

María se atiende en el hospital hace seis años y, además de ser usuaria, participa del centro cultural que funciona en el Bonaparte donde cursa los talleres de pintura, cerámica y fotografía: “Recibo tratamiento psicológico y psiquiátrico pero no es solo eso, mi trabajadora social me ayudó a tramitar mi pase de discapacidad y mi pensión que sin ella no lo podría haber hecho y además acá recibo la medicación por mi discapacidad. Este hospital es todo para mi, es mi gran sostén.”

Valentina es residente de 1er año de Psicología del Bonaparte, a los pocos días que llevaba de trabajo se dio cuenta la importancia que tiene el hospital para la comunidad y la contribución que hace a la salud pública en consonancia con lo que propone la Ley de Salud Mental, tanto en las internaciones, como en el resto de los dispositivos. "En el Abordaje Territorial tenemos varios centros de salud en los que trabajamos desde el hospital, algunas de mis rotaciones son, por ejemplo, en el barrio de Zabaleta y también de Fátima en CABA que tiene muchísimas usuarias y usuarios”, explica.

El Bonaparte continúa en alerta ante una posible reestructuración que el gobierno nacional pretende concretar, saben que lo que defienden es un espacio único que brinda atención de manera integral con perspectiva de género y derechos humanos. “A este hospital llegan personas con situaciones que el resto de los centros de salud no pueden abordar y son derivadas acá. Otra de las cosas que sucede es que muchos de las usuarias y usuarios que llegan al Bonaparte fueron expulsados de otros hospitales del resto del país, por eso es un lugar de referencia. No es casualidad que tenga el nombre de una mujer, psicóloga y Madre de Plaza de Mayo”, dice Valentina y concluye: “Vamos a defender este espacio por todo lo que representa, por las usuarias y usuarios y por la atención de calidad que se brinda.”