Desde Río de Janeiro

La izquierda triunfó en Brasil, con la derrota del bolsonarismo, la elección de Lula y el buen gobierno que lleva a cabo. La economía vuelve a crecer, el nivel de empleo aumenta, hay un proceso eficaz de distribución del ingreso, reducción de las desigualdades y de la pobreza.

El país continúa experimentando problemas de pobreza, gente abandonada en las calles, violencia y seguridad pública. Pero logró superar el peor momento, cuando Dilma fue derrocada por un proceso de lawfare –la judicialización de la política–, además del arresto de Lula da Silva (foto), lo que permitió a Bolsonaro convertirse en presidente de Brasil.

Pero afrontar estos problemas y otros desde una situación más favorable. Lula volvió a ser elegido presidente del país, derrotando a Bolsonaro, pese a no tener mayoría en el Congreso y tener que formar alianzas con partidos centristas, además de haber heredado un presidente del Banco Central neoliberal.

Este mandato de Lula, que prioriza fuertemente la implementación de políticas sociales, se caracteriza claramente como un gobierno antineoliberal. El gobierno tiene estabilidad política, Lula se proyecta externamente como el diplomático más importante del siglo actual. E internamente se reafirmó como el mayor líder político de la historia del país.

Brasil tiene muchos desafíos por delante, pero además de contar con la fuerza política y el prestigio de Lula, tal vez pueda contar con su reelección como presidente, lo que le permitirá gobernar lo que queda de este mandato y otro. Lo cual sería fundamental, considerando que el país todavía necesita un proyecto estratégico, que permita a Brasil pasar del antineoliberalismo al posneoliberalismo, es decir, superar el período marcado por la hegemonía neoliberal para otro período histórico, que aún no está claro como a cómo podría ser.

No significa que el gobierno tenga un programa que le permita enfrentar los grandes problemas que enfrenta el país. El gobierno ha implementado medidas antineoliberales, sin tener un proyecto de más largo plazo y de mayor profundidad.

La economía de Brasil sigue teniendo al capital especulativo como columna vertebral. Revela la atracción que ejerce la tasa de interés aún elevada, canalizando recursos hacia la especulación financiera y no hacia inversiones productivas.

Esta situación bloquea la posibilidad del país de retomar un ciclo de crecimiento y expansión económica, a pesar de superar el estancamiento. La recuperación del control del Banco Central por parte del gobierno podría ser un elemento importante para aumentar la tasa de crecimiento de la economía.

Sin embargo, el mayor enigma del país reside en que Lula tiene un buen gobierno, pero las encuestas no le dan un resultado favorable, proporcional al éxito de su gobierno en el plano económico. Bolsonaro es derrotado, pero el bolsonarismo sobrevive, sin que se comprendan suficientemente las razones de ello. Ni el gobierno de Bolsonaro dejó un legado positivo, ni el éxito del gobierno de Lula se refleja en un grado de aprobación  mayoritario en la opinión pública.

Los resultados de las elecciones municipales reflejan esta situación. La derecha, entre el bolsonarismo, el Centrão y otras expresiones de derecha y extrema derecha, salió victoriosa en todo el país. Incluso sin los resultados de la segunda vuelta, el PT mantuvo resultados razonables, dado el previsible debilitamiento del partido a nivel nacional.

Significa que el prestigio del liderazgo de Lula en el país no se traduce en gran medida en resultados favorables para el PT. El partido necesita urgentemente pasar por un proceso de renovación a nivel nacional, impulsando a las nuevas generaciones. Antes de eso, debe descifrar el enigma de por qué el prestigio de Lula y del propio partido no se traducen en un apoyo nacional mayoritario. Es fundamental descifrar este enigma, para que el futuro de la izquierda en Brasil esté garantizado.