Los inversores parecen estar celebrando a lo grande en octubre. La bolsa porteña se encamina a acumular un aumento de casi 60 por ciento en dólares desde que empezó el año. Algunos bonos soberanos recuperaron paridades del 70 por ciento y el riesgo país baja hacia los 1100 puntos. El gobierno deja trascender que caería a menos de 800 puntos y que el Tesoro podría recuperar el crédito externo como tienen las grandes empresas locales.
Esta euforia financiera genera enormes contradicciones si se mira rápidamente la situación social. La cifra de pobreza aumenta de forma indecorosa, el Congreso rechaza un incremento de presupuesto para la educación pública y la población sufre una crisis de ingresos impactante.
¿Cómo puede festejarse y mostrarse como éxito el aumento en el precio de las acciones y de los bonos en medio de semejante sacrificio social? Se trata de una ambigüedad que no parece tocar de cerca al gobierno.
Desde el equipo económico hace semanas que presumen de la tendencia de los activos financieros (incluida la baja del dólar y la disminución de la brecha cambiaria). Los funcionarios están convencidos que el impacto distributivo de estos últimos meses fue totalmente necesario.
El relato del gobierno suma que el humor social cambiará hacia adelante con la baja de la inflación, el renacer del crédito y el rebote de la economía. Para agregar que el furor del mercado se anticipa a esta tendencia.
La ola de compras de activos bursátiles de la argentina adelantaría que la actividad empezará a crecer, que las inversiones extranjeras llegarán al país y que el país gozará de una prosperidad inusitada en décadas.
Pero estas palabras son expresiones de deseo aisladas de la realidad. En la práctica la suerte del gobierno está vinculada a una sola cosa: la posibilidad de convencer al mundo de volver a prestarle dólares.
Si la Argentina no consigue recuperar el acceso al mercado de deuda internacional en un plazo relativamente corto de tiempo, el plan económico tiene los días contados. Se lo mire por dónde se lo mire.
El año que viene tiene que enfrentar vencimientos de deuda superiores a los 10 mil millones de dólares y comenzará 2025 con reservas negativas por esa misma cifra. La matemática más simple no cierra.
Los funcionarios no tienen un plan alternativo y apuestan por convencer a propios y a extraños que a la Argentina le sobrarán dólares. Como enseña el arte de la guerra, se muestran fuertes en dónde sobra la debilidad.
Una muestra clara fue al final de la semana pasada cuando se anunció que se suscribiría un memorando de entendimiento con una de las compañías petroleras más importantes del mundo y entrarían más de 100 mil millones de dólares en las próximas dos décadas.
Se trata de cifras tan grandes que compensarían de sobra la salida de Petronas en el proyecto de gas licuado. Las acciones de YPF saltaron más de 10 por ciento en los últimos dos días. Sin embargo, las promesas de inversión productivas son fáciles de mostrar y difíciles de concretar.
Esta es una regla de manual. Por ejemplo, brillan por ausencia los dólares que iban a ingresar de las tecnológicas globales. Se hizo una gira a mitad de año con multimillonarios. Los representantes de las grandes corporaciones internacionales se sacaron fotos, pusieron sus mejores sonrisas pero por ahora no entró al país ni un solo billete de lo prometido.
El equipo económico igualmente insiste que el problema de las divisas está resuelto. En los últimos días hizo trascender que en el corto plazo el riesgo país terminará de desplomarse. Se podría ubicar debajo de los 800 puntos y con ello la Argentina estaría al filo de volver a recibir crédito externo.
Las empresas energéticas e incluso algunas entidades financieras locales emiten obligaciones negociables a tasas menores del 10 por ciento. Para los funcionarios esa es la cifra que debería pagar el Tesoro.
En el mercado algunos le creen y las paridades de algunos bonos tocaron picos de los últimos años. Sin embargo, la espuma puede bajar en cualquier momento. ¿Realmente le van a volver a prestar sin levantar los controles cambiarios, con una inflación de casi 4 por ciento mensual y una situación social impredecible?