Vengo queriendo escribir una biografía. Terminé hace unas semanas un librito-hueso y me arrastra la pregunta ¿qué lleva a elegir una vida ajena para hacer una biografía? Es un homenaje y, también, una senda para articular misterios e intuiciones acerca de lo otro que aparece en una misma. Quien escribe va cerca del biografiado para acechar el brillo que se desprende del roce entre uno y otro. Va lo más cerca que se pueda para que lo vital irrumpa. Va por entre lo que se puede cazar de sentido o hechos y eso inasible que se fuga. Y, como en una obra de teatro fugaz, se conmueve y abraza a algún guiño para seguir.

El libro que mencioné en las primeras líneas de esta “columna flotante” se llama Vidas conjeturales de Fleur Jaeggy (Ediciones UdP) y es lo que trae a la imaginación cuando lo abrís: un arsenal de rasgos imprecisos, furiosos que escribe F.J. sobre la vida de otro mediante incertidumbres. Sospechar acá es usar todos los sentidos para interpretar los pasos y los gestos del otrx. Es devenir espía, sombra, pájaro. 

Mucho tiempo fantaseé con hacer la biografía de mi bisabuelo, el dramaturgo desconocido de los trenes. No porque haya develado hechos trascendentales -pero qué mejor que ser un dramaturgo desconocido de los trenes- sino porque una vida no vale en función de su estrellato, al menos no para mí, que me interesa más el afecto que el resultado. Y con esta idea-sentimiento-convicción construyo un punto de vista que hace un recorte en el que puedo hincar la lectura. 

Dicho de otro modo: el trabajo de la biógrafa es lo que da sentido a la lectura de la vida del biografiado. En el caso de mi bisabuelo, me atrae especialmente un objeto. Podría hacer la biografía de un maletín (qué tipo de cuero, año de fabricación) donde guardaba su acervo de sainetes (en qué tipo de papel escribía, el paso a la máquina de escribir, analizar los sainetes, ese tipo de dramaturgia). El maletín es un cuerpo-souvenir que me trasporta al hombre que amaba el teatro y se ganaba la vida como ferroviario.

F.J. es una escritora que escribe sobre escritores, pero -como en el resto de su obra- tampoco es lo nodal, ella despilfarra una pluma imposible de imitar. Frugal y hechicera. Aunque quiero subirme al gesto de mirar la otra vida, a partir de una suerte de fascinación y terror que tengo (tal vez por destinar mis horas al teatro independiente), por los artistas que se ganan la vida gracias al desempeño en otras tareas.

Susana Cook, performer argentina que vive hace décadas en Nueva York y pasea perros, ya me lo ha dicho: “yo tengo bien separados los universos: por las mañanas paseo perros, me aseguro esa renta para que después del almuerzo la perra del arte me saque a pasear a mí (risas)”.

La fantasía es una instancia maravillosa porque todo es una proyección radiante. Pongo primera y acelero en la imaginación: quiero inscribir la biografía no escrita de mi bisabuelo en una serie de biografías de personas que son artistas y a la vez trabajan de otras cosas. Después, me pasa eso que dice Osvaldo Baigorria: “me da pereza o fiaca, o no sé cómo trabajar” y abandono el proyecto.

Este libro es una declaración de amor a la biografía: Gumucio, Baigorria, Fuguet y Vallejo en la mira de la autora rosarina.
 

 

Lo de Baigorria lo leí en un libro que me voló los sentimientos Tu vida en mi vida (Beatriz Vitervo) de Julia Musitano, escritora y crítica que tiene muy claro el diámetro de su lupa: trabaja sobre escritores que a su vez escriben sobre la vida de otros escritores. Me gusta lo que arroja Julia cuando dice que le interesan las biografías que muestran un espacio compartido entre biógrafo-biografiado. La lupa sobre la biografía de un vínculo. Copio mi subrayado: 

“La escritura entre dos echa luz sobre un modo de pensar las biografías actuales en el auge de las escrituras de vida en el continente (…) Esa es la forma amorosa de la biografía que entiende que la verdad no es otra cosa que el grado de intimidad que tiene una escritura consigo misma, un aspecto inmanente al lenguaje. No se trata de contar la verdad, se trata de sostener la ilusión de proximidad”.

Otro libro que me pareció hermoso es Otra cosa es permanecer (Marciana) de Romina Paula, escritora, dramaturga y directora, donde recopila textos que publicó a lo largo de varios años en un diario digital, y especialmente me quedé pegada a uno en el que cuenta a Rosario Bléfari y su vínculo con el dinero. Aunque, siguiendo la línea que propone Musitano, lo que cuenta es, también, la relación entre Rosario y Romina (entre ellas y ellas con el dinero). Aunque el eje, el vector, la fosforescencia a la que sigue la autora es la vida de la primera. 

Tal vez porque ambas abrazaban el hacer del teatro independiente, y detenerse en el recorrido de Rosario era, a su vez, observar la escena underground de los ´90 que le ofrece a Romina pistas, indicios, una conjetura de la continuidad. En otra entrada, Romina Paula cuenta a Carlos Defeo – a la amistad que tenían con el inmenso actor que falleció el año pasado. Eso me reenvía directamente a María. A mi vínculo con ella. Y que no pude nombrar desde que decidió irse. 

No pude contar que me llegó la noticia mientras justo estaba leyendo A la salud de los muertos de Vinciane Despret (Cactus), libro que abandoné ahí mismo cuando recibí el baldazo. Todavía sigo fría sin poder contar cuando la conocí, cuando hicimos teatro juntas, cuando hablamos por teléfono, cuando no la vi más.