Cada vez que Ernesto Tabárez habla, la intensidad respira. Y lo hace más fuerte cuando él canta. Plata, el más reciente disco de Eté y Los Problems, se grabó en medio de la agonía. El frontman se estaba quedando sin voz. “Es ambiguo lo que aprendí de todo eso”, confiesa el vocalista y guitarrista de la banda uruguaya. “Remás todo lo que podés. Pero no depende de vos. Entonces no te queda otra opción que seguir remándola”. Sin embargo, lo que inspiró a este quinto trabajo de estudio, que presentarán el viernes 11 de octubre a las 20 en Niceto Club, no fue esa procesión, sino el mar. O más bien el imaginario portuario. “Yo veo al puerto desde mi casa. Hay un lenguaje, una fauna y un grupo de personas que habita en todos los puertos. Los coreanos, los filipinos, los rusos, los dealers, las putas…”.
-¿No es muy retro lo que contás?
-Eso sigue vivo. A un tipo que está tres meses en el mar, cuando baja a tierra tenés que darle de comer la mejor comida. De hecho, el cocinero británico Rick Stein dice que en el puerto hay una zona de restoranes turísticos, pero fuera de éste el primer restorán que conseguís es el mejor de la ciudad. Ahí comen los que trabajan en el puerto. Y en Montevideo puedo confirmarlo.
-Hablás del puerto desde un tiempo presente o a partir de una idea romántica.
-Es un puerto real, del que soy testigo todos los días, que construye un puerto imaginario, que es atemporal. Es toda la humanidad arrojada al mar. Están los fenicios, la música irlandesa, están las mandolinas y los acordeones, y los tambores y los negros que cruzaron el océano.
-Los barcos ya no son lo mismo que hace un siglo.
-Pero siguen llegando llenos de gente. Los escucho comer debajo de casa o buscando wifi. Hay una vida de los trabajadores del puerto. No sé cómo es la de los turistas. Lo que no tiene es la centralidad. Se la sacaron los aviones.
-¿Cómo sería para vos el marinero moderno?
-Partí de la base de que todos los marineros son lo mismo. Todos los tipos enfrentados al mar son el mismo por la dimensión. El tamaño del mar hace que seamos la nada misma. Más allá de la piratería, los barcos son lugares de trabajo con condiciones muy dudosas. Hay una mitología de gente asesinada y tirada por la borda. De eso habla la canción “Ismael”.
-¿Cómo fuiste hilvanando el relato de Plata?
-Sabía que el disco comenzaba con una plegaria. Y eso quedó. Partí de la base de que un marinero es supersticioso. Necesita tener fe porque uno no se sube a una de esas cosas si no cree que va a volver. También supe que necesitaba una canción que empujara como el viento. Leí muchas bitácoras para hacer el disco, y en todas hay momentos en el que no hay viento y la tripulación no sabe qué hacer. Un día vuelve a soplar la brisa, y a las dos horas están volando sobre el agua. En “Las palomas” está eso. Después quería una cosa más de la orilla, de cuando la ola lame la arena. Ese tema se llama “Plata”. Armé el disco sabiendo algunas cosas que quería y otras que fui encontrando.
-¿Qué encontraste?
-“Santa María” es una canción particular. Recorre senderos en los que nunca me había aventurado. Está inspirada en la carabela de Colón y en mi pareja, que se llama María del Mar. Además, según escuché, a la iglesia de Santa María del Mar, en Barcelona, le llevaban flores a los marineros muertos en alta mar. Era una referencia para los que no volvían. La canción tiene momentos basados en Hey What, el último disco de Low, y tiene coro de iglesia. Era algo que no me esperaba.
-Publicado el 7 de junio, Plata es un disco de rock rioplatense, en el sentido más literal. Se grabó entre Montevideo y Buenos Aires, fue producido por el argentino Ale Vázquez (trabajó con Charly, Spinetta, Divididos, La Renga) y el uruguayo Sebastián Teysera (cantante de La Vela Puerca), y tiene ese color grisáceo que conecta a ambas orillas. “Tengo la idea de que hay calma en las ciudades con costa, porque todo lo que la humanidad construye termina en la frontera con el agua. La miseria llega hasta el borde de la tierra, y luego es mar”, reflexiona Tabárez. “Montevideo, en comparación con Buenos Aires, está más conectada al río. Sin embargo, hay una conexión indisoluble entre ambas ciudades, casi como noción. Con todo eso se construyó la identidad del disco”.
-Pese a su melancolía rioplatense, en estas 11 canciones hay una intención cosmopolita.
-Parto de la base de que mis discos van a ser rioplatenses, y de que voy a tratar de ponerle un poco de lo otro. Estamos en tiempos oscuros, y la respuesta a eso es buscar el bien. Este disco fue escrito en la pandemia, y es el primero que hago desde que tengo una hija. Quería hacer un disco que pudiera escuchar con ella. Más allá de su melancolía, tiene cierta luminosidad.
Entre diarios de a bordo, arena, salitre, mandolinas y guitarras portuguesas, aparece Moby Dick. El libro de Herman Melville, amén de inspirar la canción de Led Zeppelin, también sirvió de guía en la confección del último álbum de Eté y Los Problems. “El 31 de diciembre de 2019 lo pasé en mi casa nueva. Cuando se hacen las 12, todos los barcos tocan la bocina al mismo tiempo. No lo podés creer”, ilustra el frontman, quien atiende a esta entrevista en el jardín de la casa de una amiga en el barrio de Palermo. “Yo no sabía que eso existía, y es un sonido enorme. Es un canto de animales, de ballenas y de ángeles. Temblaba todo. Cuando terminó, me dije: ‘Tengo que hacer un disco de esto’. A las pocas semanas, me reencontré con Moby Dick. Me atravesó muchas veces, e intenté no terminarlo. No quería llegar a la muerte”.
-Es curioso lo que decís porque hiciste el disco pensando que te morías.
-No sabía si era mi último disco. Cuando empecé a grabarlo, descubrí que no podía cantarlo. Eso fue en noviembre pasado. Yo canté esos temas en el borde de mis posibilidades, en el borde de mis fuerzas. Tuve la fantasía de ir a mi propio funeral. En junio, tras la salida de Plata, me operé las cuerdas vocales. Mientras esperaba el resultado, estuve mudo. Todo mi equipo me sostuvo. Sólo podemos sostenernos si estamos juntos, sólo en comunidad se resuelven estas cosas. Estuve semanas sin poder hablar. Cuando presentamos el disco en Montevideo, nadie sabía si yo llegaba. Estábamos todos con el culo en la mano. Pero pasó una cosa increíble: no podía hablar, pero sí podía cantar.