Tras la esperada y multitudinaria segunda Marcha Federal contra el veto presidencial a la ley que asignó los recursos para la continuidad de la vida universitaria, resulta necesario asumir el debate acerca de su sentido y sus consecuencias políticas. La movilización repitió su masividad y amplitud, tanto en el mundo universitario como de las fuerzas políticas, de la cultura, sindicales, feminismos, etc. Sin embargo, desde la derecha se intenta rebajar su impacto en amplísimos sectores de la sociedad. Así es que, simultáneamente con la irrupción de docentes, alumnos, y manifestantes que se derramaron por las plazas y avenidas de la Patria; aparecieron los editorialistas de la derecha mediática, con el propósito de establecer el sentido y valor de lo público. 

Los columnistas estrella de los dos grandes medios hegemónicos “explicaron” que el reclamo “es legítimo” pero “mucho menos interpelante que el anterior por la presencia predominante de los sindicatos docentes”. O bien que “fue masivo” aunque “de menor alcance”. Uno de los eruditos editorialistas apela al filósofo griego Heráclito de Éfeso, para reiterar la letanía de que la segunda movilización fue menor que la primera recordando la célebre frase: “Nadie se baña dos veces en el mismo río”. Cierto es que desde la primera convocatoria se han agudizado las contradicciones que hacen cada vez más visible la inviabilidad del modelo económico: en lo que va del mandato mileista se generaron cinco millones de nuevos pobres y un millón de nuevos indigentes. La situación es tan crítica que la Pastoral Social de la Iglesia, advirtió sobre las graves consecuencias para los sectores medios y populares de la Argentina. Los obispos retomaron las críticas al gobierno del Papa Francisco en un documento en el que afirman que “son necesarias políticas equitativas que afiancen la Justicia Social, para que todos tengan tierra, techo, trabajo, un salario justo (…) para impedir la proliferación del descarte material y humano que va dejando a su paso violencia y desolación”.

Los argumentos del Presidente y su ejército de trolls para descalificar la movilización muestran que la marcha impactó bajo la línea de flotación de la narrativa oficial. Asignársela a Cristina Kirchner o a un supuesto frente populista de izquierda, peronista, progresista y radical, es un buzón que solo pueden tragarse los cuatro mil fanáticos congregados en Parque Lezama. El ataque a la universidad pública toca una fibra cultural extensísima en el cuerpo social argentino, ya que representa valores anudados en historias familiares de progreso, que no se pueden mellar con mensajes violentos y primitivos. Esta amalgama, expresada en la educación y la salud pública, fue construida por distintas fuerzas políticas de la historia argentina: liberales, socialistas, peronistas y radicales que posibilitó la mejora en la calidad de vida de la sociedad argentina y el propio desarrollo del país. Sin embargo, Milei sale al choque, con su nueva creación de “golpistas que te usan” “prostituyendo una causa noble”, ignorando que para liquidar el Estado esta narrativa ya muestra claros signos de agotamiento. Más allá de la ratificación del veto por el Congreso es importante destacar la amenaza antidemocrática de que no cumpliría con la ley si el veto hubiera sido rechazado. La amenaza, asimilable a la fujimorista, ya no es la teatralización de darle la espalda al Parlamento, sino que hubiera implicado el incumplimiento de lo establecido por la Constitución Nacional.

El ajuste más grande del mundo, que intenta aplicar el gobierno anarco libertario, se fundamenta en la descalificación de lo público y en la zoncera que, a esta altura mutó a siniestra; de que el déficit fiscal es el verdadero drama argentino. Con este vetusto argumento, Milei pretende destruir lo público y reemplazarlo por el mercado y las corporaciones privadas. Y complementariamente por medio del gran ajuste que todo lo abarca, afrontar el impagable sobreendeudamiento externo, contraído por sus socios macristas con el FMI y los acreedores privados. Está clarísimo que esos multimillonarios no tienen en sus planes atender prioritariamente a los 25 millones de pobres, ni los sueldos docentes, ni a los hospitales públicos, ni a millones de niños/as que pasan hambre. ¡Ese no es su problema!

Mientras los efectos sociales y políticos de esta segunda gran movilización en defensa de la educación y la universidad y del valor de lo público continúan impactando en la conciencia ciudadana, el gobierno se propone machacar con la privatización de la aerolínea de bandera, y pretende, ya desprovisto de todo sentido social y humanitario, vaciar al Hospital de niños Garrahan y cerrar el Hospital Laura Bonaparte, dedicado a las adicciones y la salud mental. Pero no es lo único en la mira del súper ministro de desregulación y privatización, F. Sturzenegger. También lo están las empresas incluidas en la neocolonial Ley Bases y las que fueron excluidas del proyecto original, que ahora procuran reflotar. Las universidades nacionales se encuentran en esta lista, ya que la verdadera convicción del gobierno es su desaparición, o bien su arancelamiento, con el fin de que la educación universitaria sea de élites, en su intento de llevarla a un estadio anterior a la reforma de 1918 y la gratuidad del peronismo. El ataque a lo público, cristaliza una sociedad cada vez más desigual, con una distribución del ingreso y la riqueza socialmente producida, más retrógrada, dejando a la vera del camino a los núcleos humildes y amplias franjas de las clases medias.

Lo que está claro es que el escenario político y social se va desgastando en forma proporcional a la radicalidad del proyecto político mileista. La reciente demostración de masas del pueblo argentino defendiendo sus derechos, exhibe la enorme reserva democrática de la sociedad, potenciando el reclamo sobre la necesidad de constituir un programa político progresista y popular que salga al encuentro de la gravísima emergencia social y de la recuperación de nuestra soberanía política y económica, comprometida por un presidente pro inglés, admirador de Margaret Thatcher.

El triunfo popular del pueblo mexicano, que colocó en la presidencia a Claudia Sheinbaum, reafirmó a un gobierno que llevó adelante políticas públicas mejorando la vida de las mayorías. Se trata de un mensaje inspirador para todos los pueblos del continente.

(*) Secretario general del Partido Solidario y Presidente del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.