“Hay algo de mujeres”, dice Oscar, el taxista que lleva a esta cronista de la terminal de San Salvador de Jujuy a su hospedaje, en un pueblo a 30 minutos de la capital. “Algo de mujeres que se juntan. Lo vi porque pusieron un escenario. Pero no entiendo muy bien qué es lo que quieren hacer, o por qué”. Oscar advierte que la terminal está vacía: de los micros bajan contingentes repletos de mujeres que, así como llegan, se van.
Carga y descarga de feministas que, después de viajes de casi 24 horas, se reconocen en los baños mientras se lavan los dientes con un guiño cómplice. Estiran las piernas, se suenan la espalda, vacían los mates y se sacan fotos para marcar uno de los grandes hitos del 37º Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales e Identidades No Binarias en San Salvador de Jujuy: haber llegado.
“Me parece bien que se junten, están pasando cosas muy feas por acá…”, señala Oscar mirando la ruta, cuando quien escribe le cuenta que es una reunión anual que se hace para discutir asuntos como, por ejemplo, los derechos de las mujeres.
De su espejo retrovisor cuelga un rosario de madera y un pino aromatizante con los colores de la bandera de Estados Unidos. “¿Cosas feas como qué?”. Oscar, que antes de ser taxista fue policía, enumera como un inventario los femicidios a la orden del día en las : allá, en esa casa, mataron a una chica. Fue el ex novio. La semana pasada, en ese pueblo, un hombre descubrió a la mujer con la amante y la mató a ella y a él. Y después se pegó un tiro. Y así. “A mí nunca me pasó una cosa así, de querer matar a una mujer…yo cuando me separé de mi esposa, todo bien”.
Paula es verdulera. Son casi las 9 de la noche y está cerrando el mostrador de su despensa en la localidad San Pablo de Reyes, a 15 cuadras de donde se aloja esta cronista, siguiendo un camino de tierra mojada por la lluvia. Es petisa, amable, sonríe mucho, sugiere cuáles son las mandarinas más dulces, usa un delantal celeste cuadriculado con broderie y, aunque tiene una calculadora inmensa, prefiere hacer las cuentas a mano llevándose decimales de un lado al otro.
Ella también sabe que hay algo de mujeres que se juntan: mañana iba a ir con su hija a la inauguración del encuentro y quiere participar, “aunque sea ayudando”. Paula asoma la cabeza por la ventana. Es noche cerrada, ya no pasan autos y los perros se acercan. Le sugiere a la cronista un mejor camino para llegar a su alojamiento. Escribe algo en un papelito, lo dobla y lo mete dentro de la bolsa con las verduras: “Es mi celular, me llamo Paula. Llamame por si necesitás algo”.
Fortalecerse en la lucha
¿Qué hacen esas mujeres que se juntan? ¿Por qué miles de ellas, más empobrecidas que nunca, más exhaustas que nunca, recorrieron casi 25 horas de ruta para llegar a Jujuy, para quedarse máximo dos o tres días, y volver? ¿Por qué hay mujeres que piden sus días sagrados de sus vacaciones para dormir en una escuela, con una bolsa de dormir, compartiendo un baño entre miles? ¿Por qué, despeinadas y ojerosas, chismosean en las estaciones de servicio, cantan canciones, se arengan para mitigar el cansancio, fuman mientras recargan el agua caliente, se ríen?
Porque este es el primer encuentro feminista del gobierno de Milei y quieren que sea el último.
Que en Bariloche 2023 se haya decidido, al grito de “Jujuy, escucha, tu lucha es nuestra lucha”, que este año el escenario tenga de fondo San Salvador, no es casual. El año pasado, la provincia del gobernador Morales fue un laboratorio a cielo abierto de prácticas de amedrentamiento y persecusión sofisticadas, que recuerdan a lo peor de la dictadura.
“Ustedes nos apoyaron con la represión que vivimos en el Jujeñazo, en este lugar se desató una represión, un laboratorio que se replicó en todo el país. En este lugar apresaron a 100 personas de este pueblo jujeño, estábamos aquí manifestándonos, con infiltrados, queremos contarles qué pasó en este lugar, para que sepan donde están”, subraya Miriam Morales, desde el escenario de la inauguración. “Jujuy, escucha, ¡tu lucha es nuestra lucha!”.
Miriam es secretaria de Género de la CTA Jujuy e integrante de la Comisión Organizadora. “¡Vos te robaste a la educación! ¡Morales gato grita todo el pueblo!”, le responden en coro las compañeras que ya están en la inauguración, levantando las banderas y recién bajadas del micro. Otras siguen llegando.
“En Jujuy no se teoriza la interseccionalidad, se vive”, afirmó Laureano Marina Vilte, activista de los Derechos Humanos en Jujuy, lesbiana no binaria y parte de la comisión organizadora. Para él, el Encuentro apoyará al Jujeñazo y buscará articular una agenda feminista común transterritorial. “Este encuentro es una oportunidad para que las Comunidades se apropien de este espacio y repiensen las estrategias de lucha”.
El año pasado, en inaugurado el taller de antifascismos -uno de los más concurridos-, se determinó que los discursos de odio se habían implantado en la sociedad y urgía pensar prácticas de autodefensa. Ahora esos mismos discursos son gobierno. Y el plan de exterminio y miseria programada contra quienes no generan suficiente riqueza como para ser considerados “argentinos de bien”, es el resorte que moviliza la gestión de la miseria programada de Milei.
“En este momento nos encontramos en donde directamente no hay absolutamente nada. No hay un Estado que esté generando algún tipo de política a favor de los derechos de las mujeres y la diversidad, porque no les interesa. Porque tienen una ideología que es contraria a quienes venimos luchando a lo largo de todos estos años por la ampliación de derechos de la diversidad”; dice María Pía Cevallos, integrante salteña de MTA (Mujeres Trans Argentinas). “Entonces, de alguna forma, el Encuentro también va a ser pionero en ese sentido. Va a permitir, desde la ternura, poder abrazarnos para encontrar también esas respuestas. O no respuesta, pero sí una construcción colectiva para este momento, porque es tremendo lo que sucede y necesitamos estar todos”.
“Creo que todas estamos esperando el abrazo fortalecedor, el abrazo sostén, el poder juntarnos y decir acá estamos. Creo que va a ser un Encuentro muy necesario,que nos va a fortalecer para redoblar la batalla que tenemos frente a un gobierno odiador del pueblo que nos ha puesto como enemigas a nosotrxs. Poder conversar sobre lo que estamos viviendo y de qué forma nos organizamos para enfrentar esto va a ser muy importante”, asegura Miriam, que espera que esta pesadill se termine pronto. Y, anticipa, que los talleres de salud mental y el de acceso a la tierra serán unos de los más convocantes.
“Somos mujeres, somos indias y somos pobres. Nos atraviesa una triple realidad. Espero que las mujeres de pueblos originarios que puedan participar, puedan ver el rol político que tenemos, sobre todo en la crisis medioambiental en la que estamos inmersas, que nos afecta de forma directa”, comparte Dulce Patxi, que es jujeña y es parte del Consejo de Pueblos Originarios Yankamaki.
Ella manifiesta que la guerra psicológica que aplicó Milei contra las comunidades se evidencia en un clima de tristeza entre las compañeras de pueblos originarios. Aún así, varias “perseveraron” con su participación en la organización.
“Fue un encuentro de discusión y aportes constantes. Íbamos desde el feminismo hasta la cosmovisión de los pueblos originarios; porque como que se nos disparaban algunas cosas y teníamos que volver atrás y analizarlo y hablarlo de nuevo”, comenta Dulce, que asegura que la organización fue toda una novedad. “Nos gustó muchísimo viajar al interior para ver que las comunidades puedan venir, para ver que las hermanas de las comunidades y de las áreas periféricas de los pequeños pueblitos también puedan estar en el 37 Encuentro. Y también, por ejemplo, llegamos a lugares donde no conocían estas instancias de participación. Fue un trabajo muy lindo, muy profundo, muy sentido, que atravesaban emociones por todo”.
Después de cuatro días de lluvia sobre San Salvador, el viernes recibió la primera jornada del Encuentro con un sol privilegiado: ni una nube en el cielo. Las banderas se repliegan, las compañeras buscan un lugarcito en las plazas para almorzar. Siempre, haciendo rancho como mantra principal.