Una buena noche de primavera, La Vela Puerca debutó finalmente en el Teatro Gran Rex. En realidad, sucedió durante dos noches. Tras desembarcar el miércoles en calle Corrientes, la banda uruguaya le dio la estocada a este hito en su carrera el jueves último. Las canciones y las emociones eran las mismas en ambas funciones, pero los invitados (en su mayoría) cambiaron. Otro rasgo que varió fueron los nervios, porque en la segunda fecha consiguieron domarlos. Lo que bien supo reconocer ese día el vocalista Sebastián Cebreiro. Por más que parezca un dato anecdótico, en sus 29 años de historia nunca se atrevieron a subirse a ese escenario. ¿La razón? Le tenían un respeto que lindaba con el temor. También lo confesaron en las dos horas de show. Es por eso que este estreno estuvo amparado por un concepto.
“Envés” fue el nombre de esta propuesta que surgió a partir del “capricho de un montón de canciones que se amotinaron porque extrañaban” a los fans de la banda. Tal como justificó Sebastián Teysera, el otro frontman. El tándem de recitales en el Teatro Gran Rex estuvo precedido por otro debut en los aforos locales, esta vez a fines de mayo: el Movistar Arena. Se trató del preludio de la celebración de sus tres décadas de trayectoria, en el que igualmente desfilaron un montón de amigos músicos. Aunque la lista de temas fue diferente a la de esta vuelta. En sintonía con el espíritu estético de su último álbum de estudio, Discopático (2022), próximo a sus influencias post punk y new wave, La Vela Puerca reunió en este desembarco porteño esas canciones que sitúan a la banda en la militancia del rock alternativo.
Santiago Moraes amenizó la previa de los orientales. Mientras el ex integrante de Los Espíritus defendía su proyecto solista, en las puertas del teatro un puñado de fans, guitarra en mano, entraba a tono repasando un mini set de clásicos de la banda. Una vez adentro, a pocos minutos del inicio de la actuación, el público revoleaba al unísono la arenga “Vamo’ La Vela de mi corazón”. Esa suerte de mantra sólo consiguió ser interrumpido por el ocaso de las luces y la apertura del telón. Entonces el criquear de los grillos y el sonido de otros bichos nocturnos empezaron a darle entidad al bosque encantado que sirvió de puesta en escena. La sala se tornó tan silenciosa como expectante. Cuando los músicos sintonizaron con el clima del instante, decidieron irrumpir por el tablado.
Largaron con la guitarrera, espesa y melancólica “Frágil”, para luego seguir con “Su ración”, donde Teysera se colgó por primera vez la guitarra acústica. Y la audiencia se prendió en el canto colectivo, al tiempo que algunos se pusieron de pie y comenzaron a saltar sin pensarse mucho que estaban en un teatro. En tanto eso sucedía abajo, arriba salieron más músicos de la trastienda y poblaron el escenario. Con la rauda (a un minuto del arrebato indie) “Sanar”, La Vela Puerca cerró un inicio comandado por los temas del álbum El impulso (2007). Lo que los fans agradecieron invocando nuevamente el “Vamo’ La Vela de mi corazón”. A continuación, redoblaron la apuesta y también la intensidad de la mano de “Se despierta”, lo que dio pie para llamar al primer invitado de la jornada del jueves.
Apareció su compatriota Pedro Dalton, héroe del rock uruguayo manufacturado en los 90, para sumar una tercera voz en otro de los temas de El impulso (la tapa de ese disco es de su autoría): “Hoy tranquilo”, especie de country ensimismado. Apenas sonaron los acordes iniciales, la sorpresa del público decantó en un “Nooooo…”. Después de despedir con un abrazo al cantante del grupo Buenos Muchachos, el setlist se fundió. Hicieron “La nube”, “Atala” y “Lo pactado”, uno tras otro, sin parar. En el último de la terna, amén de bajar un cambio, Sebastián Cebreiro tomó la capitanía de la banda. Lo que dio pie al folk épico “Dice” y el pedido a Santiago Moraes para que ayudara a cantar “Ves”. El pasaje concienciador del show recayó en “Caridad”. No bien terminó, el teatro coreó: “El que no salta votó a Milei”.
Inmediatamente, rescataron “Contradecir”, partícipe del disco De bichos y flores (2001). Y para eso llamaron a su paisano Matías Bello en el banjo, al chelista Roberto Martínez, a la violista Leticia Gambaro y a Manolo (stage y panderetista de a ratos del grupo) para que toque el washboard (literalmente es una tabla de lavar que tiene una función percusiva en el folk) en el céltico “Contradecir”. La dupla de cuerdas se quedó en “En limbo”, que tuvo en calidad de invitado a Garo Arakelián, cantante y guitarrista del grupo uruguayo La Trampa. Pasaje sublime de la noche, al punto de que el público se lo apropió para cantarlo conjuntamente casi por entero. Sebastián Teysera volvió a empuñar la guitarra acústica en “Canción para uno”, en tanto que en “A lo verde” peló el armonio.
En la popera “Clones”, Cebreiro retomó el control. Aunque los Sebastianes se repartieron el liderazgo en el punk “Cada palabra”, e incluso lo legaron en el rock de tracción a sangre “Los reyes de los buzones”, donde Manolo estuvo al frente del micrófono. En ese momento, el Gran Rex se había convertido en el Luna Park: envuelto en un hervidero, con el público de pie, agitando banderas y a un paso del pogo. Ahí Cebreiro anunció que el final del show estaba cerca. Cantaron “La madeja”, y de pronto bramó el silencio. Sin embargo, eso les vino como anillo al dedo para presentar al siguiente invitado, Ernesto Tabárez, cuya potente voz retumbó fuerte en el aforo. El cantante y guitarrista de la banda uruguaya Eté y Los Problems, con show pautado en Buenos Aires el viernes, participó en el grunge “Respira”. De lo mejor de la performance.
La Vela Puerca avisó que iba a bajar otro cambio, y convocaron de vuelta al chelista y la violista, que un rato antes, en “3 minutos”, se robó el protagonismo. Y desenfundaron las intimistas “Sólo un paredón” y “Hoy”. En “Para no verme más” hubo un poco más de brío, pero al terminar los músicos salieron de escena. Entonces el telón se cerró, y retornó el criquear de los grillos y la estridulación de otros bichos nocturnos. Con la muchedumbre de pie, se escuchó nuevamente “Vamo’ La vela de mi corazón”. La banda atendió al llamado, y lo hizo con una selección de temas más mestiza. Arrancaron con “Semilla”, siguieron con la jamaiquina “El bandido” y la rockearon en “Soldado de plomo”. Se fueron, y volvieron con el reggae a la charrúa “Vuelan palos”, completando 30 canciones. Una por cada año de vida.