Patricio Abadi habla sobre Patti Smith como si se tratara de una amiga muy querida, cercana. "La percibo como un vórtice de energía a través del cual se van expresando el arte y la cultura de diferentes generaciones", la define. El artista primero llevó al teatro la vida de Frida Kahlo (2016); luego, la de Herbert Vianna (2018), en el marco de un proyecto que llamó "Biografías ficcionadas". Patti Smith es la tercera entrega. En esta obra situada en 1989, la poeta y cantante, interpretada por Ivana Zachrasky, recibe la noticia de la muerte de su compañero de vida, el artista plástico Robert Mapplethorpe, y para homenajearlo improvisa un velorio artístico/ performático que es al mismo tiempo una "conferencia de amor".

Dentro de esa escena inventada, realidad y ficción se cruzan. "Las biografías ficcionadas son retratos teatrales cuya ficción está dada no tanto por la tergiversación de las vidas retratadas sino más bien por el ingreso de la imaginación en el hecho de ubicar a esos personajes en situaciones y circunstancias que colaboren con la experiencia teatral", explica a Página/12 el escritor, director y actor. "No creo que haya que crear estos retratos adeudándole fidelidad a la realidad sino más bien a la belleza", añade. Hacía cuatro años que no estrenaba en Buenos Aires. Venía distribuyendo sus proyectos entre Madrid y Miami.

"Siento que la obra propone una experiencia contemplativa desde la emotividad", resume. El dispositivo escénico pone a dialogar "el poder ritual de la actuación y el texto" con las "nuevas tecnologías". "Teníamos muchas ganas de trabajar con mapping (el diseño es de Demián Ledesma Becerra), en la frontera con lo documental, pero teniendo en claro que debía haber un equilibrio en los diferentes aspectos de la puesta. Porque si bien es un material en el cual nos esforzamos por tratar de conseguir una belleza visual, teníamos claro que no debíamos perder de vista al ser humano: la pasión verbal de Patti, la palabra, las canciones, la vulnerabilidad y los sentimientos", describe el creador de Matambre y coautor de El equilibrista. La base del material es Eramos unos niños, el libro en que la cantante narra su relación con el fotógrafo. "Después la investigación se fue ramificando: vimos documentales de Mapplethorpe, sobre la generación beatnik, Warhol y todo el social histórico de los sesenta con el poema 'Aullidos' de Ginsberg como destello de la época", precisa.

En este ritual de despedida, Patti evoca anécdotas del emblemático Hotel Chelsea, pinta los sesenta, habla sobre feminismo, música, poesía, locura e inspiración. "La idea del velorio performático nos habilitaba a tener una Patti atravesada por la pérdida y, desde ese estado, tener en el mismo acto la posibilidad instantánea de la transmutación, es decir la posibilidad de recordar pero también de desplegar lo que esa relación había inspirado en ella", explica Abadi.

El texto de esta obra -que puede verse los sábados a las 22.30 en El Excéntrico de la 18°, Lerma 420- fue escrito hace unos años y obtuvo una beca del Fondo Nacional de las Artes. La primera actriz que lo leyó fue Julieta Vallina, quien estaba entusiasmada con "sumergirse en 'la constelación Patti Smith'". La actriz murió en 2022, con tan sólo 50 años. "La amistad con Juli se consolidó en el proceso de investigación de este universo. Luego pasó lo que pasó, ella partió y me costó un par de años volver a tomar impulso", revela el director. "Hay algo de la emotividad que flota en la sala que me permito asociar con el aura de Julieta. Recuerdo sus últimos mensajes, su generosidad, su voz, su talento, profundidad", evoca. La idea de volver sobre el proyecto "tuvo mucho que ver" con la aparición de Zarchaski. "No es sencillo interpretar a Patti Smith desde una composición actoral basada en técnicas tradicionales, porque esquiva la solemnidad. Y en Ivana encontré la actriz perfecta para este personaje. Le dije que ella, más allá o más acá de la apariencia física, para mí era Patti Smith y no necesitaba hacer nada. Tiene un tratamiento muy sofisticado de la palabra y de lo corporal, que desde la sutileza logra empoderarse en el escenario de manera muy linda e hipnótica", elogia.

-¿Qué características de Patti Smith querías que la obra resaltara?
-La pluralidad de su arte. Esa intersección entre la escritura, la música y el ejercicio del pensamiento como elemento transformador. Tengo cierta afinidad hacia los artistas inclasificables, estéticas que se revelan a ser capturadas por los cánones. Si bien el estilo es importante para definir una identidad artística, creo que cuando uno mira en retrospectiva el conjunto de una obra lo más vital es haberse podido expresar en la diversidad. Porque al fin de cuentas el tiempo va cincelando la sensibilidad, que es como un río que fluye, deriva, y ese movimiento no puede dejar de traducirse en la obra de alguien que crea mundos, que pretende redescubrirse a partir de nuevas melodías interiores. Entonces ese río, ese torrente de sensaciones, circula por la sangre del artista, que intenta transformar en expresión las aguas agitadas que lo atormentan y lo iluminan. Patti Smith está habitada por esta multiplicidad. El arte está latente en cada esquina, solo basta detenerse para apreciar las infinitas narrativas que la realidad nos ofrece. 

-¿Qué te atraía de la relación entre Patti y Mapplethorpe?
-El amor y la pasión por crear. Empezaron siendo novios, luego Robert asumió su homosexualidad y el vínculo derivó en una profunda amistad. Más allá de la sexualidad y el paso del tiempo el amor permaneció inalterable. No tenían a nadie, pero se tenían a ellos y tenían el arte.

-¿Por qué te interesa trabajar en biografías ficcionadas?
-Venía escribiendo obras bastante vinculadas a lo metateatral, teatro dentro del teatro, o bien materiales en la frontera con lo autobiográfico, y casi como un ejercicio de desintoxicación me propuse poner la mirada afuera de mi subjetividad, afuera de mi ámbito teatral, y para tomar distancia elegí un personaje femenino, de otra época y otra tierra. Con Frida empezó esta serie. A ella la ubiqué en una circunstancia dramática específica que era el momento previo a que le amputaran la pierna y desde esa víspera terrible desandaba la historia de su vida. Luego de Frida era complejo seguir porque es demasiado contundente, entonces escribí Bonus Track, donde trabajé como intérprete, poniéndome en la piel de Herbert Vianna, que se cayó del avión ultraliviano que manejaba después de intentar una acrobacia aérea. El avión se estrelló en el mar, su esposa murió, él sobrevivió, y después de un tiempo en coma despertó cuando le pusieron una guitarra en la mano. Sin recordar cómo se hablaba empezó a cantar. Eso me emocionó mucho. El milagro del arte. Entonces situamos la historia en el momento previo a que vuelva a tocar en silla de ruedas, con sus hijos pequeños en la platea y el recuerdo de su esposa. La epifanía de volver a llenar estadios pero atravesado por el dolor y la culpa. Y después apareció Patti porque en torno a ella orbitaba toda una corriente artística que siempre me gustó y creo que en teatro no se había visitado lo suficiente.