El título de la versión de Eduardo II de Christopher Marlowe a cargo de Alejandro Tantanian, Oria Puppo y Carlos Gamerro que se acaba de estrenar en el Teatro San Martín da cuenta de la visión coral que adoptaron a la hora de revisitar el clásico. El trágico reinado de Eduardo II, la triste muerte de su amado Gavestone, las intrigas de la reina Isabel y el ascenso y caída del arrogante Mortimer narra ese combo explosivo: un reinado trágico, el asesinato del amante del monarca y la conspiración que Isabel y Mortimer traman para desbancar a Eduardo. En la puesta esa dimensión aparece en las multitudes reunidas para celebrar la coronación, en las procesiones funerarias y en los pequeños concilios golpistas que buscan desestabilizar al rey.
Esa perspectiva revela que, aunque la corona esté sobre la cabeza de Eduardo, él no es el único protagonista de esta historia y nunca ejerce la totalidad del poder. Quien mueve los hilos es la nobleza que conspira en los pasillos de Buckingham (cualquier semejanza con la realidad…). La famosa serie The Crown establece que los miembros de la realeza deben renunciar a sí mismos para gobernar: matan su deseo personal en pos del "bien común". En el caso de Eduardo, la demanda es aún más cruel porque él desea a otros hombres y esto es un escándalo; si mantuviera el secreto en su recámara o si se paseara con una doncella no habría conflicto. Eduardo es gay y esta versión pone el foco justo allí. Heredera del film de Jarman, problematiza la cuestión de la identidad porque se le prohíbe ser quien verdaderamente es.
Llenar la Martín Coronado es siempre un desafío, pero este equipo lo cumple con creces. Un trabajo escénico de estas características comienza por el texto, se expande en la puesta y encuentra proyección en los actores. Se trata de una lectura osada y profunda que aprovecha cada recurso en términos escénicos, dramáticos y estéticos. El primer impacto es la escenografía diseñada por Puppo, que utiliza toda la profundidad del escenario y juega de manera inteligente con los distintos planos, alturas y niveles: los personajes ascienden y caen en su arco narrativo, pero también lo hacen de manera muy concreta en el espacio escénico. Por momentos parecen muñequitos en una maqueta, como si alguna deidad estuviese jugando con sus trágicos destinos.
El riesgo era perderlos en esa estructura monumental, pero aquí ganan potencia a través de las actuaciones. A Tantanian le costó bastante encontrar al protagonista hasta que su amigo Martín Flores Cárdenas mencionó a Agustín Pardella. El director esperaba hallar a alguien que tuviese el hambre del personaje y lo encontró en la audición de este actor que adquirió notoriedad por su interpretación de Nando Parrado en La sociedad de la nieve (J.A. Bayona) pero que ya venía haciendo un camino en teatro y audiovisual con películas como Un amor (Paula Hernández), Pinamar (Federico Godfrid), Los olvidados o 1978 (de los hermanos Onetti), film de terror ambientado en un centro clandestino que pasó por Sitges. Pardella encarna lo que el personaje necesita: obsesión, deseo, furia, ego, capricho, amor. Al fin de cuentas, es la historia de un amor prohibido, la tragedia de un hombre que ama a otro y no puede vivir en paz.
Gavestone es encarnado maravillosamente por Eddy García: formado en la UNA y docente de esa institución, es una de las grandes noticias de la escena actual. García es un actor brillante, de esos que se quiere seguir viendo en escena; se lució en obras como Todo piola (Gustavo Tarrío) y Metrochenta (José Guerrero), y en cada papel deja su huella. Su Gavestone tiene el espíritu de un fauno: una criaturita ligera, caprichosa y bastante insoportable pero a la vez tierna, deseante y embarcada en una revenge tras haber sido desterrado y estigmatizado por su origen plebeyo (el personaje histórico era de cuna noble pero no el de Marlowe). Pardella y García logran una química genuina, con gran compromiso físico y emocional. También se destacan Sofía Gala Castiglione en la piel de Isabel y Patricio Aramburu en el rol de Mortimer, un estratega maquiavélico que lleva la malicia en los ojos.
Como en toda tragedia, el tono se va oscureciendo. Ese arco puede leerse en el recorrido emocional de los personajes pero también en la paleta de colores y en la combinación de texturas del vestuario (las medias de red, el cuero, las máscaras y los brillitos pop dignos de una carroza en el Día del Orgullo conviven con trajes sofisticados, túnicas monacales y tapados de piel), en el diseño lumínico (a cargo de Sol Lopatín y Magdalena Ripa Alsina) y en el universo sonoro (la música de Axel Krygier mixtura el réquiem y el techno de manera exquisita). La coreografía de Josefina Gorostiza expresa la pasión desenfrenada y la violencia que alojan estos cuerpos sedientos de amor, venganza y poder, mientras que el audiovisual en blanco y negro completa el sentido de la escena y con sobriedad nos recuerda que –pase lo que pase– esto es una tragedia.
Los creadores dialogan con Marlowe y exploran lo que tiene para decir sobre el presente. Todo un gesto político. Tantanian define la versión como un “Frankenstein isabelino”, donde el original está intervenido por otros autores de la época. Gamerro es uno de los traductores que mejor conoce este universo y esta reescritura a cuatro manos aporta vitalidad, no sólo por la cercanía del lenguaje sino también por sus guiños y referencias. A Eduardo II le introducen un hierro caliente en el ano y queman sus entrañas. La obra incorpora el dato histórico con sutileza pero sin omitir la crueldad (se sugiere escénicamente y se cita una crónica de Raphael Holinshed) y también hay una alusión a la última dictadura cívico-militar en el método de tortura. Crear es reescribir: pararse sobre lo anterior y atreverse a jugar con esos materiales para decir algo nuevo. El trágico reinado... invita a reflexionar sobre las dificultades de vivir la identidad con plena libertad (a pesar de las connotaciones que pueda tener hoy esa palabra) y expandir los horizontes para imaginar, por ejemplo, una utopía queer donde el poder lo ejercen quienes siempre estuvieron en el margen.
El trágico reinado de Eduardo II: 9
Elenco: Agustín Pardella, Sofía Gala Castiglione, Patricio Aramburu, Eddy García, Luciano Suardi, Santiago Pedrero, Gabo Correa, Lalo Rotaveria, Sergio Mayorquín, Francisco Bertín, Matías Marshall, Belisario Sánchez Dansey, Byron Barbieri, Martín Antuña, Esteban Pucheta // Bailarines: Juan Martín Ahumada, Agustín Farfán, Ignacio Fittipaldi, Valentina Gauthier, Candela Navarro, Agustín Salinas // Traducción: Carlos Gamerro // Versión libre: Carlos Gamerro, Alejandro Tantanian // Escenografía, vestuario y texto audiovisual: Oria Puppo
Funciones: miércoles a sábados a las 20 y domingos a las 19 en el Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530).