"El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos".
Pablo Milanés, Años.
"Envejecer es la única manera de vivir muchos años".
Del refranero ídish.
Querido lector, hoy cumplo 60 años. Y también cumplo ocho años. Simultánea y sumatoriamente. El que cumple ocho le hizo un regalo genial al que cumple 60: ¡un metegol de los de antes, de los de hierro, de los que había en algunos bares o quioscos! Lamentablemente, no me pude hacer un regalo sorpresa, pero me hubiera gustado ver mi cara de asombro y felicidad de 60, como si tuviera ocho.
A su vez, el que cumple 60, para no ser menos (en realidad es más, al menos en años), también le hizo un bello regalo al que cumple ocho: le regaló un libro. ¿Cuál, preguntará usted? Ese es el dilema, querido lector, aún no se sabe cuál, porque el regalo consistió en "el deseo de escribir un libro", deseo que el de ocho apreció como solamente los niños pueden hacerlo, diciendo: "Era el regalo que yo esperaba, pero si yo juego con vos a tu metegol, vos vas a tener que escribir el libro conmigo". Y no me pude decir que no, en ninguno de los dos casos.
Recuerdo que hace ocho años, cuando solamente cumplí 60, les pedí a mis amigos que me llamasen de cualquier manera menos "sexagenario", ya que me sonaba a "sexo agenario" o, diría el Licenciado A., "ajeno al sexo", y si bien uno ya no está para una noche febril de pogo en un recital de rock, tampoco hay que darse por vencido antes de tiempo… ni después.
Mis amigos de 60 están muy felices con mi metegol, y los de ocho se deliran con el libro. De hecho, hemos charlado (yo y yo) y llegamos a la conclusión de que un buen tema sería "cómo llegamos a esto" o "cómo fue posible que llegáramos a esto" o "¿qué hicimos para merecer esto?".
Por supuesto que esta coyuntura la aprovechan para hacer preguntas (más el de 60 al de ocho que el de ocho al de 60), y no obtener respuestas es casi una condición para incluirla en el libro. Porque una pregunta que ya tiene una respuesta no merece nuestro interés, nuestro diálogo, nuestro juego (porque básicamente se trata de jugar; los que intentaron encontrarle sentido a estas cuestiones de una manera solemne, académica y febril han fracasado estrepitosamente, lo sabéis).
Entonces, nos aparecen preguntas como estas:
· ¿De verdad existe la oposición o se trata de un mito onda Los Reyes Magos, para que los inocentes esperen que venga alguien y los salve, reparta regalos, derechos, subsidios, esperanzas, salud, dinero, amor?
· La idea de cerrar un centro de salud mental... ¿tiene que ver con que ya no queda más salud mental para ofrecer? ¿O con que a las pocas personas que conserven su salud mental las van a llevar a un sitio más lejano para preservarlas y que no se extingan?
· ¿La propuesta de vetar el presupuesto universitario y en cambio aumentar el de Inteligencia obedece a una concepción ideológica modernísima según la cual si uno quiere tener nuevos conocimientos no los debe obtener académicamente sino "interrogando" a los sospechosos de tenerlo?
· ¿La idea de ser opositor es la de lograr que el gobierno tenga menos aceptación en las encuestas, entonces seguirá haciendo lo que quiere pero sabiendo que a la gente encuestada no le gusta? ¿O se trata de ganarles a las otras fuerzas opositoras y después "ir a la final" contra el gobierno? ¿O de mostrar que "este grupo (partido, organización)" se queja mejor, denuncia mejor, critica mejor, refresca mejor que los otros?
· Si un funcionario fracasa estrepitosamente dos veces y provoca daños importantes al país, ¿se le debe dar una tercera oportunidad para ver si "la tercera es la vencida" o bien "no hay dos sin tres"?
· Entre quienes tienen/tenemos el consenso de que la sociedad eligió la peor opción posible, ¿no cabría preguntarse qué es lo que hicimos para que gran parte de la sociedad nos vea peores que los peores?
· ¿Es necesario opinar sobre cualquier tema que aparezca en la agenda, aun sobre aquellos de los cuales no tenemos ni la menor idea, no nos importan demasiado, y con respecto a los cuales los únicos elementos que tenemos a mano son nuestros prejuicios?
Como podrá ver usted, querido lector, es un juego largo y sinuoso, que ojalá nos mantenga interesados y deseantes hasta que, esperemos, el año que viene cumpla nuevamente 60… ¡y nueve!
Bueno, ahora me voy a disfrutar mis regalos… ¡Ah!, y respecto de los tres deseos… No sé, lector… El año pasado los pedí, ¡y al menos uno –usted ya sabe cuál– no salió!
Sugiero acompañar esta columna con el video de Rudy-sanz “Romance del asador y el carnicero”: