La fortaleza de la soledad

Zombies, poltergeist, bocetos esotéricos, animalitos tejidos teniendo sexo, extraterrestres con sondas anales, diagramas ocultistas. El mundo de Mike Kelley es como la habitación de un adolescente que ha pasado varios días sin dormir mientras consulta su tabla ouija y mira MTV. Y ese es el montaje elegido por la Tate Modern para Ghost and Spirit, la retrospectiva más ambiciosa hecha en el Reino Unido de este artista punk e inclasificable, que nació en Detroit en 1954 y se quitó La vida en Los Ángeles en 2012. La más reproducida de todas sus obras sigue siendo la foto que tomó de un extraterrestre tejido a crochet de color naranja, utilizada en la portada del primer álbum de Sonic Youth para Geffen, Dirty (1992). La muestra incluye varios de estos muñecos, parte de la serie More Love Hours Than Can Ever Be Repaid. “Kelley es flagrante, antagónico, activamente antiheroico en todo tipo de medios y no sorprende que tocara música noise con sucesivas bandas”, apunta la crítica Laura Cumming en una reseña sobre Ghost and Spirit publicada en The Guardian. Y es que además de colaborar con su Thurston Moore (quien le editó tres discos) o Iggy Pop, Kelley armó y desarmó bandas como Destroy All Monsters. Mientras tanto, seguía produciendo obras, fotos e instalaciones. En la Tate se exhiben Educational Complex (una reconstrucción de su pasado a través de maquetas de cada escuela a la que fue, con espacios en blanco como representación de los abusos que sufrió en su infancia) y su proyecto más complejo: The Kandor Project, en el cual comenzó a trabajar en 2005. Se sabe, Kandor era la capital de Krypton. Superman la rescató y resguardó en miniatura, protegiéndola con una campana de vidrio en su Fortaleza de la Soledad. Kelly reinventó esa ciudad y reconstruyó también la Fortaleza de la Soledad como un búnker en ruinas. Es que en el fondo, siempre supo que no habría lugar donde correr en caso de desastre.

La gesta del nombre propio

“Me extraña que haya escogido lo más fuerte de una nevada para andar por ahí. ¿No sabe usted que corre el peligro de perderse por estas tierras pantanosas?”, le pregunta Catherine Headshaw a Heathcliff en un tramo de Cumbres borrascosas. A Heathcliff le fue mal pero no fue el único que se pudo haber perdido. Y es que al apellido de las las hermanas Brontë se le perdió la diéreses (o sea, los dos puntos) sobre la letra “e” final, durante 85 años. La rectificación se hizo por estos días en el Rincón de los Poetas de la Abadía de Westminster, en Londres. El monumento se había instalado en 1939 y, por alguna razón, no tenía las diéreses que usaban las Brontë: Charlotte, Emily y Anne. La corrección se produjo después de que Sharon Wright, editora de la Brontë Society Gazette, hiciera el pedido. Ella se había acercado al Rincón de los Poetas como parte de la investigación para un nuevo libro. “Lo primero que pensé fue: '¡Han escrito mal los nombres!'. No puedo ser la primera persona en notarlo”, dijo Wright. “Estas mujeres son tres de las más grandes escritoras de este país. Merecen que sus nombres estén escritos correctamente en el monumento creado en su honor”. Wright recordó haber sentido una indignación genuina cuando vio la placa. Las razones del error no están claras, aunque quizás fue un tema de premura, ya que el monumento instaló el 8 de octubre de 1939, poco después del estallido de la Segunda Guerra Mundial. No hubo tiempo para actos formales ni grandes protocolos.

Willow en la tierra del encanto

Hannah Willow, de 36 años, es educadora y autora de libros para chicos. Pero ahora, además, fue coronada como la ganadora del Primer Certamen de Abrazo de Árboles que se realizó en Glasgow. “Pensé que era un evento de caridad. Cuando supe que era una competencia, mi niña interior dijo ‘quiero ganar’. Y lo logré”, dijo la mujer nimbada por una corona de flores. Del certamen, que tuvo dos etapas, participaron quince personas adultas y cuatro chicos. La primera etapa etapa consistía en abrazar la mayor cantidad de árboles en un minuto. La segunda, era una evaluación de la perfomance: se calificaba “la intención, el nivel de respeto, de amor y de entrega” al momento de abrazar árboles. Ahí, Willow la rompió. Sin embargo, no fue la única. En la categoría infantil, el premio fue para una niña llamada Lottie, que decidió improvisar una pic nic con su oso de peluche como manera de abrazar a todos los árboles a la vez con una intensidad que dejó fuera de competencia a cualquier contrincante. Su madre, además, era una de las organizadoras del evento, inspirado a su vez en The World Tree Hugging Championship de Finlandia, que comenzó en 2020, durante la pandemia. Las ganadoras ahora podrán participar de la Gran Final Mundial que se realizará en el bosque HaliPuu, en Laponia, en cercanías del Círculo Polar Ártico. No está confirmado que Lottie vaya a viajar pero Willow ya se puso en campaña y, con la ayuda de su hermana, abrió un crowdfunding para pagarse el viaje. ¡Enhorabuena, Hannah!

Bailando en la oscuridad

“Esto solo fue hecho para los homosexuales”, se quejó un crítico sobre la otra teatral PS: Your Cat Is Dead!, una adaptación de la novela de James Kirkwood Jr hecha en 1972. La obra se centraba en un actor llamado Jimmy y Vito, un ladrón que primero intenta robarlo y luego seducirlo. Como diría un dirigente ultramontano de nuestros tiempos, demasiado sexo gay. A esa producción le fue lo suficientemente mal como para que debieran levantarla al poco tiempo de estrenada. A otra, también co-escrita por Kirkwood, le fue mucho mejor. Se trató de A Chorus Line. Cincuenta años después, el dramaturgo Alastair Curtis intenta revivir en Londres aquella historia de con la esperanza de una mejor recepción de PS: Your Cat Is Dead!. “Va a ser un hitazo”, promete. Revivir el fracaso de Kirkwood, a diferencia de su megaéxito, forma parte de las apuesta de Curtis. Esta puesta (que en verdad será leída por actores, a modo de performance) abre la segunda temporada de The Aids Plays Project. Se trata de una iniciativa desarrollada por Curtis (se puede chusmear en la web) que busca llamar la atención sobre obras de teatro y dramaturgos olvidados que murieron durante la epidemia de VIH/SIDA. De hecho, Kirkwood murió en 1989 por complicaciones relacionadas con el sida, a los 64 años. La temporada del año pasado presentó trabajos de Charles Ludlam, Harry Kondoleon y Robert Chesley y la modalidad es esa: no presentar una puesta convencional sino privilegiar los textos a través de lecturas corales hechas por artistas. “Estos son escritores importantes de los márgenes de la historia queer”, dice Matthew López, también dramaturgo. “Obra a obra, The Aids Plays Project está remodelando el canon teatral queer”, agrega López. El proyecto comenzó como “un inventario, una base de datos”, mientras Curtis intentaba localizar textos y biografías. Aunque no todos estos escritores y obras han sido borrados por completo, muchos habían caído en la oscuridad. “Hubo cientos de correos electrónicos, llamadas telefónicas y un sinfín de solicitudes de archivos”, enumera Curtis sobre su búsqueda. También explica la decisión de no hacer una puesta convencional: “Estos trabajos se suelen adaptar a una lectura improvisada. La idea es sustraer las voces silenciadas de la oscuridad”. Además, observa, la improvisación sigue siendo el rasgo común de la lucha política. En especial, en tiempos donde, a falta de dirigencia, es la ciudadanía la que debe encargarse del gato. Y de la peluca.