“Nos están enfermando de manera global”, alerta el médico psiquiatra Federico Pavlovsky sobre una decisión polémica: los adolescentes argentinos tienen vía libre para invertir en el mercado de capitales a partir de los 13 años. A través de una resolución general, la Comisión Nacional de Valores (CNV) autorizó a los menores a comprar y vender acciones, bonos y otros títulos financieros. El organismo oficial sostiene que la medida busca “promover diferentes herramientas e instrumentos que faciliten el acceso de los jóvenes al sistema financiero; así como también fomentar el ahorro e impulsar la educación financiera desde edades tempranas”. Psicólogas, docentes y expertos en ciudadanía digital y consumos problemáticos cuestionan la medida por ser “sumamente desacertada”, por fomentar la ludopatía o la dependencia emocional de los riesgos financieron en un contexto de creciente adicción a las apuestas online y a una edad en la que no se tiene la madurez necesaria para gestionar las consecuencias.

Los adolescentes deberán contar con la autorización paterna para poder invertir en la bolsa, según establece la resolución. Los dueños de las empresas financieras celebraron la noticia. “Desde los 13 años se va a poder abrir una cuenta en Cocos Capital para comprar bonos argentinos sin pagar comisiones. Vamos a tener que redoblar esfuerzos en lo que estamos haciendo de educación financiera para menores. ¡Gran noticia para Argentina!”, escribió el fundador de Cocos, Ariel Sbdar, en la red social X. El jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Jorge Macri, anunció que se incluirán programas de educación financiera en las escuelas secundarias porteñas a partir de 2025.

Walter Martello, Defensor Adjunto del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires y responsable del Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos, plantea que existe un problema de base en la creencia de un gobierno que en su ideología pretende “confundir libertades con responsabilidades” y “reivindica al mercado a ultranza, en este caso las inversiones bursátiles, desmereciendo el conocimiento, la información y los proyectos que guardan más relación con las particularidades de nuestro jóvenes y nuestro país en el corto y mediano plazo”. 

El Defensor subraya que habilitar que los adolescentes inviertan en el mercado de valores “puede exacerbar problemas de autocontrol, generar expectativas poco realistas sobre la obtención de dinero rápido y promover conductas de riesgo”. Martello agrega que la adolescencia es una etapa donde el cerebro todavía está en desarrollo, especialmente en las áreas relacionadas con la toma de decisiones y la evaluación de riesgos. “La exposición temprana a este tipo de actividad, que puede parecer similar a las apuestas, podría fomentar la ludopatía o la dependencia emocional en la toma de riesgos financieros, sin la madurez necesaria para gestionar las consecuencias. Esto alentaría una mentalidad de juego continuo, confundiendo inversión y especulación irresponsable”.

Griselda Enrico, psicóloga, practicante de psicoanálisis y docente, lanza un interrogante central: “¿No se sitúa a los mismos adolescentes como un objeto de consumo más al ser consumidos por el mismo sistema que los coopta bajo la firma cómplice de adultos ‘responsables’ a la hora de comprar papeles de inversión? ¿Para qué a los 13 años invertir, cuál es el apuro allí y de quién?”. Enrico aporta una respuesta a estas preguntas. “Hablamos de adolescencia y pubertad, tiempo que implica un pasaje, encuentros y desencuentros, lo familiar se vuelve un poco ajeno, el propio cuerpo se torna extraño, habitarlo será un avatar que se transitará de un modo singular con sus propios recursos y acompañamientos, aun para limitarse, pelearse, o diferenciarse; de allí que la tolerancia a lo diverso sea un buen ingrediente. Lo cierto es que en esa búsqueda de nuevos ropajes que exige esta metamorfosis, se transitan vacíos y soledades que constituyen una zona de riesgo y pueden abrirse puertas al abismo, un engaño a la vuelta de un clic”. La psicóloga y docente precisa que “las consecuencias siempre las sabremos en su real dimensión posteriormente y para esto tendrá que pasar un tiempo”.

Lucía Fainboim, especialista en ciudadanía digital y crianza digital, fundadora de @bienestardigitalok, destaca que la decisión es “sumamente desacertada” en un contexto donde los casos de ludopatía crecen. “Me parece muy preocupante porque estamos alentando, ahora a partir de estructuras legales, la búsqueda de plata fácil y cómo multiplicar el dinero a edades donde eso no debería ser un tema de preocupación. Uno puede pensar que el mundo ahora es así, que la financiarización de la economía es parte de nuestra estructura actual, pero hay que dar estas discusiones desde una perspectiva de los derechos de los chicos y las chicas”, propone Fainboim. “No podemos dejar que el modelo actual, que invita a la especulación, se lleve por delante las necesidades propias de los adolescentes, que tienen que ver con vivir experiencias significativas cara a cara. No necesitan estar invirtiendo en la bolsa de valores, necesitan Estado, políticas públicas, personas que estemos pensando cómo potenciar su desarrollo, cómo cuidarlos y cómo ayudarlos a que vivan experiencias significativas”.

Federico Pavlovsky, médico psiquiatra creador del Dispositivo Pavlovsky para tratamiento de consumos problemáticos y coordinador del libro Apuestas online, la tormenta perfecta (Noveduc), observa que las empresas tecnológicas eligen a las infancias para “allanar el terreno gradualmente” de las billeteras virtuales al mercado de valores. “Los hábitos que se adquieren en la infancia perduran y los adolescentes son personas mucho más vulnerables desde el punto de vista psicológico. Hay un experimento social que antes no existía; es la primera vez que el desarrollo de una tecnología en términos masivos genera adicciones en personas que jamás hubiesen tenido una adicción a las apuestas online”, explica el médico psiquiatra. Y agrega que es una “tormenta perfecta” entre tecnología, mercado, neurociencias, marketing y publicidad, que les otorga rasgos adultos a las infancias.

“Existe una contradicción fundamental al permitir que un joven, que por ley no debería trabajar, pueda participar en actividades especulativas en los mercados financieros”, puntualiza Martello. “El trabajo infantil está prohibido porque el Estado reconoce la vulnerabilidad de los menores y busca proteger su desarrollo físico y emocional. Sin embargo, especular en el mercado de valores requiere un nivel de madurez emocional, capacidad de análisis y manejo del estrés que no son comunes en adolescentes. Esta disparidad en el tratamiento legal refleja un vacío normativo: por un lado, se protege al joven de ambientes laborales exigentes, pero se lo expone a riesgos financieros que pueden tener secuelas emocionales y económicas igualmente graves. Esto requiere una reflexión más profunda y, posiblemente, una actualización del marco regulatorio para garantizar una protección coherente”, evalúa el responsable del Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos.

Fainboim pone el foco en el “imperativo de época” que consiste en invitar a las infancias a saltearse etapas. “Las chicas de 8 o 9 años en vez de estar jugando con juguetes están más preocupadas en su skin care, en tratamientos faciales. La infancia y la adolescencia son tiempos muy improductivos donde se juega por jugar. Hay que tener mucho cuidado y apoyar que esas etapas se disfruten para evitar después enormes crisis de salud mental”, reflexiona la especialista en ciudadanía digital.

 

“Como médico psiquiatra puedo recontra confirmar que un paciente que no existía son los adictos a las apuestas online”, dice Pavlovsky. “Hay una maquinaria de mercado tecnológica publicitaria que genera adicciones y esto se traduce en personas enfermas que llegan a los consultorios de salud mental. Si la tecnología avanza muy rápido, las regulaciones lo hacen en un segundo plano y las repercusiones en la salud mental llegan con un delay mucho mayor; por eso en los últimos años estamos comprendiendo la gravedad del impacto de las redes sociales en la salud mental. Recién ahora empieza a quedar claro que nos están enfermando de manera global”.