La violencia engendra violencia, dice el dicho. Y a esta verdad, le agregaría otra frase que se ha repetido mucho: “ojo por ojo y el mundo quedará ciego”. Desde hace tiempo, en esta columna vengo hablando y haciendo hincapié en la violencia desmedida que se perpetúa en las redes sociales. Cualquiera puede ser un blanco para quienes desahogan sus miserias impunemente, pero hay una marcada obstinación con las minorías sexuales, lo asumido como la oposición política y todo lo que salga de la norma de un pensamiento que no acepta grises o críticas.

Esta semana fue noticia la agresión en el Congreso de la Nación que sufrió un joven libertario. El episodio ocurrió cuando el youtuber Franco Antunes se infiltró en una protesta por el veto a la Ley de Financiamiento Universitario. Los manifestantes se mostraron molestos con su presencia, no sabemos cuál era su intención en esta concentración. Hubo insultos, empujones y todo se desmadró. Intentaron sacar al joven libertario, un repartidor de comidas arrojó su bicicleta contra la gente y a partir de ahí, todo se fue de control. Franco tuvo que correr por la avenida Callao, mientras recibía golpes e insultos de algunos manifestantes hasta que se refugió en una casa de empanadas. Esta respuesta violenta de la gente generó una nueva grieta: ¿está bien lo que le pasó a Franco? ¿Se lo merecía? ¿Se responde con intolerancia a quienes no toleran la democracia o al que piensa distinto? Nosotros podemos opinardistinto e intercambiar diferentes visiones sobre lo que necesita el país, siempre desde el respeto, pero ¿cómo se actúa con las personas que todo el tiempo están provocando y destilando mensajes de odio, incitando a la violencia diciendo cosas tales como “zurdos de mierda, van a correr”? ¿Con que intención va este chico a una marcha de la oposición? ¿Se autopercibe periodista? ¿Qué busca? ¿Provocar?

Escuché a personas decir que este chico se merece haber sido golpeado, porque lo que uno dice con la boca lo debe sostener con el pecho. Esa frase a mí me da machirula y de otra época. Es verdad que una cosa es hacerse el guapo detrás de una pantalla y otra muy distinta es lo que sucede en las calles, pero a mí no me gusta la violencia y hago un esfuerzo enorme para pensar con la cabeza fría y no desde el enojo. La situación me genera muchas contradicciones. Todo indica que hacen todo esto para que reaccionemos y al final caemos en su trampa. ¿O la visita del presidente a la casa de empanadas no fue una provocación? ¿Con las cosas importantes que tiene que hacer se toma el tiempo para sacarse fotos? Hoy al oficialismo le cuesta más tratar de difundir su “verdad” en las redes, y eso quedó volcado en la manera de relatar el episodio de Milei haciendo acto de presencia en la casa de empanadas donde se refugió Fran. Las redes de quienes siguen a Milei reflejaban la visita con imágenes que registraban elogios a él. El resto reproducía la misma secuencia, pero mostrando que había gente que insultaba a Milei.

Decimos que los discursos de odio son peligrosos, y acá tenemos un claro ejemplo de lo que puede suceder y de las consecuencias. Aquellxs que se la pasan insultando, agrediendo verbalmente, denostando y menospreciando a las personas por redes sociales: ¿acaso piensan que les van a esperar con los brazos abiertos? No justifico la violencia y repudio actos como este, pero desde que asumió el gobierno, por estas páginas vengo hablando de la violencia inmoderada que se ejerce de lo más alto del poder político, encabezado por el presidente y su ejército de trols. Quienes piensan como Franco Antunes celebraban la golpiza a los jubilados, inundaron las redes de burlas diciendo que todos jubilados eran kukas y zurdos. ¿Quién puede festejar una paliza a un jubilado? ¿Qué clase de contexto permite que alguien exprese esto sin sentir ningún tipo de remordimiento o aprensión mínima de ser repudiado socialmente? Esta semana, el propio Milei retuiteó un mensaje que decía “Después no lloren DDHH y lesa humanidad”: ¿creían que esto no iba a tener consecuencias? ¿Por qué los que piensan diferente al presidente deben soportar sus constantes humillaciones?

Esta semana hubo cinco escraches. El Gobierno decidió dejar de mostrar estos episodios por el efecto contagio; ya no es Juan Grabois quien parece tener alquilado el palco de los escrachados: hoy se les dio vuelta la tortilla. Esa violencia de redes, que después pasó a los discursos políticos, ahora está en las calles. ¿Cómo puede terminar esto? Muy mal, es hora de dejar de justificar y naturalizar la violencia del presidente. Señor Milei, está en sus manos poner un freno a tanta saña. Es usted quien debe dejar de insultar a los que no están de acuerdo con su gobierno, quien debe poner mesura y paños fríos a este ambiente tan caldeado. Como presidente, debe dar el ejemplo, dejar de soplar tanto viento iracundo y evitar futuras tempestades.