El pasado 12 de octubre tuvo lugar la tradicional marcha del contrafestejo, que se realiza en rechazo a la conmemoración oficial de esa fecha y a lo que representa. Este año, la movilización cobró un significado aún mayor en un contexto en el que el gobierno nacional propuso absurdamente reinstaurar la celebración del "Día de la Raza", un concepto profundamente cuestionado por sus connotaciones coloniales y racistas. En sintonía con esta regresión ideológica, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tomó medidas restrictivas al impedir la instalación de la feria y el escenario en la Plaza del Congreso, un espacio emblemático para la expresión pública de las luchas sociales y culturales. Esta prohibición no solo es un acto represivo, sino también un intento por silenciar las voces que se alzan contra una narrativa histórica impuesta, que busca blanquear las violencias y despojos originados en 1492.

La invasión europea que comenzó ese año no solo marcó el inicio del genocidio de los pueblos originarios de lo que hoy conocemos como las Américas y el Caribe, sino que también dio lugar a uno de los capítulos más terribles de la historia: la trata transatlántica de personas esclavizadas, secuestradas de sus tierras en África y forzadas a trabajar en condiciones inhumanas en el continente americano. Este proceso brutal, alimentado por el colonialismo, no solo destruyó culturas, economías y ecosistemas, sino que configuró las bases del sistema capitalista global, sustentado en el saqueo de los recursos naturales estratégicos y en la explotación de cuerpos racializados.

El 12 de octubre, lejos de ser una fecha para celebrar la "diversidad cultural" o la "hispanidad", como proponen algunas narrativas oficiales, representa el inicio de una resistencia que persiste hasta nuestros días. Es el primer día de lucha de los pueblos originarios del Abya Yala, quienes han enfrentado durante siglos el despojo, la violencia y la opresión colonial y poscolonial. Pero también es una fecha que recuerda la resistencia de los pueblos afrodescendientes, que fueron arrancados de sus territorios, esclavizados y deshumanizados, y que desde entonces han luchado incansablemente contra la esclavitud, el racismo y las múltiples formas de opresión que continúan reproduciéndose en nuestras sociedades.

Ambas luchas, la de los pueblos originarios y la de los afrodescendientes, no deben verse de manera aislada, sino como procesos profundamente entrelazados en la historia de la resistencia al colonialismo. Tanto las comunidades indígenas como las afrodescendientes han protagonizado rebeliones, levantamientos y movimientos sociales que, a lo largo de los siglos, han cuestionado no solo el orden colonial, sino también las formas contemporáneas de dominación racial y económica que siguen vigentes. El 12 de octubre es, por tanto, un día para recordar no solo la herida colonial que nunca ha cicatrizado, sino también las luchas históricas y actuales por la justicia, la reparación y la dignidad de estos pueblos.

Imagen: Nicolás Parodi


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