El eco de unos fragmentos del pasado regresan con la inusitada potencia de lo que resuena en tiempo real: aquí y ahora. Como si lo escrito hace cuarenta años sobre el saqueo económico volviera a repetirse, pero en democracia. En la “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”, Rodolfo Walsh encontraba en la política económica de la dictadura cívico militar “no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”. En caso de que la reforma laboral se aprobara en el Congreso, habría que evaluar si las cifras de la miseria pretérita se aproximarán a la de este presente acuciante: “En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40 %, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales”, planteaba el escritor, periodista y militante político en esa carta que escribió y distribuyó en la clandestinidad, a un año del golpe, el 24 de marzo de 1977. A cuarenta años de su asesinato por un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada, el Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (ILH) inaugurará hoy a las 14.30 las Jornadas Rodolfo Walsh en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415).
Las palabras de apertura estarán a cargo de Noé Jitrik y buscarán aportar nuevas perspectivas escritores, críticos, estudiosos e investigadores de la obra del autor de Variaciones en rojo como Juan José Delaney, Osvaldo Aguirre, Jorge Lafforgue, Aníbal Jarkowski, Roberto Ferro, Ezequiel De Rosso, Diego Peller, Cristina Iglesia, Tununa Mercado, Eduardo Jozami y Sylvia Saítta, entre otros. Durante las jornadas se proyectará P4R + Operación Walsh (mañana a las 13.30), film de Gustavo Gordillo, quien también participará de un diálogo luego de la película. ¿Qué significa organizar este encuentro sobre Walsh en un contexto de fuertes retrocesos en el ámbito de los derechos humanos? Roberto Ferro, escritor y crítico literario, dice a PáginaI12 que organizar las jornadas “siempre es un desafío porque la escritura de Rodolfo parece estar movida por la inminencia de la opresión, la inminencia de la violencia sobre los derechos de los desposeídos”, subraya el autor de El lector apócrifo, De la literatura y los restos y Fusilados al amanecer, entre otros. “Entonces es sorprendente porque justo en este momento en el que el país está atravesando una situación inédita, con un republicanismo intermitente, en situaciones de negación de la negación, hay un desaparecido forzado, pero se fuerza la necesidad de hacer desaparecer las pruebas. Por lo tanto, ahí hay un desafío y es un foro interesante para dar cuenta de esta cuestión y mostrar cómo la escritura de Walsh tiene esa tensión entre periodismo y literatura que hace que constantemente la densidad de la significación esté amplificada por la urgencia de la voz de la inmediatez de la referencia”.
Ferro concluirá las jornadas con un profundo análisis del legado del autor Los oficios terrestres. “Voy a tratar de decir alguna cuestión en consonancia con lo que he escrito –anticipa el escritor y crítico–. El legado de Walsh podría ser pensado en esta dimensión: la escritura permanece como un yacimiento, inquieta, y como es una escritura en la que se cruzan la figuración de sentido de la palabra literaria y la fuerza contundente de la denuncia periodística, el desafío o el legado está en la mirada de los lectores. Somos los lectores los que de alguna manera tenemos que recoger eso. Había una cuestión evidente en Walsh, muy fuerte, que es, ante todo, romper cualquier tipo de barrera que impidiera hacer una denuncia, y luego colocarse en el lugar de las víctimas, esto último es lo fundamental. También hay otra cuestión de legado, de poder contrastar la figura de ese escritor, militante... Y digo militante porque no hay por qué escaparle a la cuestión de la militancia, porque en periodismo no hay objetividad, lo que hay es autenticidad. ¿Qué autenticidad pueden tener todos aquellos que están al servicio de los núcleos concentrados de poder? No son periodistas, son sicarios o, en todo caso, portavoces. El legado de Walsh es establecer ese contraste y lo tenemos ahí firme porque ha marcado este punto de manera importante”.
¿Cómo pensar los tiempos que le tocó vivir? ¿De qué modo esas coyunturas fueron incidiendo en su escritura y en sus preocupaciones? “Walsh investigó desde diciembre de 1956 los fusilamientos de José León Suárez, publicó Operación Masacre en 1957 y al poco tiempo realizó otra gran investigación, que es Caso Satanowsky. En los dos casos se enfrentó a una cuestión muy particular. Walsh era un escritor de policiales, un género en el cual se dilucida la violencia de los particulares y el modo en que el monopolio de la fuerza del Estado interviene. El descubrió una paradoja: el criminal era el Estado. Entonces participó de una situación política muy compleja, desde 1956 a 1977, y supuso que si el criminal era el Estado, lo que había que cambiar era el Estado –explica Ferro–. Por eso, su militancia política, más allá de las discusiones que pueda haber acerca de las metodologías en las que él se vio involucrado, tiene una marca de enorme autenticidad: Walsh jugó su cuerpo, la vida y su propia escritura por esa idea. Ahora habría que pensar de qué manera, por otras vías, el Estado también es criminal cuando hambrea a los jubilados, cuando les quita derechos a los trabajadores, si ahí también no tendríamos que pensar en marcas del legado de Walsh”.