Cuando comenzaban a acallarse los sones de la música disco, a calmarse los sudores de las fiebres de sábado por la noche y a apagarse las últimas luces de Studio ’54 …. Cuando, en definitiva, las noticias de un extraño cáncer que se estaba propagando por la comunidad gay parecía marcar el fin de la época dorada y orgiástica de la liberación sexual iniciada en Stonewall, desde las pantallas televisivas estadounidenses surgió un personaje que parecía venir a querer demostrar al mundo que aun existía la concupiscencia.Cada época produce el dios humano que encarna los deseos eróticos y los cánones de belleza de su tiempo. En ese sentido Jon-Eric Hexum (1957-1984) era, como todo en la década del ochenta -la moda, los peinados, los colores las drogas, la música, los bailes, la estética-: exagerado.
Por empezar, exageradamente bello con sus casi uno ochenta y cinco metros de altura, rostro apolíneo e intensos ojos azules. Y exageradamente musculoso en tiempos que aún no abundaban en la pantalla los cuerpos torneados y desarrollados plenos de testosterona.
Cuentan esas leyendas -frecuentemente creadas por Hollywood para terminar de construir la fantasía voluptuosa- que, en 1980 siendo limpiador de vidrios y escaparates de casas en Nueva York (imagínense encontrarse con un empleado así), Jon-Erik conoció a Bob LeMond, el representante de John Travolta. Lo que es seguro es que, al año siguiente, comienza una carrera bastante meteórica en la actuación para Hexum porque protagoniza una serie de ciencia ficción de la NBC llamada “Voyagers” (Viajeros).
La ficción “Viajeros” parecía hecha a la medida del muchacho. En ella, Hexum encarnaba a un extraterrestre (su hermosura no parecía ser de este planeta) que tenía una extraña misión en la Tierra: viajar al pasado junto a un adolescente terrestre novato en Historia (interpretado por Meeno Peluce) para asegurarse de que los sucesos históricos ocurrieran tal como efectivamente ocurrieron.
Así, cuidaban que la cesta que contenía al bebé Moisés siguiera los cursos del río Nilo; salvaban la vida de un Abraham Lincoln preso por los confederados; rescataban a la pintura Mona Lisa de que se hundiera con el Titanic. O Hexum se iba a la Roma del 73 a.C, y devenía gladiador para liderar junto a Espartaco la lucha redentora de los esclavos...
La serie dirigida a un pueblo juvenil tenía cierta intención pedagogizante, pero más que nada, parecía destinada a ensalzar particularmente las virtudes y la moral del american way life y a los personajes célebres estadounidenses. Es decir, era una típica ficción conservadora (ya que se viaja a través del Tiempo ¿no sería mejor reparar ciertas atrocidades del pasado muchas de ellas emprendidas por Estados Unidos?) encaminada a asegurar la hegemonía cultura y política de la potencia norteamericana en el mundo (así, en un capítulo, los viajeros del tiempo ayudaban a Sam Houston para luchar contra los “rebeldes” mexicanos que querían “quedarse” con el territorio de Texas).
Luego de una temporada, la serie es cancelada y tras un período como taxista y limpiador de alfombras (cuenta nuevamente la mitología calenturienta de Hollywood), Hexum es convocado en 1983 para participar de “Makin a Male Model” (“Construyendo un modelo masculino”) junto a la icónica actriz Joan Collins. Interpretando a un trabajador de rancho devenido en modelo, la película televisiva era nueva ocasión para que Hexum pudiera lucir sus pieles al descubierto y consolidarse como sex symbol junto a quien era la estrella femenina del momento merced al papel de la malvada Alexis en el serial “Dinastía”.
La última actuación de Hexum fue en “Cover up” (titulada “Modelo masculino” en Argentina), una nueva serie televisiva ahora junto a Jennifer O’Neill (la inolvidable Dorothy de la película “Verano del ’42). En ella, Jon-Erik interpretaba a un agente encubierto de la CIA experto en armas que disfrazaba su verdadera profesión oficiando de modelo masculino. Es decir: otra oportunidad para que el novel actor pudiera desfilar y mostrar sus carnes moldeadas.
Es en el set de filmación de “Cover up” donde se tuerce el destino del promisorio actor. Jugando con un arma de fogueo, Hexum se dispara accidentalmente en la sien y se fractura fatalmente el cerebro. Con esa tragedia se frustró la carrera de un galán semejante a un Henry Cavill de la actualidad. La madre de Hexum accedió a ceder el cuerpo de su hijo para transplante de órganos, para lo que fue trasladado a San Francisco, donde transplantaron su corazón a un hombre de Las Vegas. Hexum también donó sus riñones y córneas, que aliviniaron la vida de cuatro personas distintas, así como parte de su piel para tratar a un niño de tres años con quemaduras de tercer grado. Finalmente, el resto de su cuerpo fue trasladado a Los Ángeles, donde fue incinerado. Su madre esparció sus cenizas en el Océano Pacífico, cerca de Malibú. Como James Dean de los ochenta en versión televisiva, Hexum tuvo una vida veloz y devino un hermoso cadáver. Se puede decir de Jon-Erik, lo que Shakespeare puso en palabras de Venus tras la muerte de Adonis: " porque muerto él, con él ha muerto la belleza y muerta la belleza, solo queda el negro caos".
El séptimo capítulo de “Cover Up” narra la muerte del personaje principal en una misión secreta y homenajea al actor. Al final del episodio, a una imagen de un retrato espléndido de Hexum le siguen las siguientes palabras en off con reminiscencias de epitafio de tragedia griega: "Cuando una estrella muere su luz continúa brillando a través del universo para los milenios... Jon-Erik Hexum murió en octubre de este año... pero las vidas que él tocó continuarán siendo aclaradas por su luz, por siempre... y siempre. Jon Eric Hexum (1957-1984)"
Viajero en el tiempo, príncipe (en un capítulo de la serie “Hotel”), agente de la C.I.A., modelo masculino, proletario, ranchero, siempre homoerótico y sexualmente ambiguo… La vida y la muerte de Jon- Erik Hexum evocan en mi a los salvajes y tempranos años ochenta, al descubrimiento de la sexualidad, a los primeros deseos adolescentes, pero también a las pérdidas, tristezas y desilusiones de la juventud, al prematuro aprendizaje de que, frecuentemente, los sueños y las cosas bellas se desvanecen al primer contacto con la realidad.