¿Es posible una lectura sin identificación? Interrogante de difícil respuesta, que ubico más bien a modo de brújula. Propongo seguir el trazo de algunos autores ilegibles, es decir, que se alejan de una lectura hecha por la comprensión, y en su poder de ilectura invitan al lector a poner algo de sí. En esta oportunidad me sirvo de la escritura de Ariana Harwicz**, quien propone despojarse del mecanismo que busca su propio yo en el texto. “Suponer que uno lee desde la identificación primaria es un error. (…) Uno lee para olvidarse de sí, para borrarse, para des/hacerse, para des/identificarse, para romper con la mentira que es el yo, para des/individualizarse”.

Extraigo allí, un rasgo que remite al coraje. Siguiendo a Miller, en psicoanálisis se puede decir que el coraje es un ir más allá de la barrera del fantasma que recubre el horror de lo real.

Entonces, otra clave de lectura tiene que ver con la descomposición del ser en la operación con las letras. Para escribir es necesario no ser. Si “escribir es sustraerse a la vida”, en un movimiento de sustracción y apertura, “primero hay que lanzarse a la vida olvidando la escritura, para luego escribir olvidando la vida”. Operación que sin dudas requiere coraje. El coraje ante ese real que no puede decirse, aquello que excede al significante, y puede presentarse como el fracaso o la muerte. Para hacer surgir una enunciación singular, que permita situarse frente a las declaraciones de pasión que el ruido de una época define.

Harwicz, respecto al “como si”, se pregunta de qué manera esperaríamos sin entrar en la cadena de gestos que nos atraviesa. Arriesgo una ocurrencia: una mueca sería un arma potente contra los dos enemigos más grandes del escritor: la profesionalización y la impostura.

Hallamos en su escritura un hacer con lo extranjero, con lo hostil, con lo unheimlich, que habita en cada uno, bordeando lo indecible. Hace Otra de esa madre esperable, o de esa mujer dulce y tierna. Violenta la lengua en su enunciación, y con el efecto de sus ecos, desarma cualquier imagen esperable, deforma la tradición. Podemos decir que introduce una hiancia capaz de desgarrar la trama de cualquier apariencia. Cómo ese corte ágil en la yugular, que la llevaría a desangrarse, relato con el que comienza Matate, amor. Desgarro inicial, de cualquier idea previa, de cualquier comprensión. Una onda expansiva contra los semblantes que te arrastra al límite de experimentar la intemperie, siendo posible desde allí entregarse al ritmo, a ese reto a duelo entre ruido y silencio que contornea un vacío.

Christiane Alberti, presidente de la AMP, en el acto de permutación del Bureau de FAPOL el pasado 22 de junio, subrayó que en la época actual la palabra se toma al pie de la letra, en su binarismo, un discurso sin paradojas que cala hondo en las profundidades del gusto de nuestra civilización. 

El psicoanálisis se sitúa en la experiencia única de palabra de cada sujeto. Haciendo eco con lo que Harwicz remarca sobre el lugar de la paradoja en la singularidad. “Si algún sentido tiene este libro, es el de afirmar la necesidad de la paradoja. (…) La paradoja es ir contra la opinión general, contra la lógica, es celebrar la contradicción. Cualquier pensador, cualquier crítico, cualquier artista afirmaba su retórica y su poética, en la desobediencia”.

Resuena aquí, el poder subversivo del discurso analítico, que no busca dominar, no queda excluido del ruido de una época, pero no se ajusta a ninguna generalización ni supone la existencia de un metalenguaje, sino que su operación se sitúa en la potencia de una enunciación singular.

**Escritora argentina, nació en Buenos Aires en 1977, vive en el campo, en Francia desde 2007. Sus libros fueron traducidos a dieciocho idiomas.

 

*Merlo, miembro de CID San Luis, IOM3. 02/10/2024. [email protected] Extraído del Blog de la EOL.