Científicos del Conicet y del Hospital Italiano buscan reflexionar en torno a un problema de salud pública crucial antes de que sea demasiado tarde: las superbacterias. Se estima, de hecho, que a nivel global la resistencia antimicrobiana ocasiona 5 millones de muertes al año y de cara a 2050 esa cifra podría duplicarse. Bajo esta premisa, el 21 de octubre se llevará adelante el simposio de ciencia ciudadana denominado Relación entre Plaguicidas, Microbiota, Resistencia Antimicrobiana y Enfermedades. Es una contribución que apunta, básicamente, a concientizar sobre los problemas que puede acarrear el uso desmedido de antibióticos en personas y animales frente a cualquier afección que no los necesita. El caso típico es su uso incorrecto en cuadros virales.

El de la semana próxima es un evento que servirá para poner en común lo que implica esta amenaza para el país y el mundo. Se realizará en Centro Cultural de la Ciencia, espacio destinado a la comunicación pública del conocimiento, ubicado en el Polo Científico-Tecnológico en la ciudad de Palermo. Unos de los organizadores de la jornada, el investigador del Conicet Luis Acosta, señala: “El simposio es importante porque permite discutir y concientizar sobre el mal uso y abuso que se ha hecho de los antibióticos. Además, pone sobre la mesa el posible rol de los agroquímicos en la generación de resistencia”.

Un dato a tener en cuenta es que como es un encuentro de “ciencia ciudadana”, se aguarda la afluencia de especialistas, pero también de personas de diferentes campos como la salud y ciudadanos que demuestren interés en el tema. Por eso, luego de mesas con expositores académicos y de otras con la presencia de actores del mercado y el sector privado, se plantean escenarios de discusión que involucran a la ciudadanía y promueven la acción.

Cambio de enfoque: abandonar la guerra

Quienes están a cargo del encuentro proponen un cambio de perspectiva que puede resultar atractivo: en vez de combatir de manera agresiva --mediante antibióticos-- a las bacterias, quizás sea tiempo de practicar una convivencia más armoniosa con los microorganismos. ¿Por qué? Porque de hecho ya sucede: la microbiota define a los microorganismos que habitan el cuerpo humano (en especial, en el intestino) y desempeña un papel crucial en la digestión y en el sistema inmune al liderar la protección contra patógenos.

Entonces, los sapiens están hechos de bacterias, agentes que no los dañan y que, por el contrario, brindan beneficios sustanciales. Sobre ello, Acosta destaca: “Abandonar la idea de guerra involucra comenzar a pensar la interacción en términos ecológicos, así como pensar en controlar la población de bacterias patógenas a través de la incorporación a la dieta de probióticos. No somos individuos aislados, sino holobiontes, es decir, individuos que sostienen un ecosistema de microorganismos”. Y remata: “La idea no sería entonces luchar contra ellos sino controlar las poblaciones buscando un equilibrio”.

El paradigma que le otorga sentido a este intento de integrar la salud humana, la animal y la ambiental es el de Una sola salud, que propone, precisamente, pesar las relaciones entre los diferentes actores a partir de su autonomía, pero de una manera interrelacionada. 

El de las superbacterias es un tema que preocupa no solo a Argentina, sino también a nivel mundial. De hecho, se trató en la última (n° 79) Asamblea General de las Naciones Unidas. De manera reciente, la Organización Mundial de la Salud presentó un informe en el que asegura que las vacunas contra 24 patógenos podrían reducir el número de antibióticos necesarios en un 22 por ciento. El incremento de las tasas de inoculación y la emergencia de nuevos fármacos de inmunización también traería aparejado un rédito económico, al disminuir la cantidad de dinero que se gasta en el tratamiento de infecciones resistentes.

En este sentido, el documento destaca que “los costos hospitalarios del tratamiento de patógenos resistentes evaluados en el informe ascienden a 730 mil millones de dólares cada año”. Si bien en la última reunión de la ONU se propuso disminuir en un 10 por ciento este tipo de fallecimientos para 2030, la falta de inversión, investigación e innovación se ubica como obstáculo para alcanzar la meta.

Una carrera imposible

Durante la primera mitad del siglo XX, los antibióticos significaron una de las mejores noticias para el campo de la salud. Gracias a Alexander Fleming y compañía, las sociedades comenzaron a perder el miedo a morir de alguna infección. La penicilina salvó la vida de millones de soldados durante la Segunda Guerra Mundial. El problema no son los antibióticos, sino su toma desmedida. Gracias a una falta de control en su consumo, las bacterias se tornaron más resistentes y muchas soluciones ya no son tales.

¿Cómo funciona en concreto? Los microorganismos evolucionan --incorporan mutaciones desde hace miles de millones de años--, “seleccionan” las proteínas que emplean para inactivar a los antibióticos y conforman especies de “escudos” que los protegen de los antibióticos.

Humanos y microorganismos participan, en la actualidad, de una carrera por la evolución. Ello redunda en que en el corto plazo, muchas enfermedades que en el presente se tratan sin problemas con antibióticos ya no puedan abordarse. Con el tiempo, las bacterias desarrollan sus mecanismos de evasión a los químicos presentes en los antibióticos y los tratamientos recomendados por los médicos dejan de responder. Como resultado, una enfermedad que hoy no es letal porque hay solución, mañana podría comenzar a serlo.