Sonríe 2 6 puntos

Smile 2, Estados Unidos, 2024

Dirección y guion: Parker Finn

Duración: 127 minutos

Intérpretes: Naomi Scott, Rosemarie DeWitt, Kyle Gallner, Lukas Gage, Peter Jacobson, Raúl Castillo, Miles Gutiérrez-Riley, Drew Barrymore.

Estreno en salas.

Hace un par de años el estreno de Sonríe había generado un puñado de buenas sensaciones en los amantes más exigentes del cine de terror. No es que la película ofreciera una versión mejorada de la pólvora, ni mucho menos. Pero es cierto que lograba manejar de forma efectiva una serie de recursos bien clásicos que en el balance final la convertían en una experiencia gozosa. Lo suficiente para hacerla alcanzar un éxito que superó las expectativas y, como todo negocio, ganarse el derecho a convertirse en franquicia, para ser consecuentemente vaciada de todo mérito a partir de la repetición ad infinitum de su “simpática” fórmula. Destino que su primera secuela consigue esquivar solo en contadas ocasiones.

Uno de los aciertos de Sonríe 2 consiste en cambiar el escenario en el que transcurre su historia, dejando atrás el paisaje de clase media que los espectadores compartían con los personajes, para tomar como protagonista a una súper estrella de la música pop para adolescentes. Una idea interesante no solo porque amplía la estética del universo de Sonríe, sino porque también hay ahí un concepto en el que el cine no suele profundizar: que las maldiciones de las películas de terror no solo pueden afectar a la gente común, que es la que mayormente sufre de las presencias ominosas de los infinitos más allá.

La maldición de Sonríe tiene numerosos puntos de contacto con la que, con mucha más inteligencia, originalidad e imaginación, había desarrollado David Robert Mitchell en Te sigue (2014). La idea de un mal contagioso, del que solo es posible liberarse a través del acto ruin de “pasárselo” a alguien más de forma deliberada, es la que articula el drama de los personajes de esta saga, que deben enfrentar a un ente que se manifiesta a través de personas sonrientes que solo el afectado puede ver. La decisión de llevar este universo al círculo más alto del negocio de la música pop, donde abundan el servilismo y los comedidos, resignifica y amplía la lectura simbólica de esas sonrisas.

Sonríe 2 es una de esas películas en las que la duración se convierte en un defecto, lo cuál no sería un problema si evitara caer en ciertos momentos de monotonía, si no adoleciera de algún que otro pasaje sobrexplicativo o de inserts musicales que no aportan mucho más que sumarle minutos a la proyección. A pesar de eso, la película ofrece otras secuencias narradas de forma sólida, una notoria habilidad para generar sobresaltos y algunos momentos que resultan notables en términos de composición cinematográfica. En especial uno, en el que la lógica de las coreografías de baile se traslada al acoso que sufre la protagonista por parte de esta entidad maligna.