“Vení a ser parte de este hermoso viaje”, versa el flyer del ciclo de cantautores y cantautoras Claroscuro, que este viernes 18 de octubre, en Casa Verde (Juramento 4133), a partir de las 21, recibirá a Inés Errandonea. El eslogan del evento le sienta muy bien a la propuesta musical de la artista uruguaya. De lo que puede dar constancia su segundo álbum, Agua viva, publicado el pasado 5 de octubre. Aunque esas 10 canciones de a poco van explayándose, tras ver la luz, a priori sintetizan el tornasol de significados y significantes que encierra el título. “Me siento muy del agua y también siento como si yo fuera agua”, despacha la montevideana, que en noviembre alcanzará los 36 años. “El aguaviva tiene esa dualidad. Por eso elegí partir la palabra en dos, para que diera cuenta de esa ambigüedad”.

-Pobre bicho marino: lo cargaste de emociones…

-Es un animal que nos genera un poco de rechazo. Si bien es medio asqueroso y peligroso, al mismo tiempo es transparente, delicado y blando. Y tiene unos colores flúo que lo vuelven maravilloso. También es súper vulnerable. El agua es el envase de las emociones, y éste es un disco emocional.

-Es curioso que todo esto lo inspire un animal que vive en el mar y no en el río, que es con lo que convivís diariamente.

-El montevideano no es de río. Por más que tenga enfrente al Río de la Plata, hay otro tipo de vínculo con el agua. Para nosotros ésa es la playa, porque incluso su sabor es salado. No es como el agua del océano, pero es así. Y a esa playa le decimos “mar”. Tiene además la particularidad de que no pasa por un costado, como los demás ríos, sino que va y viene. No tiene olas, pero su oleaje es parecido al del mar.

Errandonea llegó a ese título a partir de la exploración del deseo. “El disco parte de un lugar más conceptual que musical”, reconoce la música, cantante y compositora. “Cuando estaba haciendo las letras, investigué sobre el deseo en mí misma y el vínculo con el agua. Me di cuenta de que cuando iba a hablar del deseo, desde un lugar creativo, estaba todo muy relacionado con el agua. Y empecé a hacer canciones que tuvieran que ver con algo más folklórico. Hasta hay un reggaetón que suena como medio andino. Me pareció importante que la sonoridad fluyera hacia una cosa más de hoy. Aunque primero elegí el productor con el que quería trabajar, lo que decantó en una toma de decisiones. Canción por canción, buscamos el sonido sin tener demasiados preconceptos”.

La cantautora oriental se distingue por la construcción de canciones a partir de la repetición, como si se trataran de un espiral. Al estilo de la música minimalista. Aunque ella afirma que se siente más identificada con la imagen de lo “progresivo”. “Si bien no es intencional, noto ese avanzar”, admite. “También estoy de acuerdo con que es algo identitario mío, es una forma medio propia. Uno hace de lo que está hecho. Sigo mi olfato, y soy honesta con lo que manifiesto. Así es mi búsqueda”. En tanto eso sucede, la estética sonora que penetra a su comprensión de la música popular tiene una intención folk. “Hay una raíz latinoamericana muy clara, por más que no respete estructuras o formas de lo que son ese tipo de géneros”, dice. “Supongo que estaba estudiando esas cosas, y se coló el folklore”.

-¿Cuánto peso tiene el folklore uruguayo en la música que hacés?

-No soy tan docta en esas áreas. Aunque hubo momentos de estudio de instrumentos en el que me sumergí en un entendimiento de las formas de estilos como la chamarrita o la zamba. Es algo no sólo uruguayo, sino también latinoamericano. Me atraviesa esa cosa ternaria propia del folklore. No sé por qué, pero termino componiendo muchas canciones así. Zitarrosa, por ejemplo, está muy presente en mí. Y tal vez lo que más me influyó de él fueron sus letras.

-Lo que contás remite al concepto de “nativismo” que patentó en los años 50 la música uruguaya Amalia de la Vega.

-Me alegra que me identifiquen como uruguaya. Pero tampoco me desespera que lo hagan porque mi música es entreverada. O más bien degenerada, en el sentido de que no tiene género.

-¿Qué otras referencias tenés de la música uruguaya?

-La música de mi país es mi mayor referencia. También están metidos en mis orejas Fernando Cabrera, Martín Buscaglia (es uno de los invitados del nuevo disco), Jaime Roos, y amigas mías como Papina De Palma y Belén Cuturi.

-Casi todas las influencias que mencionaste son músicos.

-Pasa que cuando yo era chica había pocas músicas referentes. Empecé a cantar de niña con Carmen Pi, que es otra maestra mía. Ver que ella podía hacer eso para mí fue inspirador. Mi militancia pasa por hacer, hacer y hacer, contra viento y marea, y tocar mucho con mujeres.

Así como pasó en su primer álbum, La vida real (2020), lo nuevo de Inés Errandonea contó con la producción del músico argentino Juanito el Cantor, avezado en el arte de hacer de la música popular una experiencia novedosa, contemporánea y sorprendente. “Lo llamé de vuelta porque me encantó el proceso del disco anterior”, justifica la artífice. “Cuando comenzamos a trabajar en Agua viva, fue muy orgánico hacia el lado al que fuimos. Rescatamos esa sonoridad un poco más folklórica que tenían algunas canciones, pero les pusimos muchos sintetizadores. O probamos con elementos nuevos, incluso con los que no jugamos en el disco pasado. Siento que todo eso que necesitábamos e imaginábamos se escucha en estas canciones”.

-¿Cómo llegaste a Juanito el Cantor?

-Papina había hecho su primer disco con él, y escuché su trabajo como productor. Me pareció interesante el sonido que proponía, y lo personal que era. Tenía cosas extrañas con las que me identificaba. No era experimental, sino cercano. Me junté con él, y me dijo: “Al principio, te voy a escuchar. Quiero ver cómo sos vos, y luego meteré la cuchara”. Y eso hizo.

-Pese a que tenés claro lo que querés, hay quienes te definen como artista indie.

-¿Qué es ser indie? No me identifico con eso. Si embargo, si me preguntan qué música hago, ya no sé ni qué decir.