Se sabe que cuando alguien hace un pacto con el diablo, sabe bien a quién le está firmando. El diablo tienta pero no engaña: por ejemplo "dame tu alma y te daré la eterna juventud o una gran riqueza". Y al principio da lo que promete para quedarse luego con el alma del firmante para siempre. Insisto, el que vendió su alma sabía quién es el comprador. Tentado, le firmó igual. Esa tentación enciende