Como muchos festivales y muestras de cine, surgidas con el fin de visibilizar una temática o mirada cinematográfica específica, el Asterisco Festival Internacional de Cine LGBTIQ+ surgió en 2014 con la intención de amplificar las expresiones culturales de aquella comunidad que el nombre del festival cita de forma explícita. Desde entonces, casi como ningún otro encuentro cinematográfico, Asterisco se convirtió en un espejo de los vaivenes políticos de los últimos once años. El crítico de cine Diego Trerotola conoce la historia del festival de primera mano y fue testigo directo de su crecimiento, pero también de sus peores momentos. Integra el equipo de programación desde la primera edición y actualmente se desempeña como director artístico, tarea que este año lo enfrentó a no pocos desafíos.

“Asterisco nació durante el segundo gobierno de Cristina Kirchner, impulsado por la Secretaría de Derechos Humanos, y su primera directora fue la cineasta y escritora Albertina Carri. Eso hizo que tuviese un fuerte apoyo del Estado, fundamental para que se pudiera dar un desarrollo amplio y que Asterisco estuviese a la altura de ciertas leyes de vanguardia, como la Ley de Identidad de Género”, recuerda Trerotola. “Pero el festival siempre tuvo un criterio propio, sin condicionamientos artísticos de ningún tipo, porque tenía que ver con la necesidad de un cambio cultural. El macrismo le retiró prácticamente todo el apoyo estatal y hubo un desprecio por todo lo que Asterisco hacía, así que nos convertimos en un festival independiente. Eso cambió con el gobierno siguiente, cuando muchos organismos volvieron a apoyarnos, aunque siempre mantuvimos la independencia”, continúa el director.

-¿Cómo es el panorama ahora, con el gobierno de Javier Milei?

-Es el peor que enfrentamos después de una década. Entre sus políticas de recorte basadas en la ignorancia, el INCAA retiró el apoyo a los festivales de cine como una de sus primeras medidas. Lo que no solo desfinanció a muestras que llevaban el cine a muchos lugares del país a donde no llega, ni siquiera a través de las plataformas, sino que hizo que muchos festivales desaparecieran. Incluso fueron eliminados muchos organismos que históricamente apoyaban a Asterisco, como el INADI. Por eso nuestro festival sufre una doble opresión por parte del oficialismo. Por un lado, como hecho cinematográfico y cultural, pero también como expresión vinculada con la comunidad LGBTIQ+, porque hoy existe una política censora, represiva, incluso insultante, contra la diversidad y disidencia sexual y de género. Nunca fuimos un festival contracultural, pero ahora estamos en una etapa de resistencia extrema.

-En la intersección entre las situaciones que atraviesan el cine y el activismo LGBTIQ+ en nuestro país se encuentran las películas nacionales que abordan estas temáticas. ¿Qué espacio tiene este año el cine argentino en esta edición?

-Este año hay más cine argentino que nunca: de las casi 70 películas que programamos, entre cortos y largos, alrededor de 50 son argentinas. Casi dejamos de ser un festival internacional. Entre los diez largometrajes de la Competencia Argentina hay una diversidad mayor que en los últimos años y la Competencia de Cortos se amplió. Pero es fundamental nuestra competencia de Películas en Proceso, donde damos varios premios para facilitar que las películas argentinas aún sin terminar puedan hacerlo. Es una sección que no todos los festivales tienen y que ahora, frente a la desidia, la desfinanciación, la ignorancia y la falta de diálogo del INCAA con el cine local, es aún más importante. Hay que buscar alianzas para resistir, seguir buscando salas de exhibición de calidad que congreguen a distintos públicos, para no dejar al cine en un solo lugar, sino mostrar una circulación que supera los nichos.

-¿Creés que sobre el cine argentino de temática LGBTIQ+ pesa algún riesgo adicional?

-Históricamente, la comunidad LGBTIQ+ fue juzgada peyorativamente como una minoría por una mayoría política, para desatender sus derechos más básicos. Ahora el Gobierno hace lo mismo con gran parte del cine argentino por juzgarlo minoritario, repitiendo una política de ignorancia y exterminio. En la repetición de lo minoritario como negativo hay una forma política de menoscabar ciertas expresiones culturales y sociales, justificando una política basada en la apología de que el poder económico y político aplaste a las personas, instituciones y comunidades más débiles. El Gobierno, y cierto periodismo cómplice, habla de eliminar del sistema público las películas que ven pocos espectadores, por ejemplo. Un argumento falaz, pero repetido hasta el hartazgo. En este contexto, el cine LGBTIQ+, que además muchas veces no es demagógico ni apela a las exigencias que impone el mercado, tendría una doble condición de minoría. En ese sentido, muchas de las películas incluidas en nuestra programación más que minoritarias pueden ser juzgadas de microscópicas, y desde Asterisco defendemos un cine microscópico, porque muestra aquello que no se ve a simple vista.

-Uno de los focos de este Asterisco está dedicado a Federico Klemm, artista plástico y divulgador asociado al desarrollo del kitsch en la Argentina, y que tuvo su momento de mayor popularidad en los '90. ¿Qué importancia tiene su figura en la actualidad, ya sea desde lo artístico o en términos de construcción de un imaginario LGBTIQ+?

-Klemm fue una figura en tensión permanente que sostuvo un lugar en el arte, pero también en la cultura pop a partir de su programa televisivo, que todavía tiene ecos. También su fundación ocupa un lugar sustancial del arte contemporáneo argentino. Hay una herencia Klemm que aún no está cuantificada. Por supuesto, fue y sigue siendo discutido, y me parece bien discutir todo, pero también fue muy ninguneado, que es más complejo. Klemm significaba un cruce que iba del cable precario de los '90 a los livings de la TV mainstream, de las grandes obras de la historia del arte de su colección al reviente de la noche porteña gay, de la ópera a la cumbia. Recorridos que en su momento fueron trazados exclusivamente por él y que pueden ser reflejo de su época. Gracias a la colaboración de la Fundación Klemm y del Museo del Cine, Asterisco recupera de Klemm una mirada cinematográfica: dos cortos de ficción en 8mm que dirigió y donde también actuó en los '60, cuando era muy joven y era aún una figura marginal, que se conectan más con ciertos exponentes del cine experimental que derivó del Di Tella que con su obra futura. También incluimos películas caseras de registros familiares y algunas piezas de su colección privada. Todo el programa cruzará esa línea tan sinuosa que construyó Klemm entre el arte, lo biográfico, y cierta cultura de la sensualidad kitsch o camp.

-Asterisco también busca ser didáctico en el sentido de acercar la cultura LGBTIQ+ a quienes no forman parte de la comunidad, que muchas veces dudan a la hora de referirse a las identidades que conforman este colectivo y no terminan de entender cuál es la diferencia, por ejemplo, entre lo gay y lo queer, o entre lo fluido y lo no binario.

-Me gusta la idea de que las identidades generen dudas y no certezas, o al menos no certezas pétreas, definitivas. Por lo tanto, no soy afín a explicaciones que pueda dar respuestas que serán insuficientes. Y esa insuficiencia tiene que ver con que las personas que se nombran como gay, trans, lesbiana, travesti, bisexual, no binarie, intersex, género fluido, queer, no tienen necesariamente definida una misma condición en común. No abono a una idea totalizadora de la identidad que tenga que tranquilizarnos porque sabemos el casillero que ocupa una persona. Creo que la idea de la autopercepción, principalmente acuñada por la comunidad trans, es provechosa en este sentido, aunque la palabra está bastante vilipendiada porque alguna gente la usa como una burla reaccionaria. Pero la autopercepción no termina en una palabra: es una conexión con el mundo. Si preguntamos el pronombre cuando entablamos una relación interpersonal, si no tenemos que dar nada por supuesto por la apariencia o por nuestros prejuicios, también podemos preguntar por otras cuestiones de orientación, de identidad, o de los nombres que asume o rechaza cada forma de vida. Hay formas de vida innombrables, y eso está en ese + al final de la sigla. Asterisco no quiere señalar cómo debe ser lo LGBTIQ+ o el cine LGBTIQ+: lo que nos interesa es ese signo +, una amplificación de lo que somos, de lo que tenemos y lo que nos falta, de lo que imaginamos y lo que no. John Waters dice que lo gay no es suficiente. Estoy de acuerdo.