"Imagíname feliz o infeliz si eso te tranquiliza. Pero no me imagines culpable". Así se despacha Héloïse, una de las dos protagonistas de Retrato de una mujer en llamas, el drama lésbico e intimista que se proyecta este martes 22 de octubre a las 19 en el Ciclo de Cine y Diversidad Sexual organizado por el Suplemento SOY de Página/12 y el Cine Arte Cacodelphia, ubicado en Av. Pres. Roque Sáenz Peña 1150, a pocos metros del Obelisco porteño. 

Ganadora del “Premio al Mejor Guion” en el Festival Internacional de Cine de Cannes en 2019 y gozando del nada despreciable puntaje de 8.1 en el sitio IMDb, con autoría y dirección de la francesa Céline Sciamma, el film inicia con una pintura que literalmente retrata a una mujer envuelta en fuego, y que funciona como el disparador perfecto para retroceder en el tiempo y plasmar en imágenes la apasionada historia que da origen a ese misterioso cuadro. Esa obra pintada por Marianne, que comparte el clima y los interrogantes existencialistas de otras como El monje frente al mar del pintor romántico alemán Caspar David Friedrich, juega con esas mismas inquietudes: la noche inmensa y sublime sobre la marea, la pequeñez humana frente a la vastedad de la naturaleza y, por sobre todas las cosas, la necesidad de rendirse humanamente ante lo que fluye frente a nuestros ojos de manera inevitable. 

Corren por entonces los últimos años del siglo XVIII en una remota y alejada isla de Bretaña, y Marianne es contratada como pintora oficial para realizar un retrato para la inminente boda de Héloïse, quien está a punto de contraer matrimonio con un caballero milanés tras haber habitado un tiempo considerable de su vida en un convento. El trabajo comisionado avanza con el paso de los días y la intimidad entre ellas se vuelve cada vez más estrecha pero, ante la ausencia que deja la madre de Héloïse al partir de la isla hacia el continente por cinco días a causa de una diligencia, la situación se convierte en el ambiente propicio para que las incontables, penetrantes y seductoras miradas entre ellas se corporicen en un romance tan excitante como clandestino, tan libre como el viento que acecha las costas de la solitaria isla.

Enteramente protagonizada por mujeres e interpretada por Noémie Merlant, Adèle Haenel y Luàna Bajrami, con un grado de intimidad y proximidad que remite más a una puesta teatral que al lenguaje cinematográfico más consumido, Retrato de una mujer en llamas recorre con sutileza, erotismo y complicidades el vínculo sexo-afectivo entre dos mujeres de ámbitos, clases, profesiones y experiencias muy diferentes que, poco a poco, se va construyendo como una fortaleza que rechaza cualquier moral obsoleta o represiva para relacionarse, de allí en adelante, únicamente al ritmo de lo que sus apasionados corazones dicten. Así, el film no solo avanza develando la rebelión de sus protagonistas ante el mandato heterosexual y profundizando en el deseo lésbico que se apodera de ellas sin culpa ni martirio alguno, sino que también se dispone a retratar sin tapujos temáticas como la libre aceptación del aborto entre las mujeres, la sororidad en los siglos pasados y las sabidurías caseras para interrumpir embarazos no deseados, dejando entrever detrás de una atrapante historia romántica la posibilidad de concebir un mundo conformado solamente por mujeres. 

En las palabras de la propia realizadora, lo importante de las historias de amor radica en que “tienen una gran influencia en nuestras vidas. Es una ambición de cada individuo y de toda nuestra sociedad estar en pareja, por ejemplo, y es muy raro que la gente decida retirarse de ese espacio. Las historias de amor importan en la forma en que vemos el mundo, y creo que poner la emancipación, en lugar de la posesión o la convivencia para siempre o un final trágico, en el centro de una filosofía del amor ofrece una dinámica positiva. Estoy muy interesada en otras representaciones del amor". La deliberada ausencia masculina ocurre no porque no hubiera hombres en la isla en la que transcurre la historia, como señaló Sciamma en varias oportunidades, sino porque simplemente no están incluidos en el marco con el que ella decidió delimitar sus imágenes, además de no ser inocente tampoco la elección de la profesión de Marianne en el film: mujer y pintora, a quien le comisionan una labor artística y social importante y remunerada en el siglo XVIII.

Cuentan las leyendas en torno a la realización de la película que su directora, investigando en profundidad la época en la que decidió situarla, descubrió un gran conjunto de obras de pintoras que han sido deliberadamente borradas de la historia del arte hegemónica, siempre patriarcal y androcéntrica hasta el extremo. Esta situación inquietante y trágica la llevó a reflexionar sobre todas aquellas imágenes que no están visibilizadas y que no representan a muchas vidas pasadas, generando un aislamiento de la intimidad histórica de las mujeres en su diversidad junto a sus sentires, deseos, luchas, identidades y cuerpos; una ausencia intencional de la privacidad femenina que este film intenta y logra reparar. 

Concebida por Sciamma como “un manifiesto sobre la mirada femenina", la realizadora dejó en claro a la prensa que su obra sin lugar a duda es “una historia de amor, pero también una historia sobre la creación. Por eso decidí alejarme de la dinámica del biopic que presenta el retrato de una mujer fuerte, porque me parece que eso no es algo políticamente interesante. Eso es muy liberal. Se trata de '¡Oh, puedes triunfar en este mundo difícil!'. Yo quería inventar una mujer para hablar de todas las mujeres y no caer en esa dinámica heroica. El film se trata del trabajo de una artista, de sus preguntas, sus dificultades y su éxito en un solo marco". 

La película deja en claro también que en su centro y en lo que toca a la relación entre la pintora y la modelo no hay lugar para la figura de la “musa”, algo que Sciamma considera una bonita palabra para ocultar la realidad acerca de cómo las mujeres han estado colaborando con artistas durante siglos, hecho que se ha silenciado en reiteradas oportunidades: "Vemos cómo la historia del arte reduce la colaboración entre los artistas y sus compañeras. Antes, una musa era esta mujer fetichizada, silenciosa y hermosa sentada en la sala, mientras que ahora sabemos que Dora Maar, la "musa" de Picasso, era esta gran fotógrafa surrealista. Quise retratar la realidad de los vínculos en el proceso de hacer una película que incluye una estrecha colaboración. Creo profundamente que las mujeres tuvieron la oportunidad de crear como modelos en estudios, aprovecharon esa oportunidad y realmente colaboraron con los pintores para hacer obras de arte. Así es como lo veo cuando estoy en el set, y no creo que sea solo yo, esa es la realidad. Son creadoras".

Desde su estética romántica, emulando la iluminación, la paleta de colores y el universo pictórico de los retratos de los siglos XVIII y XIX, hasta el minimalismo y la precisión en cada una de las circunstancias que conforman un devenir narrativo político y disidente con personajes conscientes de sus propias limitaciones pero también de la fuerza de sus deseos, Retrato de una mujer en llamas, anteúltima película de su filmografía hasta la fecha, es un trabajo que devela una fuerte maduración en la carrera de Sciamma, quien el día de la última proyección de este ciclo cumplirá 46 años. Es interesante señalar que a pesar del evidente mundo referencial que evoca la obra en su construcción, la realizadora sostiene que no hubo ninguna influencia concreta, sino que se trató más que nada de un juego con imágenes del siglo XIX, en lugar del XVIII en el que se desarrolla ficcionalmente la historia, debido a que aquel es un tiempo histórico algo más romántico en términos de historia del arte. Se puede fácilmente apreciar como el film juega permanentemente con estos códigos y cambios sutiles de imaginario cultural e histórico, buscando salirse de las convenciones en cada oportunidad que puede, intentando escribir el relato con su propio lenguaje.

Egresada de La Fémis, la Escuela Nacional Superior de Oficios de la Imagen y el Sonido o, en otras palabras, la universidad nacional y pública de cine de Francia, Sciamma comenzó como realizadora pisando fuerte en la industria con su primer largometraje Naissance des pieuvres o Los lirios acuáticos, abocado al despertar sexual de tres amigas quinceañeras en un verano cualquiera, proyectada en el Festival de Cannes en 2007 y merecedora de varias nominaciones en diversos festivales. Dos años después realizó Pauline, un cortometraje que participó de una campaña nacional contra la homolesbotransfobia en Francia, pero sin duda su reconocimiento mundial llegó de la mano de la maravillosa Tomboy, título que podría traducirse vagamente como Machona, estrenada en 2011 como un retrato íntimo y delicado de las infancias trans, en donde Laure, de 10 años, se muda con su familia a la periferia de París y comienza a relacionarse con un grupo de vecinos presentándose secretamente como Michael, situación que le brinda alegrías y accesos como jugar al fútbol con sus amigos y besarse con su vecina Lisa, hasta el momento en el que comienzan las clases en la única escuela de la zona y Michael tendrá que asistir como Laure, el nombre con el que está anotado en el colegio y en su documento de identidad.

 

La influencia de Tomboy, su primer obra maestra, se puede rastrear en su última película Petite Maman, de 2021, también protagonizada por infancias, y también se puede encontrar en las palabras que Sciamma dedicó en las entrevistas que otorgó a los medios internacionales a raíz de su estreno, siempre con la calidez que la caracteriza y con la manera profunda y comprometida de realizar un tipo de cine que se vuelve espacio para compartir ideas, en donde el mundo creado por sus películas busca por dentro y por fuera de la pantalla emular un mundo ideal, habitado enteramente por niños y niñas: "No busco actuaciones ni personajes con emociones, porque no le pedís a un niño que actúe como si estuviera en un estudio. Lógicamente hay una ética en el set cuando trabajás con niños, pero en realidad esa es la ética que siempre deberías tener. El cine trata acerca de construir el lenguaje de la película juntos, de que ellos aprendan sobre cine y yo aprenda de su presencia. Trabajar con niños y niñas me hace sentir que realmente estoy haciendo cine. Es un cine que se preocupa, porque ellos se preocupan mucho. Un niño que te hace una pregunta es la mayor presión del mundo".

 

La necesidad del Ciclo de Cine y Diversidad Sexual

Consultada por este medio sobre el Ciclo de Cine y Diversidad Sexual que se está llevando adelante en el Cine Arte Cacodelphia, la productora y directora de cine y televisión argentina Vanessa Ragone opina que “el ciclo de cine LGTBIQ que se presenta estas semanas en la ciudad de Buenos Aires se convierte en un ejercicio fundamental de resistencia a los discursos de odio, homofobia, lesbofobia, transfobia que proliferan en nuestro país desde comienzos de año con una virulencia cada vez mayor, y que empiezan a pasar del discurso a los actos, como siempre sucede. Resulta penoso que la Argentina haya pasado de ser un país pionero en la sanción de derechos fundamentales para el colectivo LGTBIQ a ser un lugar donde nuestro colectivo se ve permanentemente amenazado por el fogoneo incesante de violencia que realizan las máximas autoridades del país. El ciclo, la reunión, la conversación, el estar presentes es el acto de resistencia/resiliencia más trascendental para este momento. Y no dar un paso atrás”.

Para Pablo Mazzola, programador del Cine Arte Cacodelphia, “el cine tiene la posibilidad de fortalecer las miradas y los sentidos, no sé si cambia el mundo pero sí nos amplía y nos fortalece (y es refugio también) cuando hay desamparo. Hay películas que lo son, y la mirada de Céline Sciamma con su filmografía reveló esta posibilidad: refugio y fortaleza. Así lo es con cada una de sus películas. Retrato de una mujer en llamas es intimidad, exploración erótica, silencio y muchas ganas de amar. Es una película que tiene la desmesura del amor. Y amar es toda una posición. Retrato de una mujer en llamas es una obra política en donde no está la masculinidad que reprime, donde no hay un hombre que molesta. La película nos invita a desafiarnos en el amor y en la libertad", señala. 

El programador también hace hincapié en la coyuntura: "Compartir un ciclo de diversidad sexual en estos tiempos que corren nos pareció significativo, y creemos que es importante que sea cine en el cine, en pantalla grande, donde se pueda charlar y compartir en comunidad las reflexiones que emerjan de las proyecciones. Buscamos que el cuerpo de películas de una forma u otra genere una mirada total, desde un cine de fuerte carácter e impronta independiente, en particular las películas que son argentinas, y que al mismo tiempo vaya con todos los matices de las formas y los géneros, si pensamos en el ensayo audiovisual, en la ficción o en el documental. Es importante poder abordar las formas de producción o de relato con las narrativas también relacionadas con distintas partes del mundo, y de distintos tiempos: cuando volvemos a mirar las películas en este contexto sociopolítico, interpelan de una manera mucho más fuerte. Algunas de ellas son un acto de libertad y otras un acto para repensar y problematizar nuestras políticas de salud pública como profundos llamados de atención. Entre las diversidades de las formas, las diversidades de realizadores o realizadoras, las miradas y las diversidades sexuales en su representación de género, se da un total que creemos que a través de este recorte sí o sí nos invita a pensarnos en este presente."