Los ánimos están caldeados en la Unidad 34 de Campo de Mayo. Dos represores se trenzaron en una gresca. Uno amenazó al otro con un cuchillo de tamaño considerable. “Te voy a degollar”, le gritó. El motivo de la trifulca fue una videoconferencia con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) –a la que pretenden acudir los detenidos por crímenes contra la humanidad en su afán por encontrar alguna alternativa para salir de la prisión.

Ernesto Emilio Ramón Etchart lleva dos años detenido. Estuvo largo tiempo prófugo hasta que lo encontraron en Ushuaia. Para entonces, hacía mucho que había dejado el Ejército y trabajaba como ingeniero civil. Etchart está actualmente en juicio por crímenes cometidos en la zona de Bahía Blanca, donde él integraba el Batallón de Comunicaciones 181.

Etchart es uno de los célebres miembros de los “Muertos Vivos”, el grupo de lobby de los represores de Campo de Mayo. El miércoles a las 11 de la mañana, Etchart y otros de sus compinches tenían agendada una videoconferencia con la CIDH. Diez minutos antes, ya estaban todos sentados en la biblioteca del Pabellón B de la Unidad 34. En ese momento irrumpió Bernardo Caballero, considerado “decano” de ese establecimiento por el tiempo que lleva preso.

Caballero les dijo que no quería comunicaciones de índole política en ese pabellón y les advirtió que haría una denuncia ante la dirección de la Unidad 34. Sus compañeros de reclusión no le llevaron el apunte y se conectaron vía Zoom con Silvia Leal, que los escuchó desde Washington. La funcionaria atiende a usuarios del sistema interamericano y contesta dudas sobre procedimientos. “Eso no significa que se le dé credibilidad o valor a lo que están denunciando. Es más que nada transmitir cómo funciona la CIDH”, explicó una fuente a este diario.

Etchart salió contento de la biblioteca y se encaminó hasta el comedor. Caballero lo paró en seco. “Que sea la última vez que se usa una computadora del pabellón para este tipo de cuestiones”, lo regañó. La discusión aparentemente fue en ascenso, y Caballero le advirtió a Etchart que lo iba a “cagar a trompadas” o que le iba a clavar un cuchillo.

Ante las amenazas, Etchart se acercó a un celador y a una enfermera. Cuando volvió, Caballero –según el relato de Etchart– se le abalanzó con un cuchillo con una hoja de 20 centímetros. El penitenciario los separó.

El incidente siguió con una requisa a la biblioteca, donde Etchart y sus amigos se habían comunicado con la CIDH. Entre otros habían participado de la comunicación Mario Sandoval (exintegrante de la Policía Federal condenado a quince años de prisión por el secuestro de Hernán Abriata), Emilio Morello (condenado a perpetua por su actuación en el RIM6 de Mercedes y exdiputado del MODIN), Carlos “Indio” Castillo (condenado a perpetua por los crímenes de la CNU en La Plata), Eduardo “Curro” Ramos (represor de Santa Fe condenado a perpetua), Gonzalo “Chispa” Sánchez (represor de la Escuela de Mecánica de la Armada –ESMA– que fue extraditado desde Brasil) y Esteban Sanguinetti (condenado por crímenes en Tucumán).

Después de la requisa, Caballero aprovechó una nueva oportunidad para torear a Etchart. “Te voy a matar. Te lo digo delante de todos porque tengo unos huevos así de grandes. Te voy a degollar”.

Caballero tiene una condena a 20 años de prisión, justamente por crímenes cometidos en Campo de Mayo. Para 1976, él revistaba en el Departamento II –de Inteligencia– del Comando de Institutos Militares, que estaba a cargo de Fernando Exequiel Verplaetsen, uno de los duros del “Proceso”. En democracia, Verplaetsen fundó la Asociación Unidad Argentina (Aunar), en la que tuvo militancia la actual vicepresidenta, Victoria Villarruel.

En 2021, Caballero pidió declarar ante el tribunal que lo juzgaba. En esa oportunidad, dijo que todo el mundo conocía la existencia del “Campito” y contó que Verplaetsen tenía reuniones con “miles” de empresarios de la zona y con integrantes del clero –incluso nombró a Jorge Bergoglio.

Sobrevivientes y retirados de las fuerzas –como el sargento Víctor Ibáñez– identificaron a Caballero como “Ángel” o “Angelito”. En una de sus declaraciones, Ibáñez –que en la década de 1990 habló de los crímenes del Ejército–, lo describió como “malvado” y que le encantaba salir con las patotas a secuestrar. Contó que “Ángel” siempre andaba con un cuchillo y que lo escuchó decir que ese arma era para cortar los cuerpos para que se hundieran cuando eran arrojados desde los aviones que despegaban desde Campo de Mayo.

Etchart le informó  de la trifulca al Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de Bahía Blanca, que lo está juzgando. Hizo dos presentaciones. La última con los sucesos del miércoles. La anterior estaba centrada en quejarse de que su “habitación” había sido requisada el 7 y el 14 de octubre. Según dijo Etchart, le controlaron su “equipo de computación personal”. El dato es relevante porque, como viene publicando este diario desde septiembre, los “Muertos Vivos” –el grupo de represores que integra Etchart– maneja una cuenta de X (exTwitter) desde la que mandan mensajes y hacen lobby por su liberación.

El presidente del TOF de Bahía Blanca, Sebastián Foglia, ordenó al Servicio Penitenciario Federal (SPF) que resguarde a Etchart y que denuncie lo sucedido ante el juzgado de turno que tiene jurisdicción sobre Campo de Mayo. En Bahía Blanca sospechaban que Etchart pueda llegar a intentar un pedido de arresto domiciliario después de este episodio.