En su gran investigación La noche del Trinche / Rosario 3 – Argentina 1: mitos y verdades de un amistoso histórico (Ediciones Al Arco), los periodistas Ariel Gómez y Facundo Paredes parecen arrancar con una premisa: hay momentos que de tan míticos no se sabe hasta dónde llega la realidad y cuándo comienza la ficción. En La noche del Trinche se zambullen en el partido del miércoles 17 de abril de 1974 entre la entonces caótica Selección Argentina dirigida por Vladislao Cap y un Combinado Rosarino que contaba con, entre otros, Mario Killer, Carlos Aimar y Mario Kempes. A ese combinado lo dirigían Carlos Timoteo Griguol (Rosario Central) y Juan Carlos Montes (Newell's), quien dos años después haría debutar a Diego Maradona en la Primera de Argentinos. Entre los de la Selección estaban Miguel Ángel Santoro, Alberto Tarantini, Miguel Brindisi, Aldo Pedro Poy, René Houseman y Daniel Bertoni.
El partido terminó 3 a 1 a favor de los rosarinos, resultado que humilló al equipo nacional que se preparaba para el Mundial de Alemania '74. Y eso que la diferencia pudo ser mayor. Gómez y Paredes no se quedan en esos 90 minutos. Se meten en archivos y hablan con testigos, se ubican en la época y entregan a los lectores una radiografía de un tiempo a las sombras de la peor dictadura de nuestra historia. Si algo no hacen es romper el mito, sino que a ese mismo mito lo rodean de datos.
Con los años, aquel encuentro dio mucho de qué hablar. Pero lo más importante que dejó fue la aparición del Trinche Tomás Carlovich (26 años), que jugaba en Central Córdoba. Su presencia era la balanza entre los once, ya que cinco eran de Newell´s y otros tantos de Central. Aquella, dicen, fue la gran noche de Carlovich; de ahí el título del libro. Se dice que jugó tan bien que el entrenador del seleccionado pidió en el entretiempo que lo saquen porque los humillaba.
Con los años, la carrera de Carlovich se diluiría en el fútbol del interior. No aceptó propuestas de clubes grandes que, por otro lado, no se supo si existieron. Se llegó a decir que estaba por incorporarse al Cosmos de Pelé, pero no se dio porque el brasileño le bajó el pulgar de tan bueno que era. Se retiró en 1986. Años después, Diego Maradona lo referiría como alguien que jugaba mejor que él. A eso le seguirían la biografía Trinche, un viaje por la leyenda del genio secreto del fútbol (Planeta), de Alejandro Caravario, y el libro El séptimo era duende, de Daniel Console, título que alude a que era él último de siete hermanos. Además, hubo diversos documentales y hasta una aparición en el español Informe Robinson. José Pekerman y Marcelo Bielsa no le escatimaron elogios. Su muerte violenta ocurrida en plena pandemia, el 8 de mayo de 2020, a sus 74 años, días después de ser asaltado en las calles de Rosario, sumó a la leyenda. Ahora Gómez y Paredes vuelven sobre el tema pero con la mirada centrada en un partido que bien podría estar en la galería de los más míticos de nuestro fútbol.
Detallistas, nos cuentan cómo se gestó aquel partido que tenía como propósito recaudar fondos para el Círculo de Periodistas Deportivos de Rosario. Una vez aceptado el partido, la polémica pasó a ser el escenario. Dirigentes de Newell’s y Central peleaban para ver en qué cancha se jugaba. Se impusieron los de Newell’s. Al menos 30 mil personas colmaron su estadio con capacidad para 26 mil.
Griguol y Montes no tendrían mayores problemas con el armado del plantel: Central aportó a Carlos Biasutto (arquero), Jorge González, Daniel y Mario Killer (defensores), Carlos Aimar (mediocampista), Kempes, Ramón Bóveda y Roberto Cabral (delanteros); y Newell’s a Alberto Carrasco (arquero), José Luis Pavoni, Andrés Rebottaro, Armando Capurro (defensores), Mario Zanabria, José Orlando Berta (mediocampistas), Sergio Apolo Robles y Obberti (delanteros).
La idea de sumar a Carlovich, cuentan Paredes y Gómez, fue de Griguol, quien lo había visto en la tercera de Central Córdoba. El Trinche tenía esperanzas de que ese partido signifique su salto a la Primera de Rosario Central, cosa que no ocurrió y que con los años lo llevaría a recriminarle a Griguol. “En ese plantel mandaba Griguol. Hace poco lo encontré y comenzó con el verso de que yo era el mejor jugador. Eso lo tenía que haber pensado antes”, citan a Carlovich.
También dan cuenta de elogios. “Todos los técnicos que tuve durante mi carrera (Menotti, Ángel Labruna, Juan Carlos Lorenzo) lo quisieron incorporar a sus equipos”, citan a Leopoldo Luque. Y a Daniel Passarella: “Cuando jugué en el Ascenso, me enamoré de Carlovich. Fue el mejor jugador que vi antes de llegar a Primera. Un astro”. Y el humorista Roberto Fontanarrosa: “Hacía cosas que nadie esperaba. Era habilísimo y le pegaba a la pelota, además de fuerte, con una variedad de golpes fabulosa. Anticipó cosas que después se le vio a (Claudio) Borghi”.
Los diarios de época resaltan la superioridad de los locales. Dan cuenta de que el arquero Pepe Santoro fue el responsable de que la goleada no haya sido mayor. Y los hinchas se sumaban a la fiesta bien local con el típico “ole” del baile futbolero. Daniel Bertoni reconoció que aquellas vez fueron bailados por los locales; y Fillol expresó: “¡Qué baile nos dieron esa noche!”.
Crónica tituló Un Rosario de penas y se explayó: “No habían organizado un partido… habían organizado un baile”. Y La Razón: Otro papelón del seleccionado.
Gómez y Paredes no terminan con aquellos noventa minutos si no que siguen con la carrera de Carlovich y hasta los siguientes partidos de Newell’s y Central por campeonatos. Cuenta cómo siguió Rosario tras esa noche en la que, increíblemente, los hinchas de los dos clubes más importantes de la ciudad convivieron en paz. Y nos cuentan, también, sobre cómo una noche que parece ser una más puede volverse la noche más importante en la vida de alguien.