El hombre respira agitado. Con las manos sobre las rodillas sostiene su cuerpo encorvado, al límite del cansancio. La polvareda de tierra flota en el aire y no se disipa hasta que el último de los competidores cruza la línea de llegada. Pero la suerte está echada, la cinta que marca la meta tuvo su verdugo: inflando el pecho y con los brazos abiertos, Gerónimo Etchart abraza la gloria. Los 800 metros llanos le pertenecen, por eso el mentón alto, la sonrisa cansada y la mirada al público de la tribuna que, vestidos con sombreros, trajes y corbatas, abrazan la proeza deportiva.

Es el 6 de septiembre de 1924 y se disputa el Segundo Torneo Universitario de Atletismo en Rosario. Todavía no existen las productoras de eventos, ni hay grandes auspiciantes que faciliten la tarea; marketing es una palabra que poco se ha escuchado hasta el momento en estas tierras. Sin embargo, la organización es tan auspiciosa como los tiempos lo permiten. Hay lanzamiento de disco, competencias de jabalina, salto con garrocha y atletismo en sus diversas distancias. La variedad de disciplinas en las que se miden los estudiantes requirió de dos locaciones para llevar adelante el encuentro: el Estadio Municipal y el stadium del Club Gimnasia y Esgrima de Rosario.

Es difícil saber en qué pensaba Etchart mientras corría; en qué reposaba su cabeza mientras sus zancadas lo alejaban de sus competidores, que a la vez eran sus compañeros, sus pares. Pero una cosa estaba clara: esto que estaban haciendo no podía estancarse ahí. ¿Y por qué no pensar en un club? Un club para los jóvenes universitarios de la ciudad: el Club Universitario de Rosario.

Cuesta pensar también si los cinco jóvenes que planearon ese primer encuentro deportivo imaginaban que todo iba a llegar tan lejos. O si eran conscientes de que esa semilla plantada en el subsuelo de la sala XIV del Hospital Centenario, donde se dictaban las clases de Semiología de Medicina, germinaría de tal manera que, cien años después, el Club Universitario de Rosario estaría festejando su primer siglo de vida. Lo cierto es que Etchart, junto a Ángel Cordero Araya, Enrique Bertotto, Francisco Roselló y Manlio Bertini —compañeros e integrantes de la comisión organizadora del evento—, colocaron la piedra fundacional.”

Así empieza el libro centenario del club creado por un equipo de profesionales de la comunicación, el diseño y el arte, egresados de la Universidad Nacional de Rosario. “El libro tiene ese espíritu que nos deja la Universidad Pública, el valor de ser un estudiante o un graduado y el club como un espacio de encuentro que nos da una sensación de permanencia en la Universidad a través del tiempo”, dicen sus autores.

La idea de esta publicación surgió a comienzos del 2022 cuando desde el club convocan a unos de sus socios, Juan Mascardi para empezar a diseñar el proyecto. Acordaron tener en cuenta el cruce generacional, que el pasado, presente y futuro operen como un eje matriz y que sea un objeto que se pueda abrir en cualquier página y se encuentre una historia. De esta forma la propuesta fue hacerlo desde el periodismo narrativo, buscar crónicas y perfiles de personajes como vehículos y dispositivos para contar la historia.

Desde el comienzo se formó un equipo para trabajar en conjunto la escritura, el diseño visual y la propuesta estética, no como entidades separadas sino como una construcción de sentido. Y en esto se reconoce algo típico de la labor del comunicador social en tanto la comunicación, el arte y el diseño fluyen de forma permanente. Felipe Acosta estuvo a cargo de la coordinación del proyecto institucional, Juan Mascardi de la dirección, gestión y producción editorial narrativa, Clara López Verrilli de la dirección, gestión y producción editorial visual, Ignacio Cagliero de la Investigación, producción periodística y escritura y Adriana La Sala del diseño y maquetación editorial.

El plan de trabajo que presentaron se parecía más a un audiovisual porque estaba organizado por etapas y se fue armando como una película. Lo primero que hicieron fue diseñar una estructura dividida por hitos, algunos más vinculados a cuestiones emotivas o simbólicas como la creación del escudo y el himno del club y otros divididos por deportes, lo social y lo histórico. “Había mucho interés de narrar esa Rosario de 1920 y repensar el libro como bitácora para la Rosario de 2124, que fuera 100 años atrás y 100 años adelante”, explica Mascardi.

A partir de entrevistas en profundidad a los testigos que participaron de distintos momentos, le fueron dando cuerpo a esas voces. Es así como cada capítulo tiene uno o dos personajes que hacen acelerar las historias. Algunos son más épicos como el del inicio que arranca con la prueba de atletismo y a partir de ahí nace entre esos estudiantes de Medicina el sueño de un club propio.

“El club Universitario surge de una estudiantina como tantas otras pero esta se sostuvo por 100 años”, es una de las frases destacadas del libro y que más moviliza. López Verrilli cuenta con emoción que al leerla recuerda los proyectos con sus compañeros de Facultad, el primer programa de radio, la grabación de un demo, la publicación de una revista, “esas experiencias de grupalidad, de querer hacer y de que el ‘no’ no sea una condición sino algo que todo el tiempo se va despejando”.

De todo el material recolectado, Mascardi rescata una anécdota de 1960 cuando se construye el túnel Subfluvial, una obra trascendental que unió las ciudades de Paraná y Santa Fe y que se convirtió en el primer enlace vial que vinculó la Mesopotamia con el resto del país. La obra fue gestionada por los gobernadores de Santa Fe Carlos Sylvestre Begnis y de Entre Ríos Raúl Uranga. De jóvenes, representando a sus clubes Universitario de Rosario y Atlético Estudiantes de Paraná, se habían enfrentado en un histórico partido de rugby. Treinta años después, como gobernadores de ambas provincias, se unieron para realizar esa gran obra y decidieron hacerla bajo el agua porque el cauce del río es provincial y así evitaban gestionarla con la nación.

El equipo creativo trabajó con mucho material fotográfico de archivo del club que tiene un espacio destinado a la documentación, así como también con la revista que hace años publica la institución. Asimismo, materiales periodísticos y de los propios socios como carnets antiguos, medallas. También digitalizaron contenidos audiovisuales en DVD sobre jugadas históricas y allí se ven los cambios de formato, de pantalla. También tuvieron en cuenta la tipografía de época para incorporarla en algunos apartados.

Además de los archivos, produjeron fotos nuevas para el libro con la particularidad del contexto actual. Muchas están en formato vertical como las que podría haber sacado cualquier socio para subir a una historia de instagram. Aparecen desde cumpleaños en el club que forman parte de su idiosincrasia, registros de un partido, una tribuna, tatuajes de jugadores que tienen la U del escudo.

Todas esas imágenes tanto de época como contemporáneas están en diálogo permanente, no hay una cuestión cronológica. Por ejemplo, la foto de la primera carrera de atletismo que tiene un tamaño pequeño fue incorporada al libro con el gesto de una mano que la sostiene y ahí puede verse desde una mirada actual. “Permanentemente dialogábamos para que este material histórico le hable a las generaciones actuales”, cuenta López Verrilli.

 

Con la intención creativa de que el texto se apoye en la imagen y la imagen nutra al texto, Mascardi considera que llegaron a una propuesta estética que “por momentos se parece a la revista El Gráfico, por momentos a una pieza de diseño o a una bitácora de archivo”. Con 300 páginas a color, tapa dura sobrecubierta y una puesta en diseño y en encuadernación de alta calidad, el libro del centenario del club es un objeto de arte que rescata el espíritu y los valores de los universitarios.