El lunes, a las 19.30, Escalandrum se presentará en un único concierto en el Teatro Colón para conmemorar los 50 años de la edición de Libertango y Reunión cumbre, dos álbumes emblemáticos de un momento en la vida artística de Astor Piazzolla. A primera vista, podría parecer que el evento responde al método de los nombres y a la agenda de los números redondos, pero hay mucho más detrás de esas coincidencias.

Que Escalandrum toque en el Teatro Colón es, a esta altura ni hace falta decirlo, una forma de justicia artística, la reafirmación por parte de la sala de conciertos más prestigiosa de Buenos Aires hacia una de las expresiones más importantes surgidas en las últimas décadas en la música argentina. Que lo haga para conmemorar los cincuenta años de la edición de dos discos que marcaron una inflexión sorprendente en la obra de Astor Piazzolla, tiene que ver sobre todo con una naturaleza estética proyectada en el mismo sentido: Piazzolla y Escalandrum representan identidades sonoras que, más que cercanas, resultan complementarias. 

Además, el sexteto que integran “Pipi” Piazzolla en batería, Nicolás Guerschberg en piano y arreglos, Mariano Sívori en contrabajo, Gustavo Musso en saxo alto, Damián Fogiel en saxo tenor y Martín Pantyrer en clarinete bajo y saxo barítono, está cumpliendo 25 años y desde hace meses lo viene celebrando de distintas maneras. Más allá de las habituales presentaciones en los reductos del circuito local, últimamente ofreció un concierto multitudinario en el Anfiteatro de Parque Centenario; y a principios de año salió Escalandrum. Entre Piazzolla y el jazz (Gourmet Musical), la excelente biografía del grupo, un minucioso recorrido por la trayectoria y la música del sexteto, obra del periodista especializado Fernando Ríos. 

La música de Piazzolla estimula a la de Escalandrum, que estimula a la de Piazzolla, un rulo virtuoso que se presume inagotable y que tuvo su primer impulso hace varios años, con el tan premiado Piazzolla Plays Piazzolla, el sexto disco de Escalandrum. A partir de ese trabajo, de 2011, el sexteto liderado por Pipi Piazzolla terminó de encontrar una alianza natural: la música de Astor, que además es el abuelo de Pipi, a la que periódicamente regresa para sacudirle ese polvillo de etiqueta  que suelen tener los clásicos, aunque no lo busquen. Las cuatro estaciones porteñas. Proyecto eléctrico (2014), 3001 Proyecto Piazzolla –canciones, con Elena Roger– (2016) y el excelente 100 (2021), –donde entre otras cosas abordan la Suite Troileana, música estilísticamente muy cercana a la que el sexteto ofrecerá en el Colón–, son otros trabajos monográficos sobre Piazzolla, que reafirman el gen que de distintas maneras recorre la música de Escalandrum.

El tiempo está después

Piazzolla ’74 se llama el programa que Escalandrum presentará en el Colón. Una exploración puntual sobre la música de un año particular en la vida del bandoneonista y compositor. Un año de música que en parte quedó plasmada en dos discos, Libertango y Reunión Cumbre, hoy prestigiosos porque representan testimonios del roce internacional de Piazzolla, además de cierta forma de modernismo inclusivo y de alguna manera un deseo cumplido para los rockeros progresivos de entonces. Resulta estimulante pensar lo que Escalandrum, que ha definido una identidad precisa en torno a Piazzolla desde un lugar muy personal y original, puede hacer con esa música.

El Piazzolla del '74 es el que tras recuperarse de un infarto se había instalado en Italia, donde formó un conjunto con músicos europeos. Es el período de eléctrico ardor de un compositor en fuga de su país y acaso del tango mismo. Órgano Hammond, bajo eléctrico, batería, sintetizadores y mucho trabajo de postproducción en estudio, caracterizaron esta etapa de Astor, un creador en su madurez y particularmente inspirado, que en busca de otras formas de modernismo termina envuelto en un sonido internacional con referencia en el jazz y el rock –en particular con Emerson Like & Palmer, de quienes era confeso admirador–. Sin embargo, al mismo tiempo que incorporaba la electrónica como emblema de la actualidad y trazaba un puente hacia la cultura juvenil de entonces, sacrificaba mucho de ese nervio prodigioso que en la ejecución hacía que su música fuese su música.

Ese mismo año se produjo el encuentro entre Astor y el saxofonista barítono estadounidense Gerry Mulligan, figura central del jazz de entonces e inspirador con su ten-tette y sus grupos de principios de la década de 1950 del primer ensamble de solistas de Piazzolla: el Octeto de 1955. De ese encuentro –propiciado, como Libertango, por el productor italiano Aldo Pagani–, salió lo que en Italia se publicó con el nombre de Summit y en Argentina el sello Trova llamó Reunión cumbre. El sonido oscuro y terso y el fraseo delicado de Mulligan le aportan profundidad y destacan la generosa vena melódica de la música de Piazzolla, que en los laberintos de la modernidad internacional seguía sin encontrar la vitalidad que le habían sabido dar sus intérpretes naturales. Por supuesto, ahí también aparecieron los detractores que, ahora en nombre del tango, reivindicaban al Piazzolla del quinteto.

Es fácil suponer que la mirada de Escalandrum, que a fines del año pasado editó Escalectric, un disco en el que asume con plenitud creativa la condición de “sexteto eléctrico”, le pondrá una energía distinta, además del aditivo indispensable de la improvisación, a temas de gran belleza que son parte de Reunión cumbre, como "Años de Soledad", "Deus Xangó", "Cierra tus ojos y escucha", además de las celebradas páginas de Libertango

Nacida en 1999 como una banda de jazz con rasgos criollos y repertorio propio, Escalandrum –nombre que deriva de esclandrún, tipo de tiburón que solía cazar Astor– festeja sus 25 años bien sonados, con la música de quien les proyectó buena parte de su identidad artística. En ese plan regresan al Teatro Colón, donde en 2021 celebraron el centenario del nacimiento del mismo Astor. El Colón que también para Piazzolla fue una especie de cielo artístico. Pipi ha contado sobre aquel día de 1983 en que su abuelo lo pasó a buscar en un taxi y lo llevó al Colón para que lo viera actuar –en aquella ocasión con la Orquesta Filarmónica, dirigida por Pedro Ignacio Calderón–, y después le regaló el programa de mano de la noche, en el que de puño y letra escribió "Para que te acuerdes de la noche en que tu Noni triunfó". 

En ese escenario, laurel sobre laurel, Escalandrum y Piazzolla volverán a sonar, tradicionales y actuales.