La nueva cumbre de los BRICS que tendrá lugar entre el 22 y el 24 de octubre en la ciudad rusa de Kazán, apunta a convertirse en un hito en la progresiva construcción de una alternativa viable al decadente sistema unipolar impuesto por los Estados Unidos y que todavía sobrevive a partir de la alianza con sus socios occidentales, y mediante una perversa combinación de políticas de endeudamiento económico y de control militar y territorial a nivel global.
Además de revitalizar la alianza entre Rusia, China, India, Brasil y Sudáfrica, ésta también será la primera cumbre plena tras la incorporación formal de Irán, Egipto, Etiopía y los Emiratos Árabes Unidos al bloque, en tanto se espera una definición por parte del gobierno de Arabia Saudita.
Como en todos los encuentros realizados por los BRICS hasta ahora, el eje principal será el de la construcción de un orden mundial verdaderamente multipolar, no sólo para desafiar la hegemonía estadounidense y occidental sino también para avanzar en propuestas concretas y en mecanismos consensuados que contribuyan a afianzar una tendencia histórica a estas alturas irreversible.
En este sentido, y en distintos niveles, todos los integrantes de este bloque, junto con aquellos que desean formar parte de él, comparten la creencia en un mundo en el que, como afirmaba Oswald Spengler hace ya un siglo, Occidente se encuentra en decadencia. Frente a la realidad de lo inexorable, será imperativo prepararse para lo que vendrá o, incluso, adoptar las medidas necesarias para acelerar este proceso.
Para Rusia en particular, esta cumbre tendrá una impronta verdaderamente estratégica, ya que no sólo demostrará su capacidad organizativa en un contexto de sanciones y embargos como los que Occidente viene aplicando desde años en contra de su economía.
También procurará evidenciar que, aun frente al aislamiento al que se la pretendió condenar a raíz del conflicto con Ucrania, el gobierno de Vladimir Putin encarará una amplia ofensiva diplomática con un creciente grupo de naciones interesadas en fortalecer sus vínculos políticos y no tan sólo comerciales.
Por su parte, China intentará capitalizar esta cumbre para impulsar una política deliberada en contra del dólar como moneda dominante a nivel global.
Probablemente, se afiance el lento pero progresivo avance del proceso de desdolarización que los BRICS llevan adelante, al menos, desde 2015, cuando fue puesto en marcha el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), como un nuevo ente financiero con características superadoras frente a organismos tradicionales, y directamente vinculados con la economía estadounidense, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Iniciativas como el aumento de las líneas de swap para que la moneda china esté fácilmente disponible para los países socios, el establecimiento de un sistema de pagos de carácter autónomo, que a futuro podría desplazar a la plataforma SWIFT en las transacciones dentro del sistema bancario internacional, y el progresivo retorno al patrón oro, dan cuenta de los esfuerzos coordinados para limitar al dólar, cuya utilización en detrimento de las monedas locales es un problema que aqueja a las naciones del Sur Global, pero también a países europeos, como Francia y Alemania.
Por supuesto, no serán estos los únicos temas que se discutan en la cumbre ya que, entre otros asuntos, se espera que se revise el funcionamiento de las Naciones Unidas, el sistema de cuotas y de liderazgo en instituciones financieras multilaterales, la política de embargos y sanciones aplicadas por las potencias occidentales, la expansión de la OTAN y la hipermilitarización en Medio Oriente como principal eje de desestabilización para el continente asiático. Y todo ello tendrá lugar en medio de la más incierta campaña electoral estadounidense de las últimas décadas.
En cuanto a su futura expansión, los BRICS han dado muestras de querer ampliar todavía más el bloque para incorporar a Sudamérica, donde se encuentran dos países dueños de importantes recursos estratégicos y que ya han solicitado su admisión: Venezuela, con las mayores reservas petroleras del planeta, y Bolivia, con los más importantes yacimientos de litio a nivel mundial.
Pese a las lecturas malintencionadas promovidas desde Occidente y que apuntan a rebajar el papel global de los BRICS, a su falta de cohesión interna, y a su todavía limitada incidencia en el plano económico, no hay dudas de que se trata de un actor político de una relevancia cada vez mayor, que está dando muestras crecientes de compromiso y de solidaridad internos, y que está llamado a cumplir un papel estratégico en la construcción participativa de un renovado horizonte multipolar.