A las cuatro de la tarde del sábado 19 de octubre bajo un sol que partía los adoquines del casco histórico de San Isidro, un chico rubio de camiseta bordó y amarilla le grita a una mujer con el pañuelo verde alrededor del cuello que “deje de matar bebés”.
En el famoso “mástil” que corona la calle comercial Belgrano, punto de encuentro por excelencia para cualquier vecino del barrio, flameaba como todos los días la bandera argentina. A su alrededor muchas otras la acompañaban: una columna de vecinxs de todas las edades enarbolaban banderas arcoíris y otras del mosaico del orgullo, además de muchos pañuelos verdes que contrastaban con la imponente catedral gótica que asomaba a menos de trescientos metros del lugar.
La columna que inició su caminata por Belgrano hacia Centenario al ritmo de una batucada convocó también a gente de municipios aledaños como San Fernando o Vicente López, y Tigre, que tiene su propia marcha este sábado 26, marcando una vez más la importancia de territorializar los reclamos pero también el orgullo. Adelante se escuchan los cánticos de “Existimos porque resistimos” de Las Históricas Argentinas Sobrevivientes encabezando la procesión: tal vez faltan referentes pop pero sobran las referentas políticas. Es la tercera marcha del orgullo celebrada en San Isidro y ellas tienen asistencia perfecta desde 2022.
Musicalizada por hits pop actuales como “Quiénes son” y glorias eternas como “Bad Romance” de Lady Gaga, la marcha contó en su espectáculo de cierre frente a la municipalidad con un cantante de tango y una banda de cumbia rodeados por bailarinxs de rosa metalizado, plumas y abanicos funcionales al show y a las altas temperaturas, coronado por un siempre necesario pañuelazo.
A las 19, ya cerrando la jornada, la Avenida Centenario era engalanada ya con otros colores: las camisetas de los simpatizantes de los clubes Belgrano Athletic y Newman, que disputaban ese mismo día la semifinal del torneo de la URBA en “la catedral del rugby”, la cancha del CASI. No podrían, a primera vista, pensarse dos grupos más contrastantes. Y, sin embargo, ambos grupos no eran tan diferentes: madres con cochecitos, grupos de adolescentes felices, ancianos, en fin, familias.
Hace años que Tadeo, de 32 años, participa en la marcha de Buenos Aires. Sin embargo, marca una diferencia entre participar en San Isidro y en capital. “Es fácil ir sabiendo que nadie te conoce y que está todo bien si le das un beso a un pibe en plena calle. Pero venir y hacerlo en el medio de San Isidro sabiendo que te podés cruzar a cualquiera de tus compañeros de colegio que te hacían bullying por trolo es un montón y no es fácil. No importa cuántos años pasen sigue siendo un pueblo con mentalidad de pueblo”.
Para otros, en los últimos 15 años, el paso del tiempo se sintió y mucho. A Pablo, de 41 años, vecino de Vicente López, se le pone la piel de gallina al recordar cuando viviendo en España en 2010 se enteró de que Argentina había legalizado el matrimonio igualitario: “Fue una fiesta mundial, fuimos líderes en derechos en todo el mundo y yo, que me fui de mi país justamente porque no podía vivir como quería vivir y ahora que volví, voy de la mano con mi marido a todos lados y nadie nos mira, nadie nos molesta y antes no era así”.
“Es fácil marchar en Capital donde nadie te conoce. Pero hacerlo en San Isidro, donde te podés cruzar con tus compañeros que te hacían bullying por trolo, no es fácil.”
Un grupo de cinco chiques entre 18 y 19 años se ríen, hacen chistes y agitan banderas trans y no binarias. Se conocen del “Nacio” (el Colegio Nacional San Isidro, ubicado a pocos metros del lugar de encuentro) y desde el Centro de Estudiantes concentraron en la puerta para venir. Cuando cuentan su experiencia siendo queer en el colegio, esta cronista siente una mezcla de ternura, esperanza y una pizca de envidia.
“Siempre hubo una comunidad muy vocal en el colegio, entonces la verdad que nunca tuvimos, al menos ahí, ningún problema: cuando te vienen a buscar para joderte te buscan de uno o de a dos, no cuando somos diez, ahí se achican”, dice Eme, entre el orgullo y la bronca. El chico con quien va de la mano comenta que, con excepción de una profesora, en el nacio siempre lo trataron bien: “incluso la nueva directora permitió que en el diploma tenga mi nombre y no mi dead name y eso que todavía no me lo habían cambiado en el DNI”.
A y J ―de 24 y 23 años― coinciden: “Viviendo acá siendo gay nunca tuve ningún tipo de miedo de ser agredido pero si de ser observado. Está todo muy oculto, el municipio es un poco una burbuja, por eso es tan importante la visibilidad. Yo comencé a los 18 años a ir a un espacio que me cambió la vida, porque pude conocer a mucha gente gay en San Isidro”. Según A “las maricas y las travas acá somos más unidas porque no hay la cantidad de movida y lugares que hay en capital”.
No faltaron en el cierre de la marcha los reclamos políticos y las expresiones de descontento para con el intendente Ramón Lanús, que el año pasado destronó a la histórica dinastía de los Posse. Culminada la procesión en la municipalidad, desde el escenario los oradores leyeron el documento denunciando el ajuste presupuestario a nivel nacional y exigieron la implementación efectiva de la Ley Nacional de Respuesta Integral al VIH, Hepatitis Virales, otras Infecciones de Transmisión Sexual y Tuberculosis a dos años y medio de su aprobación. Además, pidieron por el cumplimiento de la Ley de Cupo Laboral Trans en el Municipio de San Isidro y reclamaron por una Ley de Reparación Histórica para las compañeras trans de más de 40 años.
Entre otros reclamos vitales se enfatizaron la correcta y plena implementación de la Ley de Educación Sexual Integral en todas las instituciones educativas del Municipio y justicia por los crímenes de odio contra la comunidad trans. Al de Tehuel de la Torre se le suman otros transfemicidios aún impunes: el de Sofía Fernández, quien fue encontrada sin vida en abril del año pasado en una celda de la sede policial de Presidente Derqui, y el de Florencia Reinaldi, una mujer trans brutalmente asesinada hace pocos días en Ensenada.
Más allá de la atmósfera relajada de la jornada, Manuela Schupisser, concejala de San Isidro por Unión por la Patria y una de las organizadoras del evento, expresó que “fue un gran desafío pensar una tercera edición, a pesar del contexto adverso nacional, y también el desafío a nivel local, con un nuevo intendente que tiene un sesgo ideológico y religioso muy fuerte, que abiertamente está en contra del feminismo, del aborto, de la diversidad. Tuvimos muchos palos en la rueda para poder lograr llevarlo a cabo. A pesar de que nos intentan instalar que San Isidro es un distrito religioso, discriminador, elitista, que lo es, también hay un montón de sanisidrenses que expresan otra cosa, que viven su vida desde otro lugar”.
La mención de lo religioso no es menor. La lucha por la separación de la Iglesia y el Estado, que se entrelaza profundamente con las luchas anteriores, está más vigente que nunca en un municipio en el cual la Iglesia Católica tiene una injerencia muy grande.
Sin ir más lejos, el obispo de San Isidro es el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. San Isidro es tierra fértil para algunos sectores ultraconservadores de la iglesia católica como el Opus Dei, que tienen una presencia territorial enorme. En este medio se reportó recientemente que en el Hospital Materno-Infantil la gestión municipal había habilitado una oficina que bajo el nombre de “Maternidades vulnerables” obstaculizaba el acceso a la IVE de aquellas mujeres que se acercaban al hospital. Este espacio era atendido por “voluntarias” que intentaban persuadir a aquellas solicitantes de un aborto a cambiar de decisión a traves de diferentes formas de manipulación y hostigamiento.
En medio del jolgorio generalizado camina un grupo de tres adolescentes entre 13 y 15 años que también dicen participar de la marcha desde hace varios años. Cami, de 14, vestida de la cabeza a los pies de rosa, pelo teñido de colores y una corona de plástico se siente afortunada del lugar donde nació: “Mi familia me apoya mucho, en el colegio también, incluso vinimos acá con el centro de estudiantes. Vas encontrando espacios físicos o figurativos“.
“Está bueno fomentar el orgullo para los que ya somos de la comunidad y para los que están confundidos, saber que siempre va a haber un lugar como las marchas para sentirse acompañado para gente que tal vez no tiene la misma experiencia que yo y cree que está solo en esto, saber que no es así”. Los testimonios se pisan, las experiencias dejan de ser tan únicas y los elementos se comparten. Ya no sé si San Isidro es tan distinto después de todo.