“¡Universidad de los trabajadores y al que no le guste, se jode, se jode!”. De pie, con los brazos en alto, (casi) todos los presentes en la Usina del Arte entonaron con bronca y sentido de pertenencia esa canción que forma parte constitutiva de la cultura argentina. No se trataba de una manifestación a favor de la educación pública sino de la primera ceremonia de entrega de los premios Martín Fierro de Cine y Series, pero la comunidad artística audiovisual de la Argentina aprovechó la velada para realizar una defensa cerrada de la educación pública, la cultura, los jubilados, la industria nacional y el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). Una noche marcada por contundentes discursos políticos, y también por los silencios y los gestos de quienes no estaban de acuerdo con el clima generalizado.
No fue una entrega de premios como cualquier otra. La frivolidad habitual, y los discursos de ocasión y protocolares, esta vez brillaron por su ausencia. El nuevo galardón organizado por la Asociación de Periodistas de Televisión y radios de Argentina (APTRA) fue un encuentro de la resistencia, una demostración de fortaleza, convicciones, solidaridad, empatía y talento reunido con la excusa de una ceremonia de premiación. Y primó la necesidad de abrazarse y gritar con fuerza que la industria audiovisual argentina no va a bajar los brazos, pese a la política de desprestigio y destrucción a la que el gobierno de Javier Milei la sometió.
Señalada por el gobierno nacional como “enemiga pública número 1”, la comunidad artística argentina no se quedó callada en la noche del lunes. El cántico en defensa de la universidad pública -tal vez el momento más icónico de la ceremonia- fue luego de que los guionistas de la gran ganadora de la noche, la película Puan, María Alché y Benjamín Naishtat, obtuvieran el Martín Fierro al mejor guión. Uno de los que recibió el premio fue el decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Ricardo Manetti. “Nuestras universidades se encuentran en una situación crítica debido al ajuste presupuestario y al desfinanciamiento que está llevando a cabo este Gobierno”, señaló, denunciando los “ataques” a profesores y estudiantes. “Quienes tienen la responsabilidad de las políticas públicas están queriendo hacer desaparecer la universidad pública”, dijo, y exigió “no perder la autonomía universitaria”.
Otro de los momentos más fuertes de la noche fue cuando Norman Briski subió al escenario para recibir su estatuilla en homenaje a su trayectoria. Fiel a su estilo, el actor se refirió a la realidad argentina y cinematográfica. “La ficción es una radiografía de la realidad. Nos están afanando la ficción. Está en la (Casa) Rosada la ficción”, subrayó. “Saludo a los héroes del cine, de nuestro cine, porque siempre se piensa que somos una industria, pero somos héroes de este trabajo tan hermoso. Hablemos entonces de Pino Solanas, de Cantinflas, de Hugo del Carril, de Eva Perón. Saludo a todas las luchas, no a esta, a todas. Mi Norma Pla, mi Nora Cortiñas, y yo saludo a la comida que falta y mi consejo es así: inversiones, el cine necesita inversiones. Las inversiones vendrán de la rebeldía o seremos nada. A filmar, a filmar, a filmar hasta enterrarnos en el mar”. Además, Briski tomó posición por el conflicto entre Israel y Palestina: “Gaza jamás será vencido. No me importa que me aplaudan mucho o poco, pero lo siento aquí, en mi sangre, en mis ancestros. La defensa de un pueblo que está siendo asesinado, Gaza”.
No fueron las únicas voces que defendieron a la industria de cine argentina. La mismísima Mirtha Legrand, también homenajeada, fue clara al respecto. “¡Por favor, no cierren el INCAA!”, fue lo primero que dijo la diva. “En mi casa se amaba y se ama al cine argentino, de manera que tenemos que continuar haciendo películas. Si hay gente que de pronto recibió un crédito y no devolvió el dinero que correspondía, bueno, esa queda fuera. A esa gente no le damos más nada. Pero no se puede cerrar el INCAA porque el cine argentino es el cine más importante de habla hispana. Así que lo tenemos que mantener los argentinos. Hagamos fuerza. Esto va a continuar haciendo películas maravillosas, con premios”, remarcó.
A medida que subían los galardonados, las palabras en defensa de la educación pública y de la cultura argentinas se repetían con valentía y sensibilidad. “No nos digan cómo tenemos que hacer cine. Sabemos hacer cine. Que no nos digan más cuántos espectadores tenemos que meter para ser buenos. No es algo en lo que pensemos siempre”, afirmó la gran Graciela Borges. “Nadie quiere hacer una mala película, chicos. Eso es lo que no entienden los que no nos apoyan en el cine. Luchamos mucho por el cine. Garra, corazón y nervio, como dicen en el fútbol. Y no bajemos los brazos. Si no, no vamos a poder seguir haciendo esto, porque el mundo está lleno de imágenes de cine argentino. Y a veces parece que olvidaran eso”, remarcó la actriz que celebró compartir la noche con la “tribu” artística, un concepto que retomaron varios de los premiados durante la velada.
Entre los discursos que apoyaban las palabras e ideas coincidentes que vertían sobre el escenario productores, directores, vestuaristas, músicos y actores galardonados, hubo también silencios que fueron tan políticos como los que reivindicaron explícitamente la relevancia cultural y económica del cine nacional. Entre ellos, se destacó la omisión a cualquier cuestión social o artística de Susana Giménez, también homenajeada, y de Guillermo Francella, que se llevó el Martín Fierro de Oro por El encargado pero evitó pronunciarse sobre el momento que vive el país y la industria audiovisual en particular. “Yo no estoy muy acostumbrado a tener esos discursos muy retóricos ni frases sentenciosas ni palabras grandilocuentes, pero si hay una palabra que expresa mi estado de ánimo es 'gracias'”, afirmó, dedicándole el premio al público.
El que no se quedó callado fue Luis Brandoni, que al recibir un merecido premio por su trayectoria como actor, reivindicó tácitamente al gobierno nacional. “Sigo teniendo esperanzas en el país porque la gente no quiere más ladrones por todas partes", afirmó. Mercedes Morán, que llegó a la Usina del arte junto a otros actores con una bandera argentina con la leyenda “Cine argentino, identidad y memoria”, también dijo lo suyo. “Vamos a resistir, con creatividad, con amor y con libertad, esa palabra que nos quieren robar, porque solo se llega a tener libertad con educación”, afirmó. Con una fuerte defensa de la educación pública y de la industria audiovisual argentina, la comunidad artística se expresó con total libertad sobre una actualidad que los interpela como ciudadanos pero también como trabajadores de la cultura. “Solo las personas que piensan en forma individual -reflexionó Natalia Oreiro- pueden creer que la salida no es colectiva”.