Brisa cálida, casi embriagadora, con una marea tranquila que va moviendo suave la embarcación. Scott y su esposa Louise disfrutan de unas idílicas vacaciones, y el paseo en altamar es una de las atracciones. De repente, mientras Louise va en busca de una cerveza, Scott observa una especie de nube de extraña forma, que se acerca y tapa la embarcación.

Es una nube radiactiva. Inmediatamente, Scott queda manchado de una sustancia brillante formada por pequeñas partículas. Posteriormente, en forma accidental ingiere un insecticida, que al parecer genera una extraña combinación química, un efecto devastador e inimaginable: el cuerpo de Scott comienza a reducirse. Las primeras constataciones de este efecto “menguante” se ven en la vida cotidiana de Scott. Pantalones, camisas, zapatos, comienzan a bailarle en el cuerpo. Día a día se hace más pequeño. Louise trata de consolarlo diciéndole que los médicos podrán remediar el mal que lo aqueja. Scott, visiblemente enojado le dice a Louise, ¿no te das cuenta que para besarme ya no te ponés en puntas de pie? Louise prefiere ignorarlo. Confía en que las consultas médicas encontraran respuestas. Infinidad de estudios y pruebas médicas no encuentran solución al problema de Scott. Los días pasan, los segundos vuelan y el cuerpo sin piedad sigue menguando…

Inexorablemente el carácter de Scott se vuelve irascible, violento, tiránico hacia Louise. Sentirse disminuido pone a Scott en una situación inmanejable, en donde los celos y las recriminaciones a Louise van generando una convivencia caótica. La esperanza se torna sombra. Encerrado en su casa, decide salir y en particulares circunstancias conoce a Clarice, una mujer que sufre enanismo. Es el único momento de cierta felicidad de Scott, que se reconforta por la visión reflejada en la mirada de Clarice. Ya reducido al tamaño de un pequeño muñeco, decide alojarse en una especie de casa de muñecas.

La comunicación con Louise se dificulta, su voz se hace inaudible en forma paulatina. Su propio gato, en un feroz ataque sobre su “casa”, pone en serios riesgos su integridad. El felino lo hostiga. Scott, con sus fuerzas reducidas como su tamaño, logra repelerlo. Louise, presume que el gato ha devorado a su marido, por cuanto la voz y el tamaño de Scott ya se hacen imperceptibles al oído y la visión humana. Ante esta situación, Scott decide refugiarse en el sótano de la casa. Allí una pequeña caja de fósforos, se transforma en su nuevo hogar. Una perforación de una especie de termotanque genera un tsunami que destruye su nueva “casa” y casi lo ahoga. Scott resiste y sobrevive.

Cuando cree que disfrutará de cierta paz, su vida se ve amenazada por una araña. En una titánica pelea, logra con su única arma, un alfiler, matar a su arácnido enemigo. Está casi desfalleciendo. Su cuerpo se reduce hasta desaparecer. ¿Scott está muerto? Imposible saberlo. Es un punto en el Universo.

Esta historia es la reflejada en la película “El increíble hombre menguante” (1957) sobre un libro de Richard Matheson, con las actuaciones de Grant Williams (Scott), Randy Stuart (Louise) y April Kent (Clarice). La película es un clásico del género de ciencia ficción. Recibió buenas críticas, convirtiéndose en taquillera.

En Argentina no hemos sufrido una nube radioactiva. Pero para el Presidente Javier Milei el Estado debe sufrir las consecuencias que vivió Scott. Reducirse hasta desaparecer… Es la tarea de quien se considera un topo dentro del Estado. “Yo soy el que destruye al Estado”, declaró oportunamente.

En esta oportunidad nos centraremos a la concepción de Milei sobre el rol del Estado en la educación y el desarrollo tecnológico. ¿Por qué elegimos esto? Sencillamente porque  son el acceso al conocimiento y la inversión en tecnología los determinantes centrales del desarrollo económico de las sociedades. Para Murray Rothbard, según Milei su fuente de inspiración, reviste particular importancia para el Estado moderno hacerse del control del sistema educativo, considerando que se forman “súbditos” según las necesidades políticas de los gobernantes. Rothbard considera que no es posible una educación libre con Estado, ni libre por cuanto no existiría una educación de calidad en donde no existe un mercado que ofrezca, educación privada. 

Fernando Nogales, en “La educación desde la perspectiva de la Escuela Austriaca de Economía”, plantea que los libertarios tienen tres principios troncales en educación: “total libertad e implantación de los mercados privados de enseñanza; ausencia de toda coacción en contenido y forma en toda la trasmisión educativa; total protagonismo de proveedores y clientes (escuelas y familias) en el diseño de las estructuras y contenidos educativos”. El objetivo es claro, que el rol igualador de la educación, en donde el Estado, es su vector dinamizador, sea suprimido por el mercado. Esta lógica se inscribe en quienes como Milei, creen que la justicia social es una aberración, que debe ser combatida. Rothbard nos habla de que el igualitarismo es una rebelión contra la naturaleza, ya que la misma nos hace desiguales, por lo tanto debe aceptarse con “naturalidad”.

La sociedad argentina mayoritariamente sabe que la educación pública, con sus enormes limitaciones y dificultades, es un anhelo que con esfuerzo las familias no quieren entregar. Milei, por ejemplo, rechazando con el veto la ley de financiamiento, está dando señales inequívocas de ir minando, como un topo, los cimientos del Estado y debilitando una de las funciones inexcusables. El razonamiento es sencillo, el mercado privado educativo debe responder a la demanda social, quienes no puedan afrontarlo reclamando condiciones de trato iguales, contradicen la naturaleza… Esta lógica es compatible con un modelo de país que debe asumir su condición de periférico, productor de materias primas, una actividad que en general no requiere altos niveles de instrucción, excepto en algunas ramas productivas. Por lo tanto, la defensa de la educación pública adquiere un carácter estructural, en ella se dirime parte del futuro de nuestra sociedad. Enclave primarizado como en el siglo XIX o país industrial integrado a la producción primaria.

En el Tech Forum Argentina Milei señaló que el desarrollo tecnológico y su inversión están condicionados por el tamaño del Estado. Algunas aclaraciones: el pulso vital del capitalismo es la rentabilidad como se identifica de Adam Smith a Marx la célula madre del sistema capitalista. La historia económica es pacífica en reconocer que la inversión en busca de ganancia no tiene inhibiciones políticas ni bandera. Es decir, que el tamaño del Estado no condiciona la inversión, lo determinante es garantizar rentabilidad. Mariana Mazzucato en “El Estado emprendedor. Mitos del sector público frente al privado” y “Misión economía”, demuestra que los avances tecnológicos que marcan la “era de internet”, como la propia inteligencia artificial, no hubiesen sido posibles sin el apoyo y la inversión estatal. Chris Miller en “La guerra de los chips” una obra impactante para entender el mundo, señala que el complejo de Silicon Valey tanto como el gigante chino Huawei no serían posibles sin el apoyo e inversión de Estados Unidos y China respectivamente. 

Reiteramos, pretender tecnología sin inversión estatal es un pase al fracaso. Pero para Milei es conseguir su objetivo, destruir al Estado. Es vital tanto comprender la centralidad de esta discusión como construir una oposición, cuya unidad en la diversidad permita ensanchar veredas y calles. De lo contrario, como Scott, veremos a nuestra sociedad ser apenas una existencia invisible a la vista.