“La asamblea se pasa para el lunes: vénganse con bolsa de dormir”.

Tomás recibe el mensaje y el día señalado llega cargado con mantas, almohadas y mate, mucho mate: se dispone a pasar su primera noche en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).

Así como él, mil estudiantes se preparan para comenzar una jornada intensa, única e histórica: es la primera vez que algo así sucede en la UNSAM. Buenos Aires/12 vivió la toma desde adentro y pudo hablar con sus protagonistas. La medida, que inició la semana pasada, continuará este miércoles, tras dos días de paro universitario, por decisión de la asamblea general.

“Durante la toma padecí la falta de sueño durante cuatro días y solo volví a mi casa para bañarme antes del trabajo”, dice Tomás de 21 años, el último día de la primera semana. “Estoy muy contento, muy conmovido con cómo se dio, por el nivel de organización y el nivel de compromiso”, afirma. 

Al igual que él, muchos otros pasaron la noche en el cemento de las aulas habilitadas como piezas compartidas. Con la alarma a las 7 de la mañana, arrancaba la gente de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) a amasar tortas fritas y calentar el mate cocido, mientras los estudiantes sacaban las sillas para las primeras clases públicas del día.

“Estuve toda la semana, me fui ayer a la noche a descansar un rato y volví hoy a la mañana de nuevo”, cuenta Leonel. “La verdad fue un hecho único, en una universidad nueva y en una facultad en la que por lo general hay poca movilización, de golpe tener a 80 compañeros durmiendo, comiendo juntos, participando, debatiendo cómo la seguimos, me parece que es algo increíble”, agrega. 

Leonel hace cinco años milita orgánicamente en una de las agrupaciones estudiantiles. Sin embargo, resalta que esta acción política “generó espacios en términos culturales y de asociación, lo que abre el panorama no sólo a discusiones sino a formas de relacionarse entre compañeros que no habían desde hace un montón de tiempo". Se rompió con la lógica del encierro individual para formar y pensarse dentro de un colectivo”, afirma. 

Al trabajar remoto, él no tuvo impedimento de cumplir sus tareas desde la facultad. En cambio, otros y otras, como en el caso de Milagros, no pudieron quedarse a dormir. “No puedo venir a pasar la noche porque estoy con mucho laburo, pero sí estuve en todas las asambleas y la mayor cantidad de tiempo posible para hacer lo que se necesite. Además, asistí a las clases públicas, y no quiero dejar de decir que los profesores se portaron muy bien con nosotros al respecto. Eso de que las universidades ´están cerradas´ es sólo un relato mediático. Acá se sigue estudiando, seguimos rindiendo nuestros exámenes. En todas las actividades que estamos convocando básicamente continuamos con el estudio, dentro del marco de la lucha”, enfatiza.

Hernán, profesor de Álgebra, reafirma en la otra punta del campus las palabras de Milagros: “Esta semana di mi clase afuera, en la Avenida de Mayo, con 40 alumnos y un pizarrón móvil. Es totalmente falso que no se están dando clases, aparte de que son los mismos chicos quienes se ocupan de sacar afuera las sillas y volver a guardarlas para que no se arruinen. Además, gran parte de todo este esfuerzo que están haciendo es también por nuestros salarios y nuestras condiciones de trabajo, ¿cómo no vamos a apoyarlos?”.

Durante estos días se pintan carteles para indicar la nueva locación de cada materia a lo largo y ancho del predio. Quienes están en la toma se informan para poder ayudar a quien pregunte y acompañar a los docentes por si hace falta algo más allá de lo previsto. En general, profesores y profesoras se acercan a ver si se necesita algo y cómo viene el cansancio acumulado. Se involucran de distintas formas a la causa que los aúna: la educación pública.

También se hacen presentes quienes integran otros centros de estudio que dependen de la UNSAM, como Teresa. Ella enseña en la Escuela Secundaria Técnica UNSAM y en el CUSAM, el Centro Universitario San Martín dentro del Complejo Penitenciario de José León Suárez. “Para hablar de esta toma no podemos olvidarnos de que estamos emplazados en pleno conurbano, y particularmente en San Martín. Esta Universidad está rodeada de fábricas llenas de trabajadores organizados que pasan por la puerta, ven las clases públicas y aplauden. Cada vez que salimos a la calle, como cuando hicimos el banderazo sobre el puente en General Paz, la comunidad apoyó. Hicimos una pequeña movilización de una sede a otra de la escuela, salían las vecinas y los obreros de las casas del barrio, en el fondo de José León Suárez y nos aplaudían. Eso es barriada popular”.

En la toma, aquellos que no son ni docentes ni estudiantes también juegan un papel importantísimo. Cecilia, de comunicación, dice al terminar la asamblea general: “El proceso que se está dando es maravilloso más allá de lo que pase después. Es necesario para cualquier generación y en especial en este momento. Es una alegría ver que algo se despierta y aparece con todos los conflictos y problemas, que son parte del camino del aprendizaje y de la autonomía que se consigue en la política, como personas, como colectivo. Identificarse y entenderse con otros es parte fundamental del proceso de politización para una ciudadanía plena”.

En otro edificio habla Tomás, quien trabaja en la UNSAM desde hace ya 20 años: “Nosotros como trabajadores no docentes apoyamos la toma como método de lucha, así con los estudiantes al frente. Me sorprende y los felicito por el nivel de organización y compromiso que están teniendo. Yo creo que tendría que haber un nivel de movilización y organización mucho más masivo y contundente junto a ellos. La lucha estudiantil es la punta de lanza contra las políticas de este gobierno”.

Universidades conurbanas

Este diario conversó con personas de distintos lugares del conurbano bonaerense presentes en las diferentes actividades que se dieron estos días, y en cada charla emergió una afirmación contundente: “somos un nuevo actor político, somos universitarios conurbanos”.

“La mayoría de las universidades conurbanas son universidades jóvenes que surgen por primera vez como actor político, son el territorio mestizo, marrón, laburante, primera generación, que sabe y es consciente de que la universidad está ahí porque los trabajadores la demandaron”, enfatiza Teresa.

Así como ella, Emiliano es docente de la Escuela Secundaria Técnica, y además estudia Sociología en la UNSAM. Luego de sintetizar su semana como “del trabajo a la toma y de la toma al trabajo”, él se muestra convencido del cambio de época que significa esta acción conjunta entre instituciones, sobre todo las del territorio bonaerense: “Creo que lo que se está gestando es un nuevo sujeto que es el estudiante del conurbano. Hay muchos jóvenes que son los primeros en llegar a estudios de grado y también trabajadores que, en muchos casos, son activistas en sus lugares de trabajo y alimentan al movimiento estudiantil. Esto va a confluir con las universidades históricas como la UBA, que hace años logró voltear a Ricardo López Murphy, pero también estas nuevas identidades van a tener un impacto distintivo a mediano plazo, en nuevas figuras, nuevas corrientes, o incluso en la renovación de las existentes”.

Ana es mamá de una estudiante y un graduado, y forma parte de las manos que cocinan en la olla popular. Ella cuenta que la universidad de cercanía no sólo permitió que sus hijos no tuvieran que mudarse o viajar durante horas para poder estudiar, sino que además “los dejó seguir formando parte del barrio, entonces el conocimiento que aprendieron acá en la UNSAM lo ponen en práctica en sus trabajos pero también ayudando a los vecinos de toda la vida”.

Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta…

“La política de Milei convocó a nuevas personas, no solamente del ámbito universitario. En un principio fuimos nosotros, después fueron los jubilados, los médicos, y creo que sobre todo en la marcha universitaria se vio reflejado más que nunca. Había gente que votó a este gobierno pero se está dando cuenta de que el rumbo no es por ahí. Entre otras cosas porque la universidad es intocable, es algo que pertenece al sentido común de todos los argentinos”, dice Lautaro, quien está a punto de graduarse. “Si Milei sigue incitando a la violencia, si sigue amedrentando a la gente como lo está haciendo, avasallando y ajustando, no hay forma de que su plan termine bien. Ganó con un amplio porcentaje y eso le da legitimidad de origen, pero algo muy distinto es la legitimidad de gestión, ahí está flojo de papeles”.

En el mismo sentido son las palabras de Leonel respecto a quiénes se involucraron en las distintas actividades: “Sí bien había una conciencia sobre lo que creían que estaba bien y lo que estaba mal, no había un apuro por lo político. Hay compañeros que antes, hace una semana, pasaban por el Centro de Estudiantes y miraban al piso. Ahora fueron los primeros en venir y revolver la olla, levantar las cosas, agarrar las banderas y alentar las clases públicas”.

Daniela es estudiante y sin preámbulos afirma que para ella “la radicalización de cualquier discurso siempre conduce a que te quedes solo. Vos tenés que profundizar inteligentemente, algo que el presidente no hace. La cantidad de personas que veo siendo parte de algo que jamás estuvo en sus planes -yo incluida, porque soy una persona que tiene sus ideales pero no imaginé nunca terminar tan comprometida-, se da por inercia, porque hay un sentimiento que te impulsa a implicarte. Milei se metió en un quilombo bárbaro, no tiene idea”.

Tomás, arremangado mientras termina de limpiar las mesas, sentencia: “Si quiere seguir jodiendo se va a enfrentar con lo que a lo largo de la historia se ha comprobado, que es que con el movimiento estudiantil no se jode”.