La historia de las COP de biodiversidad ha sido la de incumplimientos reiterados por parte de los Estados y de fracasos para toda la humanidad. En estas conferencias bianuales se trazan ambiciosas, pero necesarias metas para frenar la pérdida de la biodiversidad; proyecciones fallidas a juzgar por la evidencia de la acelerada disminución o desaparición de la diversidad biológica en el planeta en los últimos años.

Desde la COP10 de Nagoya (Japón) donde 196 países adoptaron las “Metas Aichi”; un plan estratégico con 20 metas para la protección de la biodiversidad hasta 2020, lo que ha seguido es una sucesión de incumplimientos. La misma Organización de Naciones Unidas (ONU) en 2014 que revisó el avance de esos compromisos mundiales declaró que los grandes objetivos en materia de sostenibilidad de recursos naturales, aumento de servicios ecosistémicos y planificación de la protección de la diversidad biológica no se lograrían en la década culminada en el 2020. Efectivamente, la COP14 de Egipto consideró como un fracaso el avance en la implementación de las “Metas Aichi”.

En la pasada COP15 en Kunming-Montreal, con la antesala de un memorable discurso del secretario de la ONU Antonio Guterres que calificó la desaparición de la biodiversidad como una “orgía de destrucción”; los países firmaron el Marco Global sobre Biodiversidad, donde hipócritamente los Estados se comprometen entre otras; con metas progresivas de aumento de ecosistemas, de reducción de una décima parte la extinción de las especies a 2030; y con la estructuración de un plan mercantilista de la naturaleza para instaurar transacciones entre grandes organizaciones transnacionales y sus ONGs con los países del sur y sus colectivos.

Esas transacciones movilizan los 200.000 millones de dólares para protección de la biodiversidad que dispusieron las partes dueñas del convenio; que finalmente resultan leoninos frente a la mercantilización de la diversidad cultural y biológica de los territorios que sustentan los desarrollos de la industria farmacéutica y agroalimentaria de las grandes potencias del mundo que subyace a toda esta operación financiera.

A pesar de los bombos y platillos con que se anunció en la pasada COP15 el Pacto 30×30, con el que se pretende restaurar el 30% de la naturaleza para el 2030; según una investigación del periódico británico The Guardian, tan solo 25 países enviaron como es su obligación, sus planes de acción para revertir la destrucción de los ecosistemas y darle cumplimiento a lo pactado. Este dato presagia que la actual COP16 de Cali podría ser como las anteriores, una conferencia de rimbombantes discursos como los escuchados en la inauguración, y de pocas ejecutorias de conservación medioambiental.

Entretanto; uno de los estudios más completos en su materia, la investigación “Informe Planeta Vivo 2024” adelantado por WWF y Zoological Society of London describe un mundo en franca hecatombe y destrucción biológica. En los últimos 50 años el tamaño de las poblaciones de fauna silvestre se ha reducido en 73%; las poblaciones de especies de agua dulce han sufrido un declive del 85%, las terrestres del 69% y las marinas del 56%. Pareciera, que tal como la ONU, que se creó para garantizar la paz mundial y sigue operando mientras el mundo se incendia en conflagraciones bélicas por doquier; así mismo, las fracasadas COP, ya hace 30 años, desde la primera realizada en 1994 en Nassau (Bahamas), siguen sirviendo de plataforma de discursos, transacciones, lobby y negociaciones verdes; y pocas acciones de verdadera conservación de la biodiversidad del planeta.

Sería interesante que le echen una mirada a la “COP Divergente Cumbre Ambientalista Ciudadana y Autónoma” que tendrá lugar en Cali los próximos 26 y 27 de octubre, y que busca según sus convocantes “acercar expresiones que hoy luchan por resolver problemáticas ambientales; abriendo un gran espacio de reflexión crítico e incidir desde las diversas dinámicas locales y regionales, mediante un compromiso activo, hacia la construcción de una agenda alternativa que supere el capitalismo depredador de los seres humanos y de la naturaleza”.

*Abogado y Magíster en Educación. Coordinador del Equipo de Trabajo de Medellín en el Proceso de Comunidades Negras (PCN). Colombia.

Publicado originalmente en www.diaspora.com.co