Existen palabras que transitan por diferentes campos discursivos que se las pueden considerar llaves de acceso para leer el sentido de la política neoliberal.
Lo fundamental es que ofrecen claves de lectura, de una epistemología política que emergió con el pensamiento neoliberal.
Palabras que dan indicios de cómo la política construye órdenes de racionalidad y cómo el orden de racionalidad construye políticas.
Cómo se delimitan políticamente las bases epistémicas en que se asientan principios, conceptos, métodos y prácticas.
O cómo algunas palabras, por el sentido que comportan, son aceptadas o rechazadas políticamente de acuerdo con los valores morales, religiosos, culturales y sociales que representan.
Masas unidas por el odio --poder neoliberal-- establecen relaciones para romper, para la destrucción en lugar de la construcción. A lo largo de estos días hay una gran cantidad de ejemplos: inflación abusiva, personas con hambre, otras que viven en la calle, jubilaciones pisoteadas, salud mental denigrada --hospital Bonaparte--, educación en general, especialmente la universitaria. No hay plata. O hay criterios distributivos que no consideran a los sujetos que formamos parte de nuestro país.
No solo problemas de trabajo, sino de transporte también, un gobierno que da la espalda a la vida, a las necesidades de la vida y que en nombre de mejoras rompe y rompe el Estado expresado directamente.
Las manifestaciones de sufrimiento subjetivo, familiar, social muestran las rupturas de los vínculos. La disconformidad no se hizo esperar y llegaron multitudinarias marchas, pero la represión, los palos, las acusaciones falsas fueron parte del plan organizado para ordenar a los engañados, con pérdida de confianza, tristeza, síntomas depresivos, atrapados en los circuitos de odio. Se vota y se veta, unos pasan de un lado a otro su voto, se compran, se venden, no sabemos, pero todo forzado y casi enigmático. ¿Cómo llegamos a este punto de malvivir?¿Entonces qué es ordenar?, la palabra pierde su valor cualitativo, más cerca del autoritarismo, del mandonear, de producir un plan de pérdidas para la mayoría y ganancias para unos pocos.
Las sorpresas sobran, el mundo del revés vamos a ver cómo es, decía María Elena Walsh.
Los que votaron a la conveniencia de los gobernantes, héroes, premios, un asado, y si no, traidores.
Estamos hablando de la potencia de los dispositivos de derecha.
Que vengan sin pienso...
Época de esas palabras dictatoriales en el plan de reorganización nacional. Decir expresado con una sonrisa gozosa, que para quienes escuchábamos, imposible de soportar su significado. Como decía Freud, ahora, tener presente el recordar, elaborar para no repetir.
Frase escuchada hace años, que sin decirlo parece retornar. No es fácil olvidar, pretensión de sometimiento. Poder sobre la población, obedientes, distribución desigual, como dice la canción, las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas.
Dar la espalda a la educación, propiciar la ignorancia de muchos, el saber para unos pocos.
Falta de pensamiento crítico, muchas acciones sin sentido.
La educación y la salud en jaque hace dudar de la intencionalidad y los objetivos de los gobernantes para las personas que habitamos el suelo argentino.
Pérdida de nuestros derechos, ruptura de los dispositivos de salud y educación fundamentales para el presente y para construir futuro.
Modos de gozar el sufrimiento ajeno en todos los planos de la vida. Unos festejan, otros sufren en una correntada de odios que no para.
Hacen la vista gorda, atacan los modos de convivencia, en tres campos de convivencia: jubilaciones, educación, salud, por ahora...
Sin pienso, modo denigrante de suponer un sujeto, de ser así, se sobrevaloran más las posibilidades de ejercer poder.
Por esto mismo es insoslayable la cuestión del derecho, derecho humano, de ciudadano y es frecuente que venga a mi memoria el pensamiento de Freud, uno en particular, que dejó plasmado en su artículo De guerra y muerte. Temas de actualidad, que dice: "El único deber del ser humano es soportar la vida. No existe algo así como erradicar el mal”. Es decir, Freud ubica un deber, una responsabilidad que a mi entender hace par con el derecho. Es un problema netamente de ser humano, las vueltas entre el derecho, la responsabilidad y el mal que no es erradicable por estructura.
Mal que tiene un aspecto singular, reducido, las condiciones de goce, de satisfacción pulsional de cada uno, y un aspecto general, ampliado, social, económico, político y cultural respecto de “la parte maldita” que con las condiciones de nuestro gobierno actual, hace par con el capitalismo y el mercado.
Planteo de absoluta actualidad y que puede servirnos de brújula para orientarnos en los dilemas de la salud mental, y los derechos en los tiempos que corren.
Paradojalmente, y en relación con las cuestiones de la comunidad, hay un término que resuena: “responsabilidad social”. No es nuevo, parece salvar de las deudas sociales y generalmente va unido a las cuestiones éticas.
Quizás, como las palabras sufren deslizamientos y trastocan los significados, según el uso que se le asigne, es el sentido que comporta. Se puede hacer uso de esta noción al menos de dos formas: articulada con una lógica de las intenciones (uso actual) o articulada con una lógica de las consecuencias.
La responsabilidad social articulada a la lógica de las intenciones: actual, es usada por el modelo empresario dentro de las políticas de mercado. Plantea una ética empresarial que dice tener buenas intenciones para la comunidad asociada a ideales de derechos humanos, morales, sociales y culturales y que en realidad brinda valor agregado a la empresa. Ahora, inflación negada por los gobernantes y soportada por la población.
La responsabilidad social articulada a la lógica de las consecuencias: es la que podemos encontrar en Aristóteles cuando habla de la vida democrática, considera que la responsabilidad social tiene que ver con prestar servicios a la sociedad en beneficio de las personas que integran la sociedad.
Va ligado al compromiso individual necesario con su propia sociedad.
A la responsabilidad social se la valora por el impacto que una decisión de sujeto tiene en la sociedad.
Tanto la responsabilidad como la decisión tienen consecuencias y no son homogéneas en los seres humanos, pueden ser variadas en tanto existe la dignidad, la legitimidad y el derecho a elegir las condiciones de satisfacción de cada uno, aunque el que haya elegido no lo sepa. Se trata del respeto por el sujeto.
Siguiendo esta línea de pensamiento existe también la responsabilidad social del analista, de estar a la altura de las transformaciones del mundo y de las formas nuevas de padecimiento subjetivo y social.
La vergüenza
Finalmente, un problema ético: estamos padeciendo la pérdida de vergüenza. Desde hace tiempo el presidente anunció que tiene la intención de romper todo y lo va realizando.
Los diques de la cultura --al decir de Freud-- se quebraron, diques que hacen regulaciones a las satisfacciones pulsionales de goce. Asco, vergüenza, pudor. Goce en exceso que destruye, desaparecen las pautas de conducta que guían a las personas y a la sociedad en la convivencia.
La política actual, sin vergüenza, no hace tope ni regulaciones al goce. Convivencia con malestar, acciones, conductas y normas, el lenguaje espantoso del presidente y su séquito. ¿Sin vergüenzas?
Clara Schor Landman es psicoanalista. Doctora en Ciencias Sociales UBA. Autora de artículos. Investigadora. Clacso.