Los comentarios del presidente, no el mío, de su deseo de poner el último clavo al ataúd del kirchnerismo y de Cristina, son de una crueldad inédita en la convivencia democrática. Además de convertirse en el abanderado de los discursos del odio, deslegitimando su condición de gobernante, no sólo implican una ignorancia que supera lo imaginable, son un insulto a la belleza que implica la metáfora.

Desde el comienzo de la historia, la metáfora intentó decir algo que no logran describir las palabras una al lado de la otra, se trata de una significación puesta en lugar de otra, una operación mágica que utilizan los mecanismos de los sueños y las realizaciones artísticas.

Desear la muerte de un adversario político no es nada inédito en la historia pero el fascismo de Milei y su gobierno no tiene nada de metafórico, nos quieren convertir a sus adversarios políticos en polvo, y a quienes escuchan esas palabras y no son adversarios políticos, en muertos vivos. Sabíamos que las derechas argentinas eran antropófagas, comen carne humana, bajando el valor de la vida humana, pero lo que nos propone este hombre es peor, chupa la sangre hasta dejarnos secos, crea una cámara de gas a cielo abierto y el veneno se expande con sus palabras.

Sus acólitos habían comenzado llevando la horca a Plaza de Mayo en el 2023; familiares de Caputo, el miseria-dinerista, endeudador serial, financiaron a los que intentaron el magnicidio a Cristina. Milei, con sus comentarios, pone el último clavo, no percibiendo que clavando su cuerpo vuelve inmortal la lucha de todo un pueblo contra un fascista anarco liberal tuiteador (o sea enloquecedor) que no merece más que el repudio generalizado de toda la población que sufre empobrecida y lastimada por sus continuos agravios.

Si pudiéramos hacer metáforas de sus palabras, son claras las referencias bíblicas donde él mismo se ubica, entre los que clavan a las personas en la cruz, una de las más tremendas torturas conocidas en la historia de la humanidad, y eso que fueron muchas. La metáfora del ataúd también estuvo presente en los comienzos de la democracia, y fue el certificado de defunción de un tipo de políticos que decían representar al peronismo, demostrando que las derechas no tienen camiseta política y que las democracias del siglo XXI las han reproducido con una beligerancia preocupante para el mismo acontecer democrático de la mano del rapaz, injusto e inhumano capitalismo. Ese ataúd fue el comienzo de la primavera democrática y el certificado del triunfo alfonsinista. Esto, cuarenta años después, pareciera ser el borde opuesto que quiere terminar con la democracia destruyendo a todo un país.

El jefe de Estado que quiere destruir el Estado, el presidente que representa la democracia que quiere terminar con la democracia. Quizás Milei sea una metáfora de lo que hemos fracasado y que debemos replantear. Nos acaba de mandar al ataúd, pero también ha acabado con el presidente de mi país al decirme que quisiera matarme. Nunca lo había vivido. Nunca había sentido en mi carne el poder de la metáfora.

Y no es porque me sienta kirchnerista, k o no k, sino porque me siento un adversario político. Milei representa un límite. El límite de la lástima por tener un país con este presidente, la lástima porque mucha gente lo haya votado. La vergüenza de que pueda haber alguien con semejante nivel de ignorancia. Culpa hasta por aquellas personas que tengan tal nivel de violencia y crueldad. Asco porque alguien puede saborear carne humana. Cuando no hay límites o los límites son la lástima, la culpa, el asco, lo nauseabundo, no hay metáfora.

Cada cual se acerca a los límites de sus propias vidas, y esto asegura nuevos movimientos. Si bien en el fondo Milei quiere darle vida al kirchnerismo porque sabe que oponiéndose a él muchos y muchas lo podrían seguir apoyando, para mí y tantos otros lo único que ha logrado es reafirmar que se trata de un fascista peligroso que nos viene a clavar en vida. Milei ha dejado de ser mi presidente, no representa ni aun en negatividad a quienes podría considerar oponentes políticos.

Metáforas dijo y es cierto, ha cruzado el límite de donde nadie ha vuelto, se ha convertido en un presidente que da vergüenza, asco, el límite mismo de toda posibilidad de metáfora. El progresismo no debe volver a equivocarse, con quienes debe discutir es con esas internas desgastantes: queremos que nos representen, no los queremos traidores ni cobardes, no queremos a los fieles de nadie, queremos gente que piense con pasión, jóvenes que deseen un futuro para nuestro país. Y a la política, queremos más metáforas, rejuvenecer la democracia que ha sido envejecida y rematada por las derechas que quieren vender el país. No hay metáfora sino en los que escuchamos, siempre el mensaje vuelve del otro, y la metáfora de su comentario del 21 de octubre de 2024 dio sepultura al mismo Milei, el presidente, no el mío, quizás ya el de ninguno, sólo alguien que se cocinará en su propia odio. Mientras tanto, nuestra utopía es construir un nuevo país donde estos personajes execrables de la historia argentina no tengan legitimidad.

Martín Smud es psicoanalista y escritor.