WEEKEND 6 puntos

(Argentina, 2024)

Dirección y guion: Agustín Rolandelli.

Duración: 85 minutos.

Intérpretes: Jazmín Stuart, Rafael Spregelburd, Jorge Prado.

Estreno exclusivamente en Cine Gaumont.

El comienzo es idílico, o así lo parece. La pareja llega a una isla privada para pasar un fin de semana que, con algo de suerte, logrará resucitar una relación que parece al borde del abismo. O, por el contrario, que se vaya todo al diablo de una vez por todas. Así lo enuncian ambos durante una conversación, luego de un escarceo sexual interrumpido por el cuidador de la bonita casa de campo (Jorge Prado, en una aparición fugaz). Pieza de cámara con una única locación y apenas dos personajes, Weekend no tarda demasiado en mostrar los dientes de la comedia oscura y desenfadada, una suerte de La guerra de los Roses en el Delta del Paraná pasada por el tamiz del primer Alex de la Iglesia. Jazmín Stuart es una cocinera de alta gama y mujer de armas tomar, como se revelará más temprano que tarde, y Rafael Spregelburd un psicólogo que insiste en analizar a su mujer en los momentos menos apropiados.

Luego de un prólogo que parece ofertar un drama con toques cómicos sobre la extinción de un matrimonio, el primer lanzamiento de platos conjura el disparate, el amor transformado en odio hiperbólico y violento. Al menos en un primer momento, la película de Agustín Rolandelli, experimentado montajista cuyo único largometraje hasta la fecha era el documental Torino (2010), presenta a la protagonista femenina como principal incitadora de la destrucción física, pero la mesa se da vuelta varias veces a lo largo de 85 minutos. Y si las palabras del realizador en la presentación a la prensa –“Esta película explora ese naufragio emocional donde dos personas, unidas por el miedo a la soledad, se aferran a un amor que se niega a desvanecerse”– parece señalar hacia alguna reflexión más o menos seria sobre el final de una relación sentimental, el film es en el fondo una cruza de vodevil con relato de suspenso (ahí están los acordes carpenterianos de la banda de sonido) y comedia negra.

En Weekend las palabras hieren, pero más lo hacen las armas y objetos punzantes que él y ella terminan lanzándose mutuamente en el interior de la casa de descanso y el bosque circundante, mientras un animal salvaje podría estar merodeando a su alrededor (o quizás, como podría afirmarlo el psicólogo, sólo se trata de la manifestación simbólica de lo reprimido). La propuesta no es demasiado original y el concepto termina agotándose antes de llegar al plano aéreo de cierre, pero al menos el ritmo no afloja y los protagonistas se meten de lleno en las aguas del absurdo sin perder la imperturbabilidad. ¿O acaso hay otra manera de interpretar el concepto, repetido en dos ocasiones, de quedar con el culo al aire, o el uso recurrente de diferentes composiciones clásicas para referir irónicamente a las circunstancias del trance? Si muchas parejas terminan intentando matarse de una manera metafórica, la cándida apuesta de Rolandelli es llevar esa idea al límite de lo literal.