Solo en 2024, los incendios forestales afectaron a más de 17 millones de hectáreas de tierra en América Latina; superficie que equivale al tamaño de Uruguay y representa la pérdida de ecosistemas vitales para cientos de especies. Entre los territorios en llamas está la Amazonía, la selva tropical más grande del mundo y capaz de almacenar miles de toneladas de carbono. Bolivia, Ecuador, Colombia, Brasil, Argentina y Paraguay figuran entre los países con más incendios, de acuerdo con la Asociación Interamericana para Defensa del Ambiente (AIDA).

Entre las causas de los incendios se encuentra el aumento de las temperaturas y las sequías prolongadas -dos factores vinculados al cambio climático que hacen que el fuego se propague más rápido y también dure más tiempo-, la degradación que el hombre hace a los ecosistemas y el uso irresponsable de la tierra con fines industriales.

Brasil, uno de los países con mayor biodiversidad en el mundo, viene de enfrentar fuertes inundaciones en el sur y ahora vive la sequía más fuerte en sus últimos 75 años. En un solo día de septiembre, registró más de cinco mil focos de incendios. Las llamas se propagaron a Bolivia y Paraguay, que tuvieron sus cielos cubiertos de humo.

Incendios intencionales

“La mayoría de los incendios no son fenómenos naturales, sino que son provocados intencionalmente. Si bien tienen múltiples causas, en su mayoría tienen un patrón común: el cambio de usos de suelo”, explica Claudia Velarde, codirectora del Programa de Ecosistemas de AIDA.

Estos cambios de uso de suelo tienen como fin la expansión de la frontera agrícola para producir monocultivos, realizar ganadería extensiva y actividades extractivas. Si bien es común que sean las comunidades locales indígenas las acusadas de los incendios, según Velarde, a diferencia de las quemas con intereses industriales, los pueblos hacen quemas cuidadosas y con el objetivo de preparar la tierra para próximas siembras, como parte de prácticas ancestrales.

En América Latina, de acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, se encuentran el 60 por ciento del agua dulce, la vida marina y terrestre. La Amazonía, por ejemplo, es un ecosistema compartido por nueve países de Sudamérica y es considerada la selva más importante del mundo, porque además de almacenar carbono, en ella se encuentra el 10 por ciento de todas las especies conocidas. Sin embargo, la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada estima que cada año se queman 17 millones de bosques de la Amazonía.

Aumento de temperaturas y sequías

El aumento de la temperatura influye en el aumento de las sequías, según Víctor Vera, biólogo doctorado en Restauración de Ecosistemas Forestales de la Organización Paraguaya de Conservación y Desarrollo Sustentable. En la región, los vientos llevan la humedad del mar a través de la cuenca del Amazonas, que genera ciclos de lluvias que llegan hasta la cordillera de los Andes, que después distribuye las lluvias en la parte sur de la región. Pero cuando no llueve, los vientos no trasladan agua y se vuelven propicios para la expansión del fuego.

“Los ríos aéreos se convierten en chimeneas aéreas. La degradación de los ecosistemas naturales, el acaparamiento de tierra y los efectos del cambio climático tienen un efecto que hace que los fuegos sean más destructivos, más voraces, más frecuentes”, agrega Vera.

El especialista detalla que en la región hay ecosistemas que necesitan del fuego regulado para evolucionar, como las sabanas brasileñas, bolivianas o paraguayas; otros, como los bosques húmedos y secos tropicales, no lo necesitan, pero la actividad humana fue degradando ambos ecosistemas al punto de reducirlos. Así que, ante las quemas, los ha vuelto más vulnerables a las llamas.

En los últimos años, además, el especialista sostiene que, como parte del cambio climático, existió una variación en los periodos de los fenómenos del Niño y la Niña, que se originan en el océano Pacífico y que determinan los ciclos lluviosos en el mundo. En consecuencia, la falta de lluvias hace que los incendios crezcan y que también la economía de aquellas sociedades que dependen de la agricultura se vea afectada.

Humo y enfermedades respiratorias

Los incendios forestales repercuten en la salud de poblaciones. El fuego no solo provoca la muerte de personas, animales y sus hábitats, sino que causa enfermedades respiratorias agudas. Investigaciones recientes demostraron que el humo de los incendios tienen repercusiones neuronales.

A nivel mundial se considera que hay 36 hotspots, un término acuñado en el 2000 por la organización Conservation International, para referirse a aquellos ecosistemas profundamente ricos en biodiversidad, en donde viven especies únicas en el mundo, pero que están amenazados por la actividad humana. El bosque atlántico, que atraviesa Paraguay, Brasil y Argentina; la selva en la provincia de Misiones y las sabanas bolivianas, paraguayas y brasileñas son ejemplos de hotspots. En el caso de las sabanas, según Vera, el ecosistema cambió hasta en un 90 por ciento en los últimos 20 años.

Ante este escenario, que a veces ocurre bajo el aval de políticas públicas, el especialista concluye que: “Hay especies que no logran moverse rápido, no logran escaparse del esquema de apertura de la tierra y van sufriendo disminución. Varias de ellas se van extinguiendo también”.