Hace una semana nos enteramos con mucho dolor de la repentina e inesperada muerte del economista Eduardo Basualdo. Un hombre de una enorme humildad y generosidad, sabio para explicar como nadie -tantos se formaron con él-, con el diagnóstico preciso de la economía argentina, su régimen de acumulación y, sobre todo, el accionar de la clase dominante en toda su complejidad. Muy vinculado a la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA), a FLACSO, al CONICET, a varias universidades, con una importante legión de discípulos.

Apenas conocida la muerte de Eduardo Basualdo, el secretario general de la CTA, Hugo Yasky, envió un muy dolido mensaje a la militancia y al secretariado nacional: "Fue un maestro para todos nosotros, un compañero que llevó adelante y le dio vida a CIFRA (el instituto de estudios económicos, laborales y sociales de la Central) y antes que eso aportó una tarea enorme desde el inicio de la CTA. Para mí, era ejemplo por su humildad, actitud militante, vida austera, entrega desinteresada, nunca mostró chapa ni sacó rédito, nunca quiso figura. Es una de esas personas que dejan un ejemplo enorme, luchador de toda su vida, con todo lo que tuvo que vivir dentro y fuera del país. Con la muerte de Eduardo perdemos un extraordinario compañero, fuera de serie”.

El lunes, Yasky repitió algunos de esos conceptos en el Cementerio Británico de la Chacarita, aquí en la ciudad de Buenos Aires, donde una cantidad enorme de personas (familiares, amigos, colegas, estudiantes, tantos que se formaron con él) se acercaron a despedirlo con enorme tristeza, pero también para agradecer y honrarlo por tantos años de entrega a la causa del pueblo, de los trabajadores.

En abril de 1986 publicó, con Daniel Azpiazu y Miguel Khavisse, la primera de las muchas ediciones de “El nuevo poder económico en la Argentina”. La última, llamada “edición definitiva”, es de 2004. Un libro clave, fundamental para entender el sentido último del proceso militar en su variable económica y su nefasta herencia.

En 1986, cuando esos tres grandes pensadores argentinos, Azpiazu, Kavhisse, Basualdo, publicaron aquel libro, en medio de una economía alfonsinista cuyo Plan Austral iba dejando atrás el intento más soberanista de Bernardo Grinspun, hacía todavía muy poco que había terminado la dictadura cívico militar. Si algunas vez logró anteponerse el adjetivo “cívico” a “militar” para definir el período del terrorismo de Estado, a no dudar que los aportes de Eduardo Basualdo y Azpiazu y Kavhisse, que luego tuvieron varios continuadores, fueron cruciales para comprender esa dimensión, la dimensión civil del golpe, los grupos beneficiados de las matanzas del “Proceso”, una labor seguida particularmente por Victoria, una de los les seis hijos e hijas de Eduardo Basualdo y Margarita Richards, que murió hace pocos años. En el Cementerio Británico varios de ellos, rodeados de sus parejas, muchos nietos, familiares y amigos, despidieron al padre en una mezcla muy emotiva de dolor, compromiso y agradecimiento.

Por su puesto ese libro que fue uno de los pioneros en la materia (hubo también, claro, trabajos tempranos de Jorge Schvarzer o de Roberto Frenkel sobre el tema, asimismo de Aldo Ferrer, etc. pero los tres autores citados le dieron una forma mucho más específica y metódica para definir qué era lo que pasaba y cómo se estaba transformando la clase dominante), no fue el único de Eduardo. Entre tantos más, pueden citarse “Deuda externa y poder económico”, “Cara y contracara de los grupos económicos”, “Estudios de Historia Económica Argentina”, “Concentración y centralización del capital en la Argentina durante la década de los noventa”, “El Banco de la Nación Argentina y la dictadura”, el artículo “La gran propiedad rural en la provincia de Buenos Aires” y muchos más, solo o en coautoría.

Poder económico, fuga de capitales, endeudamiento externo, financiarización de la economía, devaluadores versus dolarizadores, grupos económicos (en sus distintas formas, locales, extranjeros, transnacionales, sus fracciones e intereses, sus trampas de acumulación y fuga, etc.), concentración y centralización del capital, obviamente no fueron conceptos inventados por Eduardo Basualdo, pero quizá fue quien con más sistematicidad los fue incorporando a la explicación del por qué de las crisis argentinas tan recurrentes, con ganadores y perdedores netos.

Además de Azpiazu y Khavisse, hay que contar entre muchos más en esa línea a Enrique Arceo, Claudio Lozano, Hugo Notcheff, Roberto Feletti, Fernando Porta, Horacio Rovelli, y seguramente se olvidan nombres involuntariamente, como algunos de sus pares con quienes construyó un tramado fundamental para entender, desde los intereses del campo popular, a la economía argentina. Y discípulos, desde investigadores de FLACSO, donde durante años coordinó el Área de Economía y Tecnología (en el equipo que colaboró con los gobiernos kirchneristas cuando pudo intervenirse para desprivatizar y regular servicios públicos), o CIFRA de la CTA, en años más recientes con Pablo Manzanelli, o antes en el Instituto de Formación de la CTA y su Mesa de Coyuntura con Lozano (publicando materiales que han sido y son un insumo excelente para investigadores y militantes que confrontaron y confrontan con el saqueo y la mentira neoliberal). Con discípulos que entraron luego a la academia, más jóvenes como Martín Schorr (también de grandes investigaciones solo o con Azpiazu), o como Tomás Raffo o Juan Santarcángelo y tantos más, por supuesto incluyendo al propio gobernador Axel Kicilloff y sus colaboradores económicos, así como legiones de más anónimos o no tanto estudiantes de las maestrías de FLACSO, investigadores del CONICET o de varias universidades donde formó a una enorme cantidad de economistas.

Eduardo Basualdo se licenció en Economía en 1970 en la Universidad Católica Argentina y se doctoró en Historia en la Universidad de Buenos Aires. Durante la dictadura estuvo exiliado algunos años, primero en España y luego en México, y a su regreso fue también miembro del comité editorial de la Revista Realidad Económica del IADE y de la Comisión Directiva del CELS, así como de los institutos de formación primero de ATE y luego de la CTA. Fue asimismo consultor de entidades internacionales o regionales. Pero sobre todas esas cosas, fue un maestro comprometido, honesto intelectual y personalmente, como decía una directiva de FLACSO en el responso antes de su entierro, honrado y humilde, un intelectual que puso todo su saber al servicio de la clase trabajadora y del pueblo argentino.

No es lo mejor definir a alguien por su contrario. Pero si pensamos en Eduardo Basualdo, sin embargo, lo caracterizan muy bien en su contraste los “econochantas”, el payaso triste y sádico que suele usar esa expresión, así como los “economistas” de la timba que lo acompañan en su gobierno. Hago mías las palabras de Yasky, pero también del amigo y colega Raúl Dellatorre al despedirlo el domingo pasado en el cuerpo principal de este diario. Hasta siempre, Maestro.