Después de viajar, estudiar y vivir en Italia, Alemania y Japón, Ayelen Coccoz (rosarina, 51 años) encontró un arte exquisito con el que ancló en Buenos Aires. Hace cinco años hizo propia la tradición del Po_otoreto, palabra extraña que viene de pootoreeto, que en el idioma nipón significa retrato.

Contra lo que podría suponerse, lo que ella hace no es el arte bidimensional de la fotografía o la pintura, sino la creación de pequeñas piezas articuladas, muñecos que re interpretan la identidad física y psíquica de una persona viva, completando su identidad y convirtiéndose en su otro yo.

“Mi primera formación fue en cine, pero tenía que abarcar demasiado: guión, fotografía, sonido, cámara, dirección y necesité acotar”, cuenta Ayelen. En la mesa ratona está la otra Ayelen, la ficticia, una diminuta muñeca que creó entre 2016 y 2019 con sus manos. De cabello castaño oscuro y con un largo tapado, es igualita a su hacedora, una Ayelén a la que sin embargo, cual Dorian Gray, no le pasa el tiempo aunque el devenir transcurra.

“A diferencia de la escultura, yo trabajo con la idea del animismo japonés, según la cual los objetos poseen un ánima, y por lo tanto pueden tener aventuras junto con la persona con la que conviven; también les podés cambiar la ropa, teñirles el pelo o maquillarlas”, explica la artista.

Una persona con su réplica creada por Coccoz

Criaturas celestiales

Formada en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, en la Hochschule für Bildende Künste, de Dresden, Alemania, egresó con un máster. “No hablaba el idioma pero eran muy permeables. Al principio, esperaba que fuera la hora para asistir a una clase, pero eso no ocurrió porque estaba organizado de una manera menos rígida. Podía pasar libremente de un taller a otro y comíamos hasta reventar mientras discutíamos ideas y proyectos”, recuerda. También participó del Programa de Artistas de la Universidad Torcuato Di Tella.

Sus criaturas son recreaciones muy fieles de personas que se animaron a tener su doble. Para elaborarlas, Coccoz establece un vínculo íntimo con su retratada o retratado y la obra puede demorar unos tres meses en estar lista. El trabajo surge por encargo y es “una acción de creación conjunta con el retratado”: comienza con una entrevista, que suele grabarse en video, continúa con dibujos, sigue con su hechura en plastilina y luego se modela en el material definitivo.

Cada una mide entre 25 y 90 centímetros, replica las características y pertenencias más preciadas de quien la inspira, y tienen certificado de nacimiento, dni, fetiches, muebles y plantas, todo su mundo simbólico y afectivo. “Buena parte de lo que sé lo aprendí en tutoriales. Estuve dos años encerrada para conocer las técnicas del oficio, registrando el conocimiento y el amor que tienen los artesanos por sus muñecos”.

El cuerpo del Po_otoreto puede ser de tela, “que es más calentito y blando”. Además están las opciones en madera o arcilla. Tiene hasta 16 articulaciones unidas con elásticos. “Trabajo haciendo un ejercicio de introspección con la persona que lo encarga para la construcción del perfil”, comenta Ayelen. “Un Po_otoreto puede disfrutar tanto de actividades propuestas y protagonizadas por humanos, como por otros muñecos, sociabiliza”. Y entre otros “servicios adicionales” se le puede preparar un set adecuado “para la sesión de psicoanálisis, la de digitopuntura, tirada de tarot, carta natal, cambios de apariencia: implantes, tatuajes, piercings, peluquería, cambio de color de ojos, cambio de sexo, asesoramiento en la compra de obras de arte y servicio de tintorería”.

Entre otros reconocimientos, Coccoz obtuvo el Primer Premio Itaú Artes Visuales 2014 y la Mención Especial del Jurado en el Salón Nacional 2019. Su obra fue adquirida por la colección de Arte Contemporáneo del estado de Dresden.

Las piezas vienen con dni, boletines escolares, fotos familiares y cartas de amor. La artista puede estar meses haciendo todo el trabajo. 

Objetos ambiguos

Los Po_otoretos son objetos ambiguos, que disuelven distinciones históricamente opuestas en occidente como arte-artesanía, materia-espíritu, objeto-sujeto, pasado-presente, generando así nuevos modos de creación, relación y consumo. Los que crea Coccoz vienen con mascotas e insumos (cucha, comida, hueso, etc.), y una caja de cartón con contenido nostálgico,como boletín escolar, fotos familiares, dientes de leche, primeros dibujos, revistas de historietas, cartas de amor, postales.

Para ofrecer algo diferente, durante las exhibiciones, quien ha sido retratado interactúa con su muñeco. El público va conectando las escenas y se crea una activación performática que da lugar a la representación de distintas partes constitutivas del cuerpo: Una niña se pone una caja en la cabeza, pinta y le corta el pelo a su cabeza muñequizada; un músico de theremín, Manuel Schaller, toca en el aire a cuatro manos con su escultura; un grupo de muñecos y humanos se reúne en torno a una fogata crepitante simbolizando el corazón; los pies serían los espectadores mientras recorren la muestra. “Esta fragmentación alude al proceso de creación, a la posterior unión de las partes y a la comprobación de que un cuerpo funciona mejor cuando se estrelaza”.

La obra Más que humano, título que evoca la novela de Theodore Sturgeon, ganó la primera edición del Premio Estímulo de la Fundación Cazadores y consistió en un viaje a la Bienal de Venecia hace apenas unas semanas. Para su realización, trabajó previamente con la tutoría de Diego Bianchi, quien planteó la práctica artística como un territorio liberado. También estuvo presente durante el proceso de gestación la mirada de la directora teatral Mariana Oberszten, que estimuló la experimentación en escenas.

Hija de una psicoanalista y un arquitecto, Ayelen vivió un tiempo en Bariloche, dando clases en escuelas. Supone que fue un tío abuelo, pintor y joyero, quien con su estela marcó su vocación. “Siempre dibujé y desde la infancia me atrajeron las miniaturas”. También recuerda su vínculo fundante con Carlos Uriarte, el pintor de los pescadores, un artista muy reconocido de su ciudad natal. “Llegaba a su taller y verlo trabajar me resultaba fascinante”.

El sustrato que hay por debajo de su arte es la búsqueda de la identidad. “¿Cómo nos vemos? ¿Podemos mirar la mirada propia? ¿Somos lo que nos relatan sobre nosotros? ¿Existe eso que llamamos identidad o somos una ficción?”, son preguntas que la motivan y están impresas en un cuestionario que Ayelen le presenta a sus retratados durante la primera entrevista.

Hace poco expuso sus criaturas más que humanas en el museo Rosa Galisteo, de Santa Fe. “Fue una experiencia maravillosa y misteriosa. Una obra desapareció y me dio alegría. Alguien se la jugó y se la robó o, hablando de animismo, ¿habrá sido el muñeco el que se fue solo?” 

Este sábado y domingo de 17 a 21, Ayelen Coccoz abre su taller de Bolívar 1962 en el marco del Circuito Latina. Se podrá visitar a los muñecos y asistir a su proceso creativo a través de un video. También el sábado a las 20 Manuel Schaller y su muñeco harán la perfo con theremin Las manos de Manu.