Vamos a empezar por lo obvio: no estábamos preparados para escribir esta nota, lo hacemos entre varios, sin mucho tiempo para sentarnos a redactar con detenimiento, pero con la certeza de que tenemos que contar quién fue Eduardo Basualdo y por qué nos marcó tan profundamente, no sólo a quienes integramos el CEPA sino a varias generaciones de estudiantes de economía y militantes políticos.
La economía argentina se caracteriza por una enorme complejidad y heterogeneidad sectorial y laboral, y su cuadro se ha agravado, con el paso de los años, con los vaivenes de las políticas económicas implementadas por distintas administraciones gubernamentales. Sobre este escenario, pocos economistas colocaron la merecida atención a los principales actores de esta economía nacional: el estudio de un puñado de grupos económicos y de los impactos que sus decisiones implican en materia de actividad, generación de dólares, inversión y empleo. Eduardo Basualdo dedicó su larga y prolífica trayectoria académica a demostrar que allí hay una conexión relevante, que pocos ven o que, tal vez, pocos se animan a señalar.
En este sentido, si hay un aporte que realizó toda la obra de Eduardo Basualdo, y en equipo con otros integrantes del Área de Economía y Tecnología de FLACSO (imposible no mencionar a Daniel Azpiazu, a Hugo Nochteff, Miguel Khavisse, Manuel Acevedo, o a Enrique Arceo, entre otros), fue la producción sistemática de evidencia empírica, cuantitativa, para descifrar las razones de nuestro subdesarrollo, y puntualizar el impacto de la concentración, centralización y extranjerización económica en la macro nacional.
Desde aquellos trabajos fechados en la década de los '80, que problematizaron el rol de los grupos económicos y capitanes de la industria, como ¿Quién es quién?: los dueños del poder económico (Argentina 1973-1987), o ¿Capitanes de la industria o generales de la economía?: el caso de Argentina, del año 1988, hasta los últimos aportes sobre la deuda y los condicionantes para el desarrollo, como Endeudar y fugar, del año 2016-, pasando por su enorme tesis de doctorado (dirigida por el gran historiador Miguel Teubal), convertida en libro y recomendada hasta el hartazgo: Estudios de Historia Económica Argentina: desde mediados del siglo XX a la actualidad, del año 2006. El repaso por los trabajos de Basualdo se convirtió en una ruta obligada para comprender no sólo la economía argentina, sino antes bien, la propia Argentina.
Quienes hemos confluido como estudiantes de las distintas cohortes de la Maestría de Economía Política de FLACSO (con su apellido: “con especialización en economía argentina”), que nació en el 2005 precisamente impulsada por Eduardo para transmitir estos análisis económicos que ya fácilmente se habían convertido en bibliografía de distintos trabajos académicos e incluso eran recurrentemente usados por el periodismo, hemos sido privilegiados por estar tan cerca.
Tuvimos la suerte de ser sus alumnos y alumnas. Y el CEPA, Centro de Economía Política Argentina, tuvo su origen en el año 2012, fruto de la combinación de estudiantes de dos cohortes de la Maestría de Eduardo, que tomamos la decisión de continuar y extender los análisis estructurales y macroeconómicos que habíamos aprendido, y llevarlos a la coyuntura económica argentina: un barro en el que muchos decidimos introducirnos como aporte técnico y militante a la vez.
El legado de Basualdo
¿De dónde veníamos quienes fuimos a estudiar con Eduardo? Para quienes estudiamos economía como carrera de base, nuestra formación, construida principalmente al calor de los manuales “ahistóricos” que trataban de dotar al campo de la economía de cierta cientificidad de laboratorio, chocaba frecuentemente con una realidad que se imponía de forma abrupta.
Para quienes venimos de las distintas carreras de ciencias sociales, el déficit en contenidos económicos, macro y financieros era un obstáculo claro para comprender la realidad.
El fallido programa neoliberal había dejado serias consecuencias económicas, sociales y de soberanía en nuestro país, por lo tanto, las discusiones del rumbo que se estaba adoptando en la posconvertibilidad, durante ya el segundo gobierno de CFK, requerían de diagnósticos serios y políticas precisas: todo ello suponía la necesidad de conocer mejor la matriz y los actores económicos del país, y trabajar con indicadores precisos para medir los fenómenos.
Los resultados obtenidos tras la aplicación de las recomendaciones de la teoría dominante habían agotado su validez por sí solos y se habían transformado en letra inerte de unos cuantos libros. Es justo ahí, en nuestro afán de comprender las circunstancias que teníamos frente a nuestros ojos, cuando nos encontramos con la mirada de Eduardo Basualdo y la vasta trayectoria de economistas que conformaron el área de Economía y Tecnología de FLACSO.
La mayoría de nosotros y nosotras nos formamos en ciencias económicas, políticas y otras disciplinas sobre la base de programas académicos diezmados, con un sesgo neoliberal en sus contenidos propio del clima de época de los ´90, donde los mecanismos de mercado podían administrar por sí solos los grandes temas de la economía: “qué producir?”, “para quién?”, “cómo?” y peor aún, nos contaban que esto podía garantizar una distribución del ingreso donde “cada uno se llevaba lo que se merecía según lo que había aportado al proceso productivo”.
No es éste un problema del pasado: lamentablemente numerosos programas de estudio de las carreras tradicionales de economía mantienen un sesgo ahistórico y desarraigado de las características estructurales de la economía nacional. Bajo la lógica mainstream, si se registran fallas de mercado, es sólo ahí cuando se habilita un rol al Estado, disminuido en su alcance, tamaño y capacidades.
Compromiso político
Eduardo Basualdo también enseñó con el ejemplo del compromiso político: en la década de los '90, mientras muchos economistas se encandilaron con el Consenso de Washington, Basualdo y el área de FLACSO lograron producir información muy tempranamente sobre los graves efectos que las políticas del menemismo significaban, y lo hizo en alianza con los trabajadores, aportando desde la Central de los Trabajadores de Argentina (CTA) y con la mira puesta en la formación de dirigentes y delegados sindicales.
“Es fundamental comprender la configuración específica de alianzas políticas y de la sociedad civil que subyacen a cada etapa histórica”, decía Eduardo. Aclaraba también: “estudiar los patrones de acumulación no es estudiar historia, es estudiar la lógica de vinculación entre las variables económicas”.
Quienes tuvimos el privilegio de conocerlo y/o ser influenciados por su obra, difícilmente podamos olvidar su insistencia en la relevancia de identificar las fracciones que conforman el “bloque de poder” (en sus propios términos), el que conduce e instala sus intereses por encima de los del resto en determinado programa económico y qué tipo de vínculo sostiene éste con el capital transnacional.
Categorías de análisis como “grupos económicos locales”, “concentración y centralización del capital”, “valorización financiera” o su “transformismo argentino” con inspiración gramsciana para explicar el rol del peronismo en la década de los '90, podrán generar debate ideológico entre los lectores pero sin dudas tienen utilidad para comprender fenómenos que hasta entonces nos costaba conceptualizar, a través de un movimiento clave: no sólo fueron definiciones conceptuales sino que se acompañaron de una precisa cuantificación de su relevancia.
La estructura económica, finalmente, si bien expresa los avances tecnológicos y de los procesos productivos, nunca puede deslindarse de los resultados de las luchas sociales que se entablan entre las distintas fracciones del capital y los distintos estratos sociales dentro de la clase trabajadora.
En definitiva, Eduardo nos recordó que la economía es una ciencia social que estudia a los seres humanos y para eso se sirve de estadísticas y números complejos, pero que nunca puede ser al revés.
Hoy en día, en CEPA producimos informes diarios, semanales y mensuales, divulgamos en medios de comunicación y, sobre todo, enseñamos a través de nuestras Diplomaturas en Economía Política, con la firme convicción de que este camino es constructivo, habiéndolo aprendido con Eduardo.
Un gran economista, un maestro, un formador de cuadros, un militante político y un motivador. Muchos de nosotros sólo podemos decirte GRACIAS EDUARDO y descansá tranquilo que vamos a defender tu legado.
*Alejandra Scarano, Mayra Blanco, Hernán Letcher, Julia Strada, Esteban Mancusi, Juan Cruz Lucero, Nicolás Taiariol, Cecilia Llabres, Germán Muiño, Francisco Nercesian, Juan Manuel Ortíz, Juan Aiello, Francisco Martinelli Massa, Martín Fernández.