En el plano internacional, esta edición del FIBA presenta dos focos: uno centrado en Italia y el otro en Barcelona. El Puente Barcelona/Buenos Aires incluye cuatro obras que son resultado de un intercambio cultural. Entre ellas se encuentran las que componen la "Trilogía del deseo", escrita a cuatro manos entre Nelson Valente y la barcelonesa Cristina Clemente, y Euforia y desazón, de Sergio Boris. La primera estrenó en el festival GREC (Barcelona) y la segunda en el Temporada Alta de Girona. Son propuestas muy distintas en sus puntos de partida, que estrenaron este jueves. Boris y Clemente dialogaron con Página/12 sobre procesos y resultados.
Euforia y desazón: teatro situacional
El camino de Euforia y desazón arranca con la simpleza de un mail. Los miembros de la compañía catalana El Eje habían visto en Buenos Aires dos obras de Sergio Boris -las conocidas piezas de teatro independiente Viejo, solo y puto y Artaud- y se habían preguntado cómo hacer ellos mismos algo así. Le manifestaron al director, entonces, por correo, su deseo de trabajar con él, de que él los dirigiera.
La historia siguió con una serie de encuentros por Zoom en 2021, que en palabras del director "aportaban muy poco". "Tratamos de sostenerlos para generar algún tipo de vínculo en el tiempo. En 2022 fuimos dos meses a Barcelona con Carolina André, asistente de dirección y dramaturgia, a poner el cuerpo en el ensayo sin tener un texto previo. La primera semana ya hubo necesidad de generar un territorio común: éramos muy distintos, teníamos tradiciones y prácticas muy diferentes", cuenta el artista. Ese territorio común lo otorgó la novela Jakob von Gunten, de Robert Walser. Dio la excusa para arrancar a improvisar y un universo para empezar a edificar la ficción: un bachillerato para adultos repetidores. Después se articuló con un breve texto de Rodolfo Kusch, El afán de ser alguien.
"Hoy regresa Amanda, exalumna, a hacerse cargo de la academia para adultos. Sólo queda un estudiante que espera el aprobado de su último examen y el título para enfrentarse al mundo. Pero la academia ya no es lo que era: tres hermanos la han invadido con elementos de gomería. Entre currículums, ruedas pinchadas, pegamento y múltiple choices, vivirán una pasión que los salvará de su propia historia", se lee en la sinopsis de la página del FIBA. Los actores son tres de la compañía convocante (Eric Balbàs, Maria Hernández y David Teixidó); Cristina Mariño, de Galicia; y el argentino Sebastián Mogordoy.
El comienzo de los procesos sin texto previo es clave en el teatro de Boris. El defiende una dramaturgia escénica, muy ligada a la dirección y a lo que va viendo en la acción. Entonces aspira simplemente a escribir secuencias "para el siguiente ensayo", que luego adquieren una forma total.
Corrido de los parámetros más tradicionales, Boris es referente de un "teatro situacional" y de una "filosofía corporal" que desprenden los personajes. Sus premisas son: "que la palabra no domine la escena", que el hecho teatral esté "tironeado por la necesidad del tiempo y del espacio", la creación de capas en el relato a partir del "trabajo vincular" de los personajes, la tensión entre lo central y lo lateral. Para él los ensayos son un "baile" en el que busca una "musicalidad en las texturas expresivas".
El suyo es un modo de producción que es fácil de encontrar en la Argentina, donde "no hay plata, sólo tiempo". No es común en Europa. "Ellos tienen otra manera. Producen con mucho menos tiempo para llegar a buen puerto. Por eso esta apuesta de El Eje es ideológica", define Boris.
Tras los primeros dos meses de improvisaciones, todos los actores se encontraron en Buenos Aires, y trabajaron un mes y medio en Silencio de Negras. A fines de 2023, Boris y su asistente viajaron a Barcelona nuevamente. El estreno de Euforia y desazón fue a fines de octubre de 2024. En el FIBA le quedan dos funciones (viernes 25 y sábado 26) en el Beckett (Guardia Vieja 3556, a las 22.15 y a las 17 respectivamente).
Trilogía del deseo: dramaturgia a ciegas
En la "Trilogía del deseo" -compuesta por las obras Silvia, Mercè y Rovira vs. Rodríguez- el trabajo de escritura estuvo, en cambio, en el centro. Fue una "cita a ciegas", como define con gracia Cristina Clemente. "Nos reunieron a Nelson (Valente) y a mí para hacer este proyecto sin conocernos. Él había dirigido Laponia aquí, en Buenos Aires, un montaje que obtuvo muchos premios y tuvo mucho éxito. El texto es mío y de Marc Angelet, pero nadie nos había presentado ni habíamos hablado nunca", explica.
La trilogía es una coproducción a tres bandos por parte de El Maldà, la Sala Flyhard y la Sala Versus Glòries. Consta de tres obras conectadas por la misma trama, que no obstante pueden disfrutarse de manera autónoma.
Clemente comparte una anécdota graciosa: cuando Valente dirigía Laponia, ella había intentado conectarse con él vía Instagram y le respondía "muy seco, con monosílabos". "Yo pensaba que era muy estúpido, así que cuando nos dijeron de hacer este proyecto dije '¡qué pereza, con este tipo que es tan poco simpático!' Hicimos una primera reunión y con sólo empezar a hablar nos entendimos súper bien. Enseguida tuvimos claro que queríamos escribir sobre las personas mayores, la tercera edad", cuenta Clemente. La trilogía trata de dos mujeres (una argentina, la otra catalana) que se enamoran de grandes.
Los autores hicieron el siguiente pacto: la primera obra mostraría a la mujer argentina contando a sus hijos que se había enamorado de la catalana; la segunda, a la catalana contando a sus hijos que se había enamorado de la argentina. Entonces, "las dos primeras piezas las escribió cada uno en su casa, como una pieza normal. Hacíamos unos zooms de vez en cuando -él estaba en la Argentina y yo en Barcelona-, pactando cosas generales, por ejemplo cómo se habían conocido las mujeres. Cosas que podían afectar a las dos obras", detalla la escritora. En Silvia -escrita y dirigida por Valente- actúan Lide Uranga, Gabriel Beck, Mayra Homar y Julián Ponce Campos. En Mercé -de Clemente, con dirección de Muguet Franc-, Jordi Andújar, Lluïsa Castell y Núria Cuyàs.
La tercera obra era, claro, "más difícil": una escritura literalmente a cuatro manos. "Teníamos poco tiempo. Decidimos escribirla a partir de improvisaciones con una pequeña escaleta que teníamos montada. Era la parte que daba más miedo porque teníamos que pactar. Pero fue todo muy fácil. Era como si hubiéramos trabajado juntos toda la vida. No solo por el trabajo, también en lo personal: nos fluía mucho, hablábamos mucho de nuestras madres y familias, de temas emocionales. Las convesaciones que se nos iban dando de manera personal las íbamos trasladando a la obra, en la que jugamos mucho a los tópicos argentino-catalanes", dice Clemente. En Rovira vs. Rodríguez la dirección también es compartida por los dos. Finalmente, se produce el encuentro entre las familias de Mercé y Silvia, tras el anuncio de que se quieren y desean vivir juntas. Nada será fácil: aparecerán, por parte de las dos familias, tradiciones, secretos, juicios y prejuicios.
Con la trilogía los autores ponen en el centro "el deseo de la gente mayor, de las mujeres sobre todo, que a cierta edad quedan invisibilizadas en casi todas las facetas de la vida". "Por otro lado, en Barcelona, y creo que en Buenos Aires también, parece que los temas de homofobia están superados, pero en realidad es una cosa reducida a círculos de gente que vivimos en burbujas. Siento, además, que las tres obras tienen algo contra los prejuicios, respecto de los temas LGTBIQ, la gente mayor, la xenofobia, la cultura que no es la propia. Queríamos jugar con estos prejuicios que es, de alguna manera, denunciarlos, aunque siempre en forma de comedia", concluye. Hay funciones viernes 25 y sábado 26 en el Cultural San Martín (Sarmiento 1551).