Para el lanzamiento de su tercer disco, Nuestras batallas (2024), Marcia Deviaje decidió hacer las cosas de una manera distinta a lo que el manual de la industria musical indica. Lo primero que hizo fue rebelarse –o poner en discusión- a las agregadoras y a las plataformas digitales. Dar su pequeña batalla, ofrecer un gesto político. De este modo, este sábado 26 a las 21 en Planta Inclán (Inclán 2661) presentará oficialmente el nuevo disco, pero con la particularidad de que todavía no se encuentra disponible en plataformas digitales. Por lo pronto, lo ofrece a su público de manera optativa con la venta de tickets para el concierto en Planta Inclán a través de tres modalidades: entrada sola, entrada más link exclusivo al disco, y entrada más disco y remera.

Una ingeniosa forma de financiamiento colectivo en tiempos difíciles para la cultura y en el marco de una industria musical desigual para los artistas independientes. “Fue una idea que se fue dando, fue decantando”, dice sobre la estrategia de presentar el álbum antes de subirlo a plataformas. “Tenía el disco terminado en la mano y quería cuidarlo. Ya tenía una experiencia anterior de otro disco que había lanzado de la manera convencional. Estuvo bueno en ese momento, pero no me imaginaba hacer lo mismo ahora. Como artista es complejo y hay una industria de los intermediarios. Sabemos que vivir de la música es difícil, pero está bueno saber cuánto se paga cada reproducción”.

Si bien el disco se subirá finalmente a plataformas en diciembre, la idea es proponer un camino alternativo y un sistema de circulación más justo para el artista. “Es una oportunidad que le das al disco de que durante dos meses se pueda escuchar de forma exclusiva y distinta”, sintetiza la cantante, guitarrista y compositora. Grabado en estudio El Attic en septiembre de 2023, Nuestras batallas es un disco intenso, ecléctico y versátil que se pasea por el rock, el indie pop y el folklore. “No fue planeado, no tuvo referencias musicales”, cuenta la artista. “El disco tiene una búsqueda auténtica, de sacar un poco la careta. A mí me gustan un montón de estilos musicales, pasé por un montón (en veinte años de carrera). Entonces, sé lo que sí y lo que no”, dice.

“Antes de ir a grabar con (el productor) Baltazar Oliver y los músicos tuvimos algunas charlas sobre la inclusión en la sociedad y todo aquello que es distinto”, explica sobre el plano poético del disco. “Entonces, hablamos sobre cómo convivir con lo distinto sin que sea un esfuerzo. Por ejemplo, hicimos convivir el ritmo binario y el ternario. Todo el tiempo estábamos buscando eso. Cuando aparece lo folklórico, lo hace desde la experimentación”, grafica. Después de una experiencia musical más electrónica, el desafío de este disco fue producir las canciones con instrumentos orgánicos. “Baltazar es muy brillante, muy musical. Él tiró la idea de ponernos analógicos. Estuvo bárbaro salir de la computadora y empezar a repasar escalas”, dice la cantante. En este disco la acompañan Román Tissera en guitarras, Lu Martínez en bajo, Nicolás Daniluk en batería y percusión; Oliver en piano y órgano, y Mariano Pirato en coros.

-¿Por qué estaba tan presente la idea de la convivencia entre lo distinto?

-Venía con muchas inquietudes personales sobre eso. También apareció Milei. Me llevé muchas decepciones en este tiempo. Empecé a escuchar a mucha gente hablando sobre la diversidad sexual. En ciertas instituciones escuché personas que hablaban de una (mala) manera sobre todo aquello que es distinto a lo que esa persona elegía y no lo podía creer. Me refiero a las instituciones escolares. Si bien estamos avanzados en materia de inclusión adentro de la escuela, igual está complicada la integración.

En su estudio Tribalhit, además, Marcía Deviaje genera atmósferas, edita diálogos, diseña efectos y sonidos para series, películas y televisión. Ese oficio le permitió agudizar el oído y componer canciones con mayor sutileza, ambientación y detalle. “Trabajé cinco años en un estudio haciendo música para publicidad. Después me abrí por el lado del sonido de cine”, cuenta. “Actualmente trabajo en sonorizar películas y en la edición de diálogos; hago ambientes y efectos. En el cine también tenés un montón de capas, igual que en la música. El trabajo en el cine me permite entender cuál es la prioridad. Agudizás el sentido de lo que es aceptable y lo que no”, dice. En vivo, la idea también es ofrecer una puesta escénica y performática. “Nos pareció interesante pensar cada show como si fuera una obra de teatro”, adelanta.

-¿Cómo estás transitando este presente político y social tan hostil con los artistas?

-Pasé por varias etapas. Primero por la etapa de estar en pausa y no saber por dónde ir. Fue un momento de pensar mucho. Luego empecé a dar clases de edición de diálogo para cine e hice un montón de cosas. Y empecé a entender el valor de la idea. Reducir gastos y ser más creativos. Este tipo (Milei) está acá para que exprimamos nuestro cerebro y pensemos de qué manera salir de esta. Esa es la parte optimista. El valor de sostener los hechos culturales en momentos críticos. También hay que empoderarse: yo no me callo nada, no tengo miedo. Este momento me encuentra combativa y atenta.