Jamie xx retornó a Buenos Aires con un set devenido en experiencia gastronómica: fue lo más parecido a darle la vuelta a una tortilla de papas y cebolla, con un resultado por demás delicioso. Sin adherentes y fluctuante sobre una especie de mantequilla lurpak con sal. La preparación de su segundo álbum, In Waves, publicado en septiembre, al parecer lo ayudó a consagrarse un "masterchef" de las pistas de baile. No sólo en cuanto a estética sonora sino también al dominio del dancefloor, a la diseminación de estilos y a su sonido. En comparación a su debut en las bandejas locales el año pasado, como parte del Lollapalooza Argentina, en este asalto porteño el integrante de The xx se llevó todo por delante. Y dejó tanta manija que tuvieron que encender las luces para que la gente comprobara que la joda había terminado.
Este martes, antes de que el artista inglés se subiera al escenario, en la entrada del C Complejo Art Media bullían la preocupación y la incertidumbre. El anticlima para la fiesta. Mientras caminaban, hacían la cola para la barra o se compartían unas secas, para matar el tiempo hasta el acto estelar, los asistentes charlaban sobre el laburo, River, la lluvia y diciembre. Por caso, con caras lánguidas. Adentro el genio Fermín ya le había pasado el mando al siempre efectivo Zuker, capaz de poner a bailar un funeral irlandés. Justamente por esos lares entienden bastante bien el lenguaje de Jamie, que, hasta la aparición de su nuevo disco, se caracterizaba por sets donde mandaban la melancolía, la empatía, la candidez y la luminosidad en forma de tornasol.
Otro rasgo que lo distingue es el formato: desde que salió a la cancha con su veta dance, apeló por el DJ set. Y este reencuentro con sus fans de acá no fue la excepción. Cuando un artista dance o electrónico produce música propia, verlo tocar tracks de otros puede ser un bajón. En los foros dedicados a la movida clubera o indie, hay uno en el que un chico australiano se queja porque sacó la entrada para ver a Jamie haciendo un live set. Sin embargo, cuando llegó al predio se enteró de que era un DJ set. Se quería matar. Algo así sucedió en el Primavera Sound de 2011. En febrero salió We're New Here, un disco de remixes de temas de Gil-Scott Heron. Tres meses más tarde, el jazzero murió el mismo día de su set en el festival barcelonés, y no sonó ni un tema.
Lo mejor de salir a bailar o de ver a un DJ es no tener expectativas. Y menos si es un martes laboral. Si la emoción más traidora se puede neutralizar, la sorpresa está garantizada. Lo que también es seguro es que In Waves es el mejor álbum de Jamie hasta la fecha. Pasaron nueve años entre In Colour y éste, y la evolución se nota. A partir de una estética 4.0 bien inglesa, que toma como base el post dubstep, el productor, DJ, músico, compositor y remezclador dialoga con el Chicago house, el pop, el 2-step y con todo lo que quiera. Siempre y cuando tenga arraigo, lo que funciona como antídoto contra el EDM y demás odas a lo grasa. Sustentado aparte por feats que legitiman esta transformación, como los que cultivó con Honey Dijon, Panda Bear, sus amados The Avalanches y sus colegas en The xx: Oliver Sim y Romy.
En fin, el cuarto desembarco del londinense (que, amén del show solo del año pasado, estuvo con The xx en Mandarine Park en 2013 y en el Lolla 2017) sucedió cinco meses después de que viniera su compañera de banda, Romy, a la sala levantada en el barrio de Chacarita. Apenas Zuker lo abrazó y le dejó las bandejas, con el himno nü disco Miura, del dúo neoyorquino Metro Area, funcionando a manera de antesala, el artista se puso manos a las obras. Sonó Wanna, etéreo house envuelto en brillantinas, y durante la primera hora alternó "melodías" -como él suele llamar a sus tracks- de su nuevo trabajo, inspirado en parte por su pasión por el surf, con otros lenguajes del dance británico. Más cerca de la estética de Four Tet y Overmono que, a medida que evolucionaban, iban tomando mayor cuerpo.
En esa situación de aclimatamiento, desenvainó otras músicas de In Waves como Treat Each Other Right y Still Summer, a las que mechó con cadencias más cercanas al drum 'n' bass y algunos otros ambientes que ayudaron a la construcción del relato. Fue hilvanando a fuego lento, hasta que, entrando en la segunda hora de set, se tornó en un Maquiavelo de la pista de baile. Arrancó con All You Children, firmado junto a The Avalanches, y esa impronta elegantemente cañera la enganchó con el disco music a la mediterránea The House of the Rising Sun, del veterano francés Cerrone. El DJ estaba jugando con lumbre, sólo había que decir "Olé" y entregarse a la experiencia. Aunque antes se escuchó a los Pachanga Boys con el catatónico track Time.
Jamie se plantó un rato en el sonido berlinés, hurgando en el Watergate 14, curado por el alemán Mathias Kaden, y en el cerebral Lights and Shadows, de Thomas Lizzara. Ya para ese momento la celebración había hecho su entrada triunfal, lo que el músico de The xx capitalizó. Mechado con tracks suyos del calibre de Kill Dem, Breather y Baddy on the Floor (futura obra maestra del house, hecha a 4 manos con la icónica trans de las pistas Honey Dijon), confeccionados con una intención provocadora. Por más que no fuera un live set, el artista estaba proponiendo con ese DJ set un manifiesto acerca de su identidad musical. Y si un rato antes había tocado el tema que grabó con Oliver y Romy, Waited All Night, más tarde acudió de vuelta a la guitarrista y cantante de su grupo para desenfundar Life.
Otro de los rasgos paralelos que marcaron la segunda hora el set fue la fascinación de quien estaba en ese escenario (esbozado al mejor estilo del club de vieja usanza: sin visuales y desbordado con luces rojas que clamaban por la libido) por lo percusivo, lo que ratificó una vez más con el track Team Closing, de Bryan Kessler; y por el house, para lo que invocó el track El house, del chileno Alejandro Paz. La sorpresa de la performance vino de la mano de Ritmo de la noche, del grupo belga de eurodance Mystic (otra muestra de su debilidad por lo latino vintage). Cuando empezó a palparse el final, nadie se quería ir. Tras un amago de despedida, vino la posta. Jamie no figura en la lista de 100 mejores DJs que publicó este año la revista DJ Mag, pero esa noche, según el voto popular, rankeó en el primer lugar.