Entre ellos se conocen mucho, y bien. A uno, Adrián Goizueta, de tanto vivir en Costa Rica le cambiaron su condición de argentico por la de una categoría nueva: tinoargen. “Llevo vivida más de la mitad de mi vida allí, y ya me dicen que me deje de joder con eso de argentico”, se ríe el trovador. El otro, Julio Lacarra, está más arraigado al sur pero ha dejado sus buenos surcos musicales en tierras americanas. Sus participaciones en el festival Verdad, de El Salvador, por caso, o su canción “El río está llamando”, clásico esparcido por las américas a través del Quinteto Tiempo, detalle que tardó en notar. “No tenía idea del significado que ese tema tenía y tiene aún en Centroamérica. Lo hice pensando en una pareja que vi cruzando la calle en medio del Cordobazo”, dice Lacarra, cuyo primer encuentro con Goizueta fue 1986, en Nicaragua, y de ahí hasta hoy no pararon de frecuentarse. Incluso, el futuro inmediato los encuentra cerrando noviembre en Buenos Aires. Goizueta, esta noche en el Tasso (Defensa al 1500) para repasar un profuso trayecto que tuvo como hitos su participación en Abril en Managua o la canción “Compañera”, que ha dado varias vueltas al mundo. Y Lacarra el miércoles 29 en el teatro Gastón Barral (Rawson 42) con el fin de mostrar en público su nuevo disco: Ronda.
“La idea de ronda es juntar a todos los amigos con los que he compartido escenarios y circunstancias durante cincuenta años, y uno de ellos es Adrián, que me invitaba a cantar ‘Sabés qué?’ cada vez que venía al país”, enmarca el cantautor sobre el ABC del trabajo que también incluye yuntas con León Gieco, su hermana Chany Suárez, Carlos Pino, y el patagónico Nelson Avalos, entre otros. “Con Nelson hacemos un tema que nombra a un referente cultural de Esquel: el Chele Díaz, caminador hermoso e influencia enorme para toda la nueva trova patagónica”, señala el músico, ante la inminencia de su concierto en el espacio de Defensa al 1500. “Es importante lo que decís, Julio, porque el Chele es de esos poetas increíbles que todos tendrían que conocer. De esos tipos que llevás en el auto y te dicen: `frená acá, porque ese pájaro que está allá nos está hablando. O te hace parar para saludar a los mapuches… un paisano hermoso, el Chele”, se pliega Goizueta.
“Y de perfil bajo –vuelve Lacarra, detenido en una de las piezas clave de su disco–. Es bueno que Nelson haya intervenido en la composición de este tema, además, porque es estoico, sobrio, pero cuando abre la boca prende la llama. La milonga que hicimos para el Chele es muy graciosa… cuenta una situación en la que Nelson lo va a visitar, lo ve trabajar y cuenta todo lo que hace el Chele en un día de trabajo. Por eso se llama ‘Viendo trabajar a un hombre’. Es una historia muy de paisanos”, describe Lacarra. Hombre que compartió escenas y secuencias con Mercedes Sosa, David Crosby, Amparo Ochoa, Graham Nash y los Quilapayún –entre mil más– pinta su nuevo disco como “muy versátil”, pero enraizado en la música popular argentina y latinoamericana. “Me identifica mucho el trabajo, porque nunca me quise sujetar a una sola métrica. Si bien tengo ese aire entre surero y rioplatense, suelo abrirme hacia diversos lugares. Con mis hijos Florencia y Francisco hacemos el loncomeo que grabó Carlos Di Fulvio con guitarra sola (“Dale Tero”), cuya importancia consiste en que es el primero de su condición que se conoce, y en que en él se da exactamente cómo es el ritmo de la rogativa. Además cuenta cómo es la ceremonia del guillatún”, destaca Lacarra, ex coequiper de Tejada Gómez y Hamlet Lima Quintana, pensando en una de las versiones más significativas del disco.
Pero hay otras, claro. Entre ellas, “Templarios de la calle”, un tema del santiagueño Oscar Araujo, que habla de los chicos que juntan cartones en las calles; “Aprendiz del mensajero”, de Orlando Miño y su primera versión de la mencionada “El río está llamando”. “Decidí grabarla antes que me lleve el ventarrón”, se ríe Lacarra, posado en la última, “y la grabamos como si fuese una estudiantina: todos alrededor del micrófono.” El disco también porta un tema nuevo: “Candombe herido”, del tucumano Rubén Cruz. “Cuando Rubén me presentó la canción, se me dibujó la historia de Marita Verón y planteé el tema para el lado de la atrocidad que implica la explotación sexual de las mujeres. También grabamos “Enamorado”, de Rafael Amor, que será uno de los invitados al concierto. También vendrán Chany Suárez, Mónica Abraham, el amigo Goizueta y, probablemente, León Gieco”, prevé el cantautor, con la ñata casi contra el vidrio de una fonda sureña.
–Y usted, Goizueta ¿qué se trae en esta nueva visita?
A. G.:–En principio, que estoy invitado a la presentación del disco de Julio, lo cual implica una coincidencia muy buena, porque ambos hacemos el tema que abre su disco (“¿Sabés qué?”). Además, voy a presentarme con el grupo experimental nuevo, ‘de nuevo’ que, como siempre, tiene una propuesta instrumental variada: cello, clarinete bajo, mucha percusión, en fin, muchos colores. Tengo un arreglo de “Ana Clara” de Viglietti, que tal vez presente, y otro de “Stefanie”, de Zitarrosa, con una reforma jamás aprobada por él.
–¿Lo escuchó Alfredo?, ¿qué le dijo?
A.G.: –“Mucha bossa nova, pibe” (risas).
La última vez que el trovador argentico visitó Buenos Aires fue el año pasado. El viaje fue parte de una gira que inició junto al héroe musical nicaragüense Luis Enrique Mejía Godoy. Y luego continuó solitario por tierras patagónicas. “Desde que me fui en 1976, nunca había estado tanto tiempo en la Argentina: dos meses. Esta vez, en cambio, la cosa es más corta y más puntual, pero me permite seguir pisando éste país que sigue siendo, sea como sea, mi país”, sentencia Goizueta, guitarrista, arreglador, docente y cantor, a quien el idioma tico se le nota cada vez con mayor nitidez. “Además de lo instrumental que mencioné, esta vez traigo una propuesta bastante variada que va desde el jazz, hasta una especie de tango tropical”, asegura.
–¿Tango tropical?
A.G.: –Bueno, pongamos tango tropicalizado (risas). Por supuesto hay mucha cosa latinoamericana, mucha cosa del Caribe que es parte intrínseca de mi música. Voy a mostrar esto.
–¿Es la única razón de su viaje a la Argentina?
A.G.: –No. También hay razones terapéuticas.
–¿Y a esta Argentina viene a despejarse?
A.G.: –(risas) Sí, pero desde el punto de vista de los afectos más cercanos. Pasó que decidí resurgir mi grupo experimental que la gente me venía pidiendo siempre.
El grupo Experimental fue la primera pisada fuerte de Goizueta. Lo formó hace casi treinta años en Costa Rica, basado en un entramado instrumental que incluía violines, sintetizadores, congas, charangos y demás instrumentos a cargo de músicos clásicos y músicos populares. “Esta diversidad siempre la mantuve en mis músicas, pero la gente quería ver el nombre experimento en algún lado”, ironiza el cantautor. “El nombre quedó tan plasmado, que rearmé el grupo, se lo puse, y resultó un éxito increíble en el Festival Internacional de Artes de Costa Rica, por ejemplo. La plaza fue un llenazo”, se entusiasma el ticoargen, cuyos toques cerca de Lacarra son casi una constante. “Ahora íbamos a tocar en Honduras, pero no nos dejaron entrar. Están complicadas las cosas allí”, dicen ambos.
–¿Podría ensayar in situ una mirada latinoamericana sobre la Argentina, Adrián?
A.G.:–Lo intento. Creo que la mirada latinoamericana sobre la Argentina, en general, siempre es una mirada de mucha admiración. Se lo ve como un país referente en términos culturales. Pero yo ahora estoy trasmitiendo mi programa de radio desde aquí, y le cuento a la gente que la canción que más se escucha en estos días es “El bombón asesino”.
–Paradójico, al menos.
A.G.:–Muy. Y entonces dije: “ustedes que creen que en la Argentina hay sólo buena música, pero no”. Hay muy buena música, pero los argentinos también son víctimas del mismo bombón asesino que nosotros, allá en Costa Rica`. Mi mirada, como argentico, es que encuentro un país diferente, más complicado. Cada vez que vengo lo noto más deteriorado en términos sociales, culturales y económicos. Pongo como parámetro a Costa Rica que es uno de los países más caros de Latinoamérica y la Argentina, hoy, la está superando en muchos productos. Después, lo que veo es un país exageradamente dividido, que necesita puntos de diálogo cueste lo que cueste. Pienso en Mandela, por ejemplo, y en encontrar puntos de coincidencia también entre los que piensan parecido ¿no?, porque incluso nos cuesta ponernos de acuerdo entre los que pensamos igual, o tiramos para el mismo lado. Esto preocupa, aunque la esperanza nunca se pierde.
–Julio, lo mismo pero al revés: una mirada argentina sobre latinoamerica…
J.L.:–Me preocupa mucho el destino del continente. Creí vivir un momento de realización pleno a mediados de la década pasada. Creí que Latinoamerica marchaba definitivamente hacia una unidad de conjunto, donde coincidían los intereses de muchos países, que podían llevar adelante un proyecto en común. Un proyecto con el que yo crecí y me eduqué… San Martín, Bolívar, Belgrano, con esos pensamientos crecí, y sustenté mis visiones políticas.
–Pensamientos que hoy parecen estar a contramarcha...
J.L.:–Cuando veo que se pierden la soberanía, la independencia económica y los valores intrínsecos de nuestra cultura, y se trata de arrasar con todo lo que implica culturalmente el continente, bueno, no están bien las cosas. No lo están cuando se valorizan las culturas del norte, o las europeas, y se desvalorizan las nuestras. Me angustia, pero a la vez pienso que la cultura siempre va a ser un instrumento poderoso para amalgamar todos los intereses que tal vez los políticos no puedan. Quiero decir, los pueblos se van a entender mucho mejor que las naciones, a través de la cultura, porque la cultura sigue hermanándonos. Lo interesante sería que las fuerzas sociales y políticas confluyan en esto, y no miren hacia otro lado. Los dirigentes deberían mirar hacia dentro, y eso es lo que preocupa también a escala global, porque esto es lo que está pasando en Europa con la atomización, el racismo, la discriminación de los refugiados. Espero que los pueblos sepan mirar, y no repetir historias que fueron terribles para la humanidad.
A.G.:–Yo siempre pienso que hay que sembrar una memoria mucho más larga, porque acortarla es una de las grandes armas con la que nos están jodiendo. Hay una especie de mentalidad en los jóvenes que tiende a pensar el pasado como lo que ocurrió hace solo diez años, y esto no es así.
J.L.:–Pasa con la canción popular, sí. Yo estoy muy en contacto con músicos jóvenes, y les insisto en que está bien que miren hacia delante, pero por otro lado les sugiero que abreven del pasado, que miren lo que pasó. Yo me nutrí mucho con el canto de nuestros poetas, y ellos hablan mucho de las costumbres de nuestros paisanos, de las cosas de nuestra tierra, y eso te da una riqueza para poder mirar hacia delante. Por eso redimo “Dale tero”, pero no porque quiera traer una ceremonia que pertenece a los araucanos y a los mapuches, sino para que se conozca que fue el primer loncomeo y que no es simplemente una canción, sino un ritual. Una pleitesía que nuestros aborígenes le rinden a la pachamama, en congratulación por lo que obtienen de ella. Una visión que los ecologistas de estos tiempos tienden a reconocer. El respeto a los consejos de los ancianos, o esa cosa ancestral que nutre esta America, es fundamental y, sobre todo, conmovedora.