Escrita hacia 1599 por William Shakespeare, La tragedia de Julio César describe los pormenores de la muerte del líder romano en manos de seis senadores unidos en una conspiración ante el peligro de ver a una república convertirse en monarquía. En las exequias del mandatario, Bruto confiesa frente al pueblo haber intervenido para castigar la ambición del César, en tanto que Marco Antonio, político a favor de anular todo marco constitucional para instaurar un régimen autocrático, alaba las cualidades del muerto y maldice a sus asesinos. Lo llamativo es que, a pesar de representar puntos de vista opuestos, ambos discursos son coronados por la concurrencia con vivas y aplausos dejando a la vista la volubilidad de la opinión pública. Basada en esta tragedia. Piedra infinita de Andrés Mangone acaba de estrenarse en Belisario Teatro (Corrientes 1624), obra en la que él mismo actúa junto a Antonella Pais, con quien dirige la puesta. El elenco se completa con Alejandro Benavides, Abel Ledesma, Federico Paulucci, Martín Scarfi y Adrián Túfolo.

Los directores cuentan en la entrevista con Página/12 que la puesta fue surgiendo a partir de las investigaciones de Teatro La Forma, el espacio que ambos coordinan desde hace tres años. La elección de la obra, según puntualiza Mangone “funcionó como piedra de toque para territorializar y enmascarar el dramatismo en el que nos vemos inmersos como pueblo”. Formado junto a Pompeyo Audivert, con quien dirigió en 2019 la premiada Trastorno- Mangone aclara que las coyunturas temáticas sólo les interesan para poner en marcha lo que llama “la máquina teatral, un dispositivo artificial de ataque, ruptura y recomposición”.

Según el punto de vista de ambos directores, un texto y sus personajes sirven a los intérpretes para expresar las preguntas que el teatro se hizo desde siempre. Así, esta versión que presenta a Julio César como un tirano déspota, “conecta con el público, establece puentes a través de los cuales hace llegar con la potencia de la actuación la agitación de otros asuntos”. No obstante, Mangone advierte: “Formamos parte de la agitación pero sabemos que lo nuestro es humilde, marginal, porque estamos en un teatro y no en el Congreso. Pero desde la actuación ponemos de manifiesto lo que nos está pasando”, concluye.

“Todas las tragedias de Shakespeare hablan de la tragedia de la humanidad”, continúa Mangone, “y creemos que Julio César habla de nuestra tragedia nacional, de una caída hacia una zona oscura y dolorosa: es el ajuste, la miseria, lo que estamos viviendo”, define el director antes de explicar que la versión la fue trabajando en base a “un collage de las escenas interesantes para ser actuadas, una textualidad luego legalizada en los ensayos”.

En cuanto al carácter de la puesta, el vestuario de Florencia Valentini y la escenografía de Federico Stunz son atemporales y minimalistas. Los directores definen el registro de actuación afín al teatro rioplatense, “con desfachatez y en un eje desopilante estamos ligados al grotesco y al sainete”, reafirman. A cargo de los personajes de Calpurnia y Porcia, esposas de César y de Bruto, respectivamente, Pais señala que “lo cotidiano también está presente: se encuentra en cuestiones matrimoniales, de alcoba, que van surgiendo en medio de una discusión política”.

Mangone define cuáles son las preguntas que La piedra infinita lanza a sus espectadores: “Hoy, las preguntas sobre quiénes somos y a dónde nos dirigimos se conectan con un interrogante central de nuestra obra: “¿Seremos cómplices de esta rampa hacia el abismo?”. Esta pregunta moviliza a la reflexión acerca de cuánto de nosotros forma parte del destino trágico y doloroso en el que nos sumerge un puñado de gobernantes locos”, sostiene. Otras implicancias de la puesta tienen que ver con el poder transformador de la actuación, por su capacidad de señalar que las circunstancias históricas retornan una y otra vez. Es por esto que la puesta se ofrece como si fuera “un bucle en el que los actores se ven obligados a repetir la misma escena”. Finalmente, en La piedra… nadie se salva, el único que queda es Marco Antonio “el más facho de todos, el tirano que, desde un cuadro, está presente en todas las escenas”, dice Pais y Mangone agrega: “Representa al cuadro de ese “prócer” que conseguimos que bajen de la pared, el mismo que luego vuelven a colgar”.

*La piedra infinita, en Belisario Teatro (Corrientes 1624), domingo 20 hs.