Enki Bilal y Pierre Christin en 1994

Todo empezó, según confesó alguna vez Pierre Christin, con un viaje a España. El guionista ya venía jugueteando con la idea de escribir algo referido al terrorismo, pero era solo eso, una idea. Hasta que durante una visita al pueblo zaragozano de Fuendetodos, donde está la casa natal de Francisco Goya, de pronto todo estuvo en su lugar. “Siempre me gustaron más sus grabados que sus pinturas”, confesó en una entrevista publicada en la revista especializada norteamericana The Comics Journal. “Cuando visité el pueblito olvidado donde nació, un lugar muy pobre, inmediatamente me dije: hablemos de Los desastres de la guerra, pero en los ’80. Fue algo así como un eco del shock emocional que sentí viendo sus grabados”. Publicada por primera vez por entregas en la revista francesa Pilote durante 1979, en el mejor momento del fenómeno de la historieta adulta europea –con el éxito de publicaciones como Metal Hurlant y, poco después, A Suivre–, Las falanges del orden negro fue el resultado de aquel particular eureka en la mente de Christin: un ajuste de cuentas con las democracias occidentales y sus ideales, en la forma de una aventura trepidante, violenta y con un toque de humor negro.

Su historia comienza cuando un comando surgido de la nada masacra a todos los habitantes de un perdido pueblito español, en lo que se presenta como un tardío ajuste de cuentas pendientes de la Guerra Civil. Para enfrentar a esta falange creada por carcamanes que se niegan a morir, se reúne una igual de vetusta legión internacional, formada por sobrevivientes de aquellas batallas y dispuesta perseguir el rastro de sus atentados –y devolverles el golpe, llegado el caso– a través de una Europa que casi ni les presta atención. Para Christin y el dibujante Enki Bilal, Las falanges del oro negro fue el cuarto libro de una saga bastante libre que venían realizado juntos denominada Leyendas de hoy, pero el primero en el que dejaron de lado los elementos fantásticos para dedicarse a una trama decididamente realista. El resultado fue que lograron llamar la atención mas allá de la escena de la bande desineé: gracias a ese libro Christin, guionista histórico de la historieta franco-belga, fue el primero entre sus pares en ser invitado a Apostrophe, el legendario y consagratorio programa literario de la televisión francesa. “Pero además de la atención que despertó entre los que no leían historieta, aún más importante fue el hecho de que nos dio carta blanca: cuando volvimos a trabajar cada uno en lo suyo, esos lectores que antes no seguían nuestros trabajos continuaron con nosotros”, recordó Bilal en la misma entrevista conjunta en The Comics Journal, que se publicó a fines de los ’80, cuando sus historietas comenzaron a traducirse y a ser reconocidas en el mercado norteamericano.

Las falanges del orden negro, por Bilal-Christin

Para el dibujante nacido en Belgrado, su siguiente trabajo después de Las falanges... fue el libro –con guión propio– que lo consagró internacionalmente: La feria de los inmortales, una trama retrofuturista en la que los dioses egipcios se entrometen en la vida política de una sociedad. Fue la primera de sus obras en conocerse en nuestro país: apareció en la revista Humor, en su momento de mayor popularidad. Un hallazgo de Andrés Cascioli, su director, que en vez de ubicarla en algunos de los subproductos dedicados a la historieta de su editorial, aprovechó que la historia remitía a los crueles tejes y manejes políticos de la dictadura y la presentó capítulo a capítulo en su nave insignia. De aquellos los trabajos iniciáticos que Bilal realizó con Christin solo uno de los primeros se conoció también por acá, El navío de piedra, publicado durante los primeros números de la revista El Péndulo. El resto de sus colaboraciones hubo que seguirlas en ediciones españolas, que llegaban azarosamente y sólo se podían conseguir en comiquerías, por eso hay que celebrar esta flamante reedición de Las falanges... a cargo de la editorial mexicana Fondo de Cultura Económica, cuya distribución en las librerías locales funciona también como despedida a su guionista, que murió a comienzos de este mes, a los 86 años.

Portada de la edición de FCE

Amigo de infancia de dibujantes como Moebius y Jean Claude Mezieres, sus vecinos en los suburbios del este de París, Christin fue periodista, fanático del jazz, sociólogo y profesor de literatura francesa en Utah antes de convertirse en guionista. Lo hizo de la mano de Mezieres, con el que terminó creando sus personajes más famosos: Valerián y Laureline, protagonistas de una serie que se distribuyó en Argentina hacia fines de los años ’70 y comienzos de los ‘80 ya que era publicada por el mismo sello español que traía las historietas de Asterix y Lucky Luke. Velada precursora del universo de La Guerra de las Galaxias –por no decir que le robaron muchas ideas sin decir ni gracias–, la serie finalmente llegó a la pantalla grande por sus propios medios, con una exitosa adaptación realizada por Luc Besson en 2017. Pero sin dudas el mejor trabajo de Pierre Christin dentro de la historieta fue esta colaboración de Bilal, cuya saga Leyendas de hoy se divide en dos partes: la dedicada a la vida en los pueblos del interior de Francia –siempre incluyendo detalles fantásticos que funcionaban como coartada ser aceptada por las revistas de historietas del momento–, con sus historias, sus leyendas y tambien sus políticas y agachadas, como El crucero de los olvidados (1975), El navío de piedra (1976) y La ciudad que nunca existió (1977). Y la segunda es la que abre Los falanges del orden negro (1979), y que termina con Partida de caza (1983) –ambos títulos fueron reeditados en España en un volumen titulado Fin de siglo (2010)–, donde Bilal y Christin repasan la historia y la política detrás de la cortina de hierro. 

Es de desear que estas reediciones que está llevando a cabo algo azarosamente Fondo de Cultura Económica (acaban de publicar Rusia en llamas, un unitario que Guido Crepax realizó para la serie italiana Un uomo, un’avventura, encomendada a diversos artistas entre 1976 y 1980) tenga su continuidad con este último trabajo realizado por la dupla Christin-Bilal, tal vez su mejor obra en conjunto, reconocida también porque supo anticipar la caída del bloque soviético con una historia que repasa las sangrientas idas y vueltas políticas de los países bajo el entonces llamado Pacto de Varsovia.